Editorial Llegaron los kenianos a Haití
Luego de un prolongado escarceo diplomático, medias tintas y decisiones dudosas, han empezado a llegar a Haití los miembros de la fuerza multinacional que tiene como principal encomienda reforzar la capacidad de la Policía Nacional de ese país para dar respuesta a la completa situación de inseguridad en que viven sus ciudadanos.
La misión que se ha delineado está lejos de ser la panacea frente a lo que acontece en Haití, donde las fuerzas regulares han sido desbordadas por la proliferación de grupos armados que cometen todo tipo de delitos sin que la autoridad pueda enfrentarlos con alguna posibilidad de éxito.
Creemos, según están planteadas las cosas, que el contingente extranjero a lo más que llegará es a una disuasión momentánea de esos grupos criminales cuya capacidad de accionar contra la ley ha quedamos más que evidenciada.
Si estos ven que la capacidad de los extranjeros puede ser fácilmente superada, es probable que la comunidad internacional se vea precisada a adoptar otras decisiones de mayor envergadura para garantizar la seguridad de los haitianos.
La República Haití es un país que ha venido experimentando un marcado deterioro en todos los sentidos, entre ellos la seguridad que se suma—o comienza por ella—a la falta de institucionalidad.
Esperamos que por el bien de los haitianos, y de pasada por la seguridad de la República Dominicana, la misión que empieza pueda desarrollar su labor con eficacia.
De lo contrario, una nueva frustración parecida a la Minustah de 17 años de inutilidad, pudiera dar lugar a situaciones mucho más complicada que la predominante actualmente en Haití.
Consciente de la realidad expuesta, el Gobierno dominicano se ha apresurado a manifestar la satisfacción del país por el inicio del despliegue esperado.
Es justo reconocer la sistemática prédica del presidente y otros funcionarios dominicanos sobre la necesidad de que la comunidad internacional pasara de las palabras a los hechos.
