
Redacción/elCorreo.do
PERSPCTIVA: Los presidentes, de los que se presume siempre los anima la buena intención y no quieren fracasar en el ejercicio gubernamental, generalmente son muy lentos o tozudos para introducir cambios en su equipo y dar algunos giros que ayuden a oxigenar la gestión y hasta a servir de dique ante el asomo de ruidos o de un elemental declive en la popularidad.
Algunos resultan permisivos hasta hacerse daño en la imagen propia, al pegárseles “muertos ajenos”, como pasó en su momento con mi amigo el presidente Leonel Fernández, con gente que en hora clave le dio la espalda, cuando no una ingrata estocada.
Y trilla el mismo camino el también amigo presidente Luis Abinader, cuando en un esfuerzo en demasía por promover el desempeño de algunas áreas oficiales y mostrarse cercano a la gente (bien lo de la cercanía) hacía de relacionista público o promotor de algunos funcionarios, a riesgo del desgaste de su propia imagen, en vez de enviarlos a sus casas, advertido de que el resultado del trabajo se quedaba corto.
Sin duda, fue tímido el gobernante con el cambio o rotación de algunas caras del equipo, ante las expectativas que había en distintos sectores, y que debió aprovechar para relanzar el gobierno. Ya salió de algunas figuras del inicio, llevadas quizá como prueba o por compromiso, pero que fueran retranca.
Ejemplos: la comunicación y el área militar (¿). (Con Félix reinaría otro aire). Del sector agrícola, que no es el fuerte de Abinader, ni hablar: más fiasco, ruidos y “bultos” del ministro para envolver una crisis que estallará por algún lado, no puede haber. El presidente, que ya cumplió con Hipólito, le dio la palabra al pupilo de este en La Semanal y la respuesta del funcionario fue infeliz, penosa.
Que les pregunte a los arroceros, a los que le inundaron el mercado de arroz importado, y a los aperadores de tractores, que hicieron un paro en reclamo de pago de unos 150 millones, entre otros sectores del campo en crisis que están con el grito al cielo. Con tres años aun por delante, el presidente no debe meter mano en candela por nadie. Que, ni por asomo, repita lo de alguien por ahí: ¿Pero cuál corrupción? Por temas como el dólar (factor externo), los precios, apagones, caso SENASA y los expedientes que Ángel Hernández y el coronel Morales Herrero dicen haber puesto en sus manos, el presidente debe espabilarse, antes de que la gente tome calle y encienda la pradera