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PANAMÁ. -En las últimas semanas, grupos entre 20 y 30 inmigrantes han abordado varias embarcaciones en la costa panameña para emprender un largo viaje. Pero, a diferencia de los años anteriores, no se dirigen hacia Estados Unidos, sino hacia el sur del continente.
Es difícil determinar cuántas personas están regresando al sur, debido a las rutas no oficiales y los métodos ilegales que se suelen utilizar para cruzar las fronteras sin la documentación legal.
Pero una disminución en la cantidad de cruces a través del Tapón del Darién ofrece una clara indicación de un cambio en la tendencia migratoria: en febrero, solo 408 inmigrantes cruzaron el puente terrestre en dirección norte, hacia EE.UU., en comparación con los 37.000 del mismo mes, en 2024, según cifras oficiales.
Además, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las personas retornadas experimentan desafíos a su identidad, no solo durante el tránsito y al llegar a su destino, sino también durante el proceso de retorno y adaptación a sus comunidades de origen.
“Cuando un migrante regresa a su país de origen, el proceso de reintegración estará determinado por factores tales como el tiempo que pasó en el extranjero, la cantidad de tiempo que la persona migrante había pensado que iba a ausentarse, la medida en que retuvo sus conexiones con la familia y las redes sociales en el país de origen, la medida en que se había integrado en el país anfitrión, y otros factores más estructurales como la vivienda adecuada y el empleo seguro”, refiere la OIM.
Sin embargo, la adaptación no solo trae consigo consecuencias negativas.
Agrega que durante el proceso de migración, las personas aprenden y adoptan nuevas habilidades, experiencias y normas que moldean y enriquecen sus vidas.
“Esto también significa que su identidad cambia, muchas veces haciendo malabarismos con las identidades transnacionales que combinan partes de lo que solían ser y lo que son ahora, después de su experiencia migratoria”, analiza.
Señala que todos estos factores dificultan que los migrantes retornados se adapten a su comunidad de origen, ya que existe una ruptura entre quiénes son ahora y quiénes se espera que sean según las personas que los conocieron antes de emigrar.
“En este sentido”, agrega, “la exclusión social es un gran riesgo para el bienestar emocional de los migrantes que regresan, ya que se asocia con consecuencias psicológicas negativas, como la depresión y la ansiedad, y puede afectar negativamente sus medios de vida y la sostenibilidad de su retorno”.
La OIM dice en un estudio que los retornados también deben hacer frente a una estructura de apoyo modificada en su comunidad de regreso.
“Las redes familiares y sociales de un retornado a menudo cambian mientras la persona migrante está en el extranjero, especialmente después de largos períodos”, indica, la añadió a seguidas que “también es común que las personas pierdan su sentido de pertenencia, lo cual dificulta su adaptación”.
“Por lo tanto, los retornados a menudo necesitan reconstruir sus redes, que son esenciales para el capital social, la información, las redes de seguridad y el acceso al mercado laboral”, advierte.
Sobre los niños y adolescentes migrantes, sostiene que estos también enfrentan desafíos específicos para regresar a países en los que nunca han vivido o no recuerdan después de años de residir en el extranjero, y cita que a menudo no están familiarizados con el idioma y la cultura, y carecen de redes de apoyo.
Cortesía de Bloomberg y OIM