
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: El país que encuentra el profesor Juan Bosch en 1961, a su regreso a la patria tras 23 años de exilio político, es diferente al que dejó en 1938, cuando hubo de salir hacia Puerto Rico huyendo a las pretensiones del dictador Rafael Leonidas Trujillo de hacerlo diputado al Congreso Nacional. Pero en verdad, no era a la medida que debió y pudo ser. La dictadura de Trujillo avanzó el país en diferentes aspectos. En 31 años de gobierno es normal que un país avance. Sin embargo, Trujillo sólo permitió ese avance en la medida que lo permitían sus intereses. La avasalladora fuerza del Estado fue puesta a su servicio, logrando un monopolio absoluto de todas las actividades económicas importantes de la nación, lo que lo convirtió en los hechos en una retranca para el desarrollo de otras fuerzas productivas.
En sentido general, pese a los avances, la República Dominicana de 1961 seguía siendo un país pobre y atrasado. El 75 por ciento de los dominicanos eran campesinos y vivían sumidos en una miseria espantosa. El analfabetismo rondaba el 80 por ciento. Trujillo había mantenido la nación en un atraso cultural impresionante. La mantuvo aislada del mundo. Sólo podían entrar y salir del país las personas autorizadas por él. Escuchar emisoras extranjeras era un pecado que podía causar la muerte. El miedo era general. Sólo él y sus allegados podían y tenían derecho a progresar.
A ese país llega el profesor y en ese país le toca encabezar la lucha por la democracia. El ambiente político se caracterizaba por un laborantismo muy intenso. Además del PRD, la Unión Cívica Nacional, presidida por el doctor Viriato Fiallo, y el 14 de Junio, liderado por Manuel Aurelio Tavárez Justo, eran los partidos más importantes. Ambas organizaciones eran radicalmente antitrujillistas. El PRD de Bosch, fundado en el exilio, era más moderado y tenía un enfoque diferente. Más que una lucha entre trujillistas y antitrujillistas, el mensaje de Bosch atacaba las condiciones económicas y sociales de las masas.
Mientras, el doctor Joaquín Balaguer, no pudiendo aguantar la agitación política de la Unión Cívica y el 14 de Junio, se vio forzado a formar un Consejo de Estado, pero como la agitación no cesaba y los grupos seguían pidiendo su salida del poder, hubo de abandonar la presidencia, y su lugar fue ocupado por el doctor Rafael F. Bonelly, quién además de ser fundador de la Unión Cívica era vicepresidente del Consejo de Estado. La instalación del Consejo de Estado fue una obra exclusiva de la Unión Cívica y la embajada norteamericana. Pero ese gobierno era provisional, y por tanto debía convocar a elecciones. El 20 de diciembre de 1962 fue la fecha escogida, y aunque participarían varios partidos, la pelea se centraría entre el PRD, que postulaba a Bosch como su candidato presidencial, y la Unión Cívica, que postulaba al doctor Viriato Fiallo.
En principio, nadie le vio a Bosch posibilidades de triunfo. Se entendía que la Unión Cívica, apoyada por la iglesia católica, la oligarquía y la embajada norteamericana, ganaría fácilmente. Pero el vegano de 53 años entendía que con un mensaje social destacando la pobreza del pueblo podía ganar el favor popular. Y eso hizo. Empezó un programa de charlas en las que hablaba de los problemas económicos y sociales, y eso cambió totalmente la correlación de fuerza y la percepción de los diversos sectores. Con un lenguaje llano y con su planteamiento de que lo importante no era un gobierno que reviviera el odio entre trujillistas y antitrujillistas, sino uno que se dedicara a combatir la miseria del pueblo, fue conquistando los corazones de los dominicanos, y eso llevó a los poderosos, incluyendo de manera principal a la iglesia católica, a adversarlo abiertamente y con saña. La iglesia se propuso, de manera inexplicable, impedir su triunfo, y para eso puso en ejecución un plan que consistía en acusarlo de comunista.
La guerra de la iglesia católica fue intensa y abusiva. Lo que parecía una lucha por el poder entre dos partidos políticos se convirtió en una contienda entre Bosch y la iglesia católica. Por todas partes, en las iglesias, en la radio, en la televisión y en los periódicos, los sacerdotes repetían lo mismo: Juan Bosch es comunista y no debe ganar.
Pero lo que rebosó la copa fue un artículo publicado el 13 de diciembre por el padre jesuita de origen español Láutico García, en el cual lo acusaba de comunista. En respuesta a esas acusaciones, pero sobre todo, a la acusación lanzada por el padre Láutico García, el 14 de diciembre, faltando sólo seis días para las elecciones, Bosch publicó en el Caribe un comunicado en el que amenazaba con no participar en las elecciones si no cesaba la campaña en su contra. Pero como la iglesia no se retractó ni cesó en su campaña hostil hacia él, se vio forzado, el 15 de diciembre, a retar al padre Láutico García a un debate televisivo para discutir lo relativo a su acusación. El padre aceptó, y el debate se efectuó el 17 de diciembre a la 9.30 de la noche en el programa Actualidades, del periodista Salvador Pittaluga Nivar.
El debate duró varias horas y el país entero estuvo pendiente de él. Cada quien planteó su criterio y refutó el del otro con entera libertad y respeto. Pero Bosch se llevó la mejor parte. El padre, forzado por la dialéctica de sus argumentos, admitió el error de de sus acusaciones.
Los dominicanos, pero sobre todo, los perredeístas veían ansiosos el desarrollo del debate, y cuando vieron que el padre Láutico García se había retractado supieron que la victoria estaba sellada, como en efecto ocurrió tres días después, cuando Bosch obtuvo una contundente victoria de alrededor del 60 por ciento.
El pueblo, en su mayoría trujillista, y seducido por el atractivo mensaje de Bosch, desafió el poder social nada menos que de la iglesia católica y votó por un hombre poco conocido entonces, constituyendo su victoria una importante lección para los que participan en política y quieren ganar elecciones.
Y es la de que cuando se combina un mensaje seductor con el apoyo de importantes fuerzas sociales, económicas y políticas con un candidato atractivo y carismático, lo que al principio se ve imposible puede tornarse posible. El desafío es tener la flexibilidad de ver y leer correctamente la coyuntura, escoger el candidato indicado y no dejarse llevar por las destructivas pasiones del odio, a la hora de elaborar la táctica y la estrategia de un proceso político electoral. Eso fue lo que hizo de manera magistral el gran maestro de la política dominicana, Juan Bosch. Y triunfó.