Frank NuñezPerspectiva

Reynaldo y los demás

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Los reporteros que cubrimos por diferentes medios de comunicación las incidencias del Ayuntamiento del Distrito Nacional durante las gestiones de Rafael Suberví Bonilla (Fello) y Rafael Corporán de los Santos (El Viejo Corpo) debimos reseñar la cohabitación de una generación de jóvenes regidores que, aunque pertenecían a partidos diferentes, no barajaban los motivos para encontrarse en una terraza cercana al palacio del cabildo para disfrutar de la vida bohemia característica de los años finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa.

Los “andreses” Ayala y Henríquez, con Alfredo Pacheco, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD); Ruddy Nelson Frías Ángeles y Miguel Sanz Jiminián, del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC); Reynaldo Pared Pérez, Rafael Espinal e Ignacio Ditrén Flores, del Partido de la Liberación Dominicana, y Héctor Guzmán, del Partido Revolucionario Independiente (PRI), tenían sus mesas reservadas en La Jarra, establecimiento típico de diversión, más bien un patio, al estilo del que también regenteaba en esos tiempos el fenecido Joseíto Mateo.

Podría decirse que esos encuentros con representantes de todos los colores del arcoíris político dominicano se caracterizaban por la tolerancia, pese a que no faltaban las cuerdas con juicios críticos sobre los comportamientos de los líderes de entonces, Joaquín Balaguer, Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez y Jacobo Majluta. Justo es decir que nunca los chistes provocaron mayores consecuencias, dejando las confrontaciones para las sesiones de la Sala Capitular.

El mundo era tan diferente al de ahora, que las empanadas de cangrejo que se brindaban eran elaboradas por el regidor Ditrén Flores, quien las hacía extensivas a los periodistas de El Siglo, El Caribe, Hoy, Listín Diario, El Nacional y Última Hora, invitados de los políticos. El famoso periodista Rafael Bonilla Aybar estaba entre los contertulios.

Al enterarme de la muerte de Reynaldo me llegaron a la mente esos recuerdos que nos sumergen en la nostalgia por una época que se marchó. Como dice el novelista español Pérez Reverte, el paso de los años nos lleva a pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”. El autor sostiene que probablemente la apreciación no sea absolutamente cierta, pero se define convencido de que antes éramos mejores.

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Los años noventa siguieron al derrumbe del bloque socialista del este europeo, con la Perestroika de Mijail Gorbachov en Rusia, lo que decretó el fin de la guerra fría entre ese lado del mundo y las potencias capitalistas, encabezadas por los Estados Unidos. Eso significa que esa etapa fue la que inició el mundo unipolar que vivimos hoy, regido por el mercado, bautizado por el Papa Juan Pablo Segundo como del “capitalismo salvaje”.

Tal vez por eso aplaudíamos todos en La Jarra cuando Camboy Estévez cantaba “los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía”. Muchos ignoran que el conocido baladista dominicano fue nombrado en esos días por El Viejo Corpo como encargado de limpieza del Ayuntamiento, lo que no le impedía que acudiera a esas noches de bohemia a deleitarnos con su canto.

Es una pena que Reynaldo se haya marchado como se fue. Desde el presidente Luis Abinader hasta todo el liderazgo político dominicano ha lamentado su triste final. Quienes lo conocieron en el complejo mundo de la política tal vez no tenían la información de que fue un auténtico bohemio, amante de la música y el baile. Solo Dios sabe por qué optó por adelantar su partida de este mundo. Lo cierto es que un Reynaldo que había mantenido en el olvido, retornó a mi memoria con su deceso.

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