Farid KuryPerspectiva

Peña Gómez: fallar a la hora decisiva

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Sin ser peñagomista ni cosa parecida, siempre me ha cautivado la  carrera política del doctor José Francisco Peña Gómez. Nacido en un hogar pobre, y abandonado por sus padres en 1937, con apenas  meses, a raíz de aquella horrible matanza de haitianos ordenada por el dictador Rafael Leonidas Trujillo, hubo de vencer enormes dificultades sociales, económicas y raciales, antes de convertirse en un gran líder popular de dimensión internacional, querido por muchos, pero  como todos los grandes líderes, también odiado por muchos. Su vida ha sido una admirable travesía digna de conocer y un ejemplo impresionante de superación personal.

Peña Gómez irrumpió en el escenario político nacional a partir de la muerte de Trujillo, y sobre todo a partir de la llegada el 5 de julio de 1961 de la comisión perredeísta encabezada por Angel Miólan. Y desde entonces, en base a su trabajo, inteligencia y un talento para comprender los fenómenos y coyunturas nacionales e internacionales fue venciendo obstáculos y creciendo como líder político nacional, y también como uno de los líderes de la Internacional Socialista en la época en que esa organización era muy influyente en el mundo.

A él le tocó dirigir el PRD a partir de 1973, tras la salida del profesor Juan Bosch, y llevarlo al poder en 1978. Fue él, con su política de acercamiento a sectores de la oligarquía nacional, a la Internacional Socialista y a los liberales de Washington, quien pudo vencer al presidente Balaguer y sacarlo del poder, pese a los intentos de producir un golpe de Estado que desconociera la voluntad popular expresada con clararidad en favor del partido blanco.

Sin embargo, no pudo llegar a la Presidencia de la República. Algunos argumentan que  su color fue su gran obstáculo. No lo creo. Con todo y su color venció al doctor Balaguer en las elecciones de 1994. Solo el fraude, que la comunidad internacional reconoció y que obligó a Balaguer a recortar su período y a prohibir la reelección presidencial,  impidió su ascenso al gobierno.

La gran oportunidad de Peña se presentó en 1996 con el doctor Balaguer fuera de la competencia electoral, aunque no fuera de la gravitación en el escenario político.

No pudiendo Balaguer competir  y teniendo Peña Gómez todas las posibilidades de triunfar, el líder del PRD, inexplicablemente, basó su campaña en el ataque frontal al presidente y su «anillo».  Eso llevó a Balaguer, que evidentemente no quería a Jacinto Peynado, a apoyar desde la primera vuelta al doctor Leonel Fernández. Ese apoyo es lo que impide un triunfo de Peña Gómez en primera vuelta. El propio José Francisco Peña Guaba, hijo de Peña y político de luces, ha explicado que en una ocasión le pidió a su padre que disminuyera los ataques a Balaguer y al llamado «anillo palaciego», en virtud de que ya se vislumbraba un escenario de segunda vuelta en el que el doctor Balaguer sería un factor muy importante, por no decir decisivo.

Efectivamente se presentó la segunda vuelta, y en ella Peña pudo ganar, y hasta ganar fácil.  Hoy, 24 años después de aquel acontecimiento, sale a la luz pública, por conducto del poeta e intelectual  Cándido Gerón, que era de la intimidad del presidente Balaguer, que éste quiso, e hizo diligencias en procura de apoyar a Peña en esa segunda vuelta, que de haberse concretizado sin dudas el moreno se hubiese terciado la ñoña.

Cuenta Cándido Gerón que Balaguer envió a la casa de Peña nada menos que a Guaroa Liranzo a ofrecerle su respaldo. La respuesta de Peña fue que lo iba a estudiar. Cuando Guaroa volvió a buscar la respuesta un par de días después no lo recibió, y después de dejarlo esperando dos horas, al decir de Cándido, le mandó a decir con su asistente Juanny Uribe que no lo podía recibir. Ya eso era una falla imperdonable de un líder político que iba a una segunda vuelta  donde ese apoyo que estaba despreciando era claramente decisivo.

Pero el doctor Balaguer insistió y de alguna manera le dejó caer nuevamente  a Peña la propuesta de apoyarlo a cambio de que quitara de la candidatura vicepresidencial a Fernando Alvarez Bogaert, con quien tenía serias diferencias viejas por éste intentar disputarle el liderazgo del Partido Reformista, cosa que Balaguer no toleraba ni perdonaba. Dice el poeta Gerón, que dicho sea de paso nadie le ha refutada ni una palabra de lo dicho, que Peña se reunió en su casa de la urbanización El Prado con su Estado Mayor a discutir el asunto. Allí estuvieron, entre otros, Hugo Tolentino Dip, Milagros Ortiz Bosch, Rafa Gamundí Cordero, Tirso Mejía Ricart,  y Hatuey Decamps. También estuvo el propio Fernando Alvarez Bogaert. La mayoría, pero sobre todo Hugo Tolentino insistieron con vehemencia en que se debía rechazar el apoyo de Balaguer,  argumentando  que eso echaría al zafacón de la historia la carrera política de Peña. Peña argumentó que podía rechazar el apoyo de Balaguer, pero no por esa razón, sino porque no iba a sacar a Fernando de la boleta vicepresidencial, que Fernando era su hermano, lo quería y le agradecía y que prefería que buscaran otro candidato antes de quitarlo.

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Hatuey que no era tan intelectual como Hugo, pero sí un político zorro, con mucha astucia y experiencia, apartó a Peña a un lado y en síntesis le dijo: «Peña esta es tu oportunidad. Balaguer ya está derrotado. Tu vas a ser presidente y vas a hacer lo que quieras. No desaproveche esta oportunidad».

El argumento era poderoso y real. De haberlo aceptado Peña hubiese sido presidente y el PRD poder.  Pero Peña estaba llamado a no ser presidente de la República. No se la jugó bien. No se la jugó como el gran estratega y táctico que era y que todo el mundo le reconocía. No se la jugó como el político que se había acercado a los liberales de Washington para cercar a Balaguer ni como el que en 1994 estructuró el Acuerdo de Santo Domingo en el que conquistó el apoyo de sectores de derecha y de izquierda. A la hora decisiva, a la hora de la verdad, no supo rematar. No dio el paso decisivo. Se dejó enredar por el afecto que le tenía a Fernando y con eso sepultó sus aspiraciones y las de su partido.

Pienso que tal vez no vio con claridad el escenario electoral y pensó que con el apoyo de Jacinto Peynado y otros reformistas podía ganar. Pero todo eso eran cálculos que podían darse y  no darse. Lo seguro era el apoyo del doctor. Desdeñó lo que podía hacer un presidente desde el poder, y más un presidente como Joaquín Balaguer que tenía un absoluto poder sobre su feligresía.

Rechazado ese apoyo que se le ofrecía en bandeja de oro, Balaguer, Leonel, el PRSC y el PLD estructuraron el Frente Patriótico. Leonel y el PLD, que mucho habían aprendido de los fracasos de 1990 y 1994, sí sabían lo que es la táctica política, y de como el apego a principios no debe estropear la estrategia, que siempre es la toma del poder, sí  aceptaron  y con gusto el respaldo de Balaguer. Lo primero es lo primero, y lo primero es ganar.

La pelea fue reñida.  Fue una batalla campal. A mí me tocó participar en primera línea en esa guerra donde hubo que buscar votos hasta debajo de las piedras y contarlos uno a uno. Pero al final Peña sucumbió ante los encantos de Leonel Fernández, la fuerza del PLD y el empuje de la maquinaria del poder engrasada con aceite del bueno por Balaguer. Con  méritos de sobra para ser presidente no lo pudo ser, y no lo pudo ser porque él, y no otro, falló a la hora de la verdad. No tomó la decisión correcta. Falló, como decimos en el barrio, «a la hora del none’. Pensó en Fernando, cuando  Fernando no pensó en él. Si éste hubiese pensado en su amigo, como Peña pensó en él, se la hubiese puesto fácil, dando un paso al frente y renunciando voluntariamente a su posición de candidato vicepresidencial para viabilizar el triunfo de Peña Gómez.

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