Farid KuryPerspectiva

Líbano: entre la crisis y la desesperanza

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: La última vez que estuve en el Líbano fue en agosto de 2016. Y lo que encontré me encantó. Encontré un país ya con varios años sin guerra, con estabilidad económica, baja inflación y en crecimiento.

Incluso observé que las divisiones y conflictos religiosos cedían a una convivencia más armoniosa entre musulmanes y cristianos.

Aquella vez disfruté al máximo mi estadía de un mes en el país en el que había vivido doce de mis primeros catorce años, y regresé a la bella Quisqueya muy optimista y seguro de que el país de los Cedros por fin se encaminaba a una época de paz prolongada y de estabilidad económica.

En el Líbano inició una guerra civil en 1975 que causó miles de muertos y heridos. Y como toda guerra civil dividió el país y lo hundió en el estancamiento económico.

Terminó en 1990, pero los períodos de paz fueron muy cortos, porque en cualquier momento ocurrían enfrentamientos que duraban meses entre las diferentes facciones políticas, religiosas y militares. También hubo guerras entre Hizbullah e Israel, como la de 2006, en la que Israel por primera vez fue derrotada.

Todo eso mantenía el país estancado. Pero en 2016 el país llevaba varios años sin guerra, ni interna ni externa, y con su economía en buen movimiento. El país estaba recuperándose y avanzando.

Los libaneses lucían optimistas con el presente y futuro. Un país maravilloso y en paz estaba llamado, como en otras épocas, a retomar el camino del progreso. El libanés tiene un espíritu fuerte, no se doblega y siempre piensa en positivo. Es muy optimista y trabajador.

Sin embargo, en este viaje lo que encontré es un panorama muy diferente al de 2016.

Llegué a tierras libanesas el 18 de diciembre y el panorama no es para nada halagüeño.

No hay una guerra militar. Pero hay una crisis económica, producto de una espantosa devaluación de la moneda, que ha dislocado las actividades económicas, ahuyentado las inversiones y ha generado un proceso inflacionario sin precedente.

En 2016 un dólar costaba 1500 liras libanesas, y todo marchaba bien. Tenía años estable. Ahora, el día que llegamos, el dólar estaba a 27 mil por uno, y al momento de escribir estas líneas, 27 días después, ya está a 33 mil por uno, y subiendo.

Hay una desesperanza colectiva. Las personas están angustiadas, desesperadas, irritadas y más pobres. Se ha combinado la crisis del Covid-19 con la devaluación de la moneda y lo que se ha generado es un proceso terrible de estancamiento con inflación.

Conozco amigos que en 2016 tenían negocios muy prósperos y con buenos ahorros. Hoy esas mismas personas han tenido que cerrar sus negocios, comerse los ahorros y sin perspectivas de nada.

Sámira Fadul, una profesora de muchos años, me dijo que cuando la visité en 2016 su salario equivalía a 1800 dólares, pero ahora, que sigue recibiendo las mismas papeletas en lira libanesa, pero con el dólar no a 1500 sino a 27000, su salario equivale a menos de 100 dólares. Sencillamente es un drama terrible.

Ese mismo drama lo viven todos los empleados, públicos y privados. Cuando ese fenómeno ocurre, trabajar pierde sentido. Un miembro del ejército me dijo que su salario equivale ahora a 45 dólares.

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Un día visité en Tripolí a un amigo que tiene un negocio de artículos para el hogar. Duré 3 horas y en ese tiempo solo entraron 2 clientes, y no compraron porque encontraron los productos muy caros. Mi amigo paga 2 mil dólares de alquiler que no lo está produciendo. Está pensando ya entregar el negocio.

A todo eso se añade una crisis eléctrica insoportable. La noche que llegamos encontramos a la hermosa Beirut apagada totalmente. Corrimos toda la costa hasta la región de El koura, un trayecto de casi 80 Kilómetros y todo apagado. Es el pan de cada día.

Los libaneses dicen que lo que están viviendo es peor que la guerra civil de 1975 y las guerras con Israel.

La guerra ahora es económica. La violencia es económica. Dicen que la situación no es mucho peor por la enorme cantidad de dólares que los libaneses en el exterior envían a sus familiares. Hay más libaneses viviendo fuera que los que viven en el Libano.

En conclusión, lo que está viviendo el Líbano es un caos económico que se traduce a todos los ámbitos.

Al momento de escribir estas líneas hay un llamado a huelga general. ¿Qué pasará? Nadie sabe. Porque aquí cualquier cosa puede pasar.

El liderazgo político está dividido en clanes. Cada región tiene sus caciques. Y cada uno responde a una nación o potencia. Unos son pro iraníes, otros pro saudíes y hasta los hay pro israelíes. Al parecer, lo que menos hay es pro libaneses.

Por primera vez noto a un Líbano sumido en la desesperanza, que es lo peor que le puede suceder a una nación. Sin embargo, confío en el espíritu del libanés, que no se doblega y siempre lucha por un porvenir mejor.

Un familiar, que se desempeña como director financiero de una multinacional, me dijo que están apostando a que el FMI y los organismos internacionales asuman las riendas económicas. La confianza en las autoridades libanesas es nula.

Se habla de que en mayo habrá elecciones para elegir un nuevo parlamento, que es el que elige el presidente de la república para un período de 6 años.

Mientras tanto yo regreso a Quisqueya con la tristeza de encontrar el país de mis primeras primaveras, y el que una vez fuera la Suiza del Medio Oriente, destrozado por una crisis económica, pero con la esperanza de que, más temprano que tarde, encuentre el camino de la recuperación y el progreso. Ojalá que no sea muy tarde, porque esto es un polvorín que puede estallar en cualquier momento.

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