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Del postrujillismo al posdanilismo

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Con los sesenta años cumplidos esta semana del atentado que puso fin a la vida del dictador Trujillo, florecieron las reflexiones en las que se pasaba balance al tiempo transcurrido, como una forma de juzgar hasta dónde las metas de crear una auténtica democracia en República Dominicana se han acercado a la realidad.

Como una muestra de lo lento que ha sido el proceso democratizador, se refiere lo traumático que ha sido para la organización política que perdió las últimas elecciones, con actitudes que revelan su poca disposición para aceptar el cambio, mientras la que ganó luce tímida con el poder que el pueblo puso en sus manos para que dirija los destinos de la nación hacia un puerto de esperanza y realizaciones.

El derrotado Partido de la Liberación Dominicana (PLD) admitió a través de sus dirigentes más connotados que no estaba preparado para perder y el ganador Partido Revolucionario Moderno (PRM) luce como si no estuviera listo para ganar. De acuerdo a mediciones estadísticas, la ciudadanía no percibe al PRM en el poder.

No es descabellado el paralelismo entre el Partido Dominicano de Trujillo, que gobernó 31 años, y el PLD de Danilo Medina, que permaneció 16 años consecutivos en la administración pública. Son las dos organizaciones políticas de más tiempo en el ejercicio gubernamental sin alternabilidad en toda la historia nacional. De ahí que los aparatos burocráticos, castrenses y policiales con los que se ven obligados a gobernar quienes sustituyen esos regímenes, operan con esquemas del pasado, tornando casi invisible un cambio en esos estamentos por parte de la ciudadanía.

Juan Bosch, el primer presidente democrático elegido tras los 31 años de Trujillo, tuvo que arar con los bueyes dejados por la dictadura, y esa con misma situación parece encontrarse Luis Abinader, elegido 16 años después de la toma del poder por un PLD con vocación de eternidad en la cosa pública.

Como ocurrió con los trujillistas, a los peledeistas les ha resultado una experiencia impropia de un partido democrático su salida del gobierno. Los rumores de atentados contra fiscales, de reuniones militares, acciones calificadas de terroristas en el Aeropuerto Internacional de Las Américas José Francisco Peña Gómez, junto a los casos de corrupción con indelicadezas infantiles, podrían revelar la inmadurez orgánica de algunos dirigentes del PLD para aceptar los cambios que impone la democracia.

Lo que vive en estos momentos el PLD, y como consecuencia la sociedad dominicana, demuestra porqué en democracias como la de los Estados Unidos se crean, de manera institucional, escollos para que ningún partido permanezca más allá de dos períodos en el gobierno. La idea de eternidad por parte de cualquier organización política en la administración pública conduce a traumas como los que ahora se observan en el país.

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Muchas de las irregularidades e indelicadezas de las cometidas por pasados gobiernos peledeistas probablemente no se habrían producido de haberse tenido el convencimiento de que el poder es pasajero. Muchos de sus hombres y mujeres pensaron que el poder era eterno, como le ocurrió a trujillistas para cometer sus crímenes durante 31 años.

Sesenta años después de la decapitación de la dictadura, los dominicanos han tenido que convencerse de que gran parte de su liderazgo político y militar no está maduro para la democracia. La resistencia al cambio dispuesto por los votantes, el administrar los fondos públicos como una propiedad familiar, los privilegios militares  y los nudos legales dejados al gobierno siguiente para que el mismo fracase no son manifestaciones democráticas.

El posdanilismo se asemeja al postrujillismo porque se vive como etapa de incertidumbre, cuando lo que se estila en las naciones verdaderamente democráticas es la normalidad de la continuidad del Estado. Las denuncias de atentados contra fiscales anticorrupción, en especial para asesinar a la magistrada Yeni Berenice Reynoso, advertencia que también ha hecho por lo menos un comunicador, habla muy mal de los avances del sistema democrático 60 años después de la muerte del dictador.

Es lo que el veterano diplomático canadiense John Graham describe con las siguientes palabras: “seis décadas después de la muerte de Trujillo, muchos de sus métodos se siguen aplicando desde el poder y el país vive bajo su sombra”. ¡Hasta cuándo, Dios mío! ¡Hasta cuándo!

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