EEUU siempre estuvo al tanto de la conjura que terminó la tiranía del generalísimo Rafael Trujillo

Redacción/elCorreo.do SANTO DOMINGO: Desde varios años antes de producirse el magnicidio contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, la noche del 30 de mayo de 1961, acontecimiento que el próximo domingo cumple 60 años, los organismos de inteligencia de los Estados Unidos estuvieron permanentemente al tanto de la conjura. Tanto, que a través de uno de sus más conspicuos embajadores en el país, el escritor Jhon Bartlow Martin, expresa en su libro “El Destino Dominicano”, que al momento del tiranicidio, habían más de cien conspiraciones en contra del generalísimo Trujillo. “No es imposible. Los jefes de la que tuvo éxito eran Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza”, afirma el diplomático en la citada obra, en la recoge sus vivencias durante el tiempo que sirvió como embajador ante el gobierno del profesor Juan Bosch, en 1963 y representante del presidente Lindon B. Johnson en la revolución de abril de 1965. Al analizar los motivos y participantes en el ajusticiamiento del sátrapa, Bartlow Martin manejó la hipótesis de que los conjurados actuaron empujados por venganzas personales y/o resentimientos por bochornos recibidos de “El Jefe”. Muchos e razones dispares Planteó que los conspiradores tenían poco en común. Varios eran militares al servicio de Trujillo y casi todos de una forma u otra estaban comprometidos con él (el dictador), algunos íntimamente. “Sus motivos variaban. Caritativamente, digamos que algunos eran indudablemente patriotas auténticos. En otros el patriotismo se mezclaba con el instinto de defensa. Y otros, simplemente, debían ser jóvenes aventureros”, consideró. En ese sentido, el diplomático señala que “De la Maza era hermano del piloto (y miembro del Cuerpo de Ayudantes Militares de Trujillo), Octavio de la Maza, asesinado en el caso (del gallego Jesús de) Galíndez”, lo que le dio motivos para terminar con la vida de Trujillo. De Juan Tomás, consignó que era general del Ejército, cuya hermana, temiendo que Trujillo sospechara que estaba en la oposición, había pedido asilo en la embajada argentina. El dictador pidió a su subalterno antiguo, que la persuadiera de pedir la protección diplomática, lo que no pudo lograr. “Trujillo lo humilló públicamente, le cruzó la cara con su fusta de montar a caballo, y le privó de su rango”. Ningún dominicano puede soportar la humillación pública; ofende su cualidad más preciada: el macho. A partir de ese momento, Juan Tomás comenzó, a principios de 1961, a conspirar contra el tirano”, agrega. Detalles del complot destruidos por el SIM Convencido, aseguró que el relato completo de la conspiración del 30 de mayo “no se ha escrito nunca y probablemente no podrá completarse jamás, pues todos los conspiradores menos dos han muerto y la mayor parte de la documentación fue quemada por el SIM (Servicio de Inteligencia Militar)”. Reveló que él había reconstruido algunos episodios “utilizando varias fuentes contradictorias, sin que en algunos casos se puedan reconciliar las contradicciones”, expresando que de antemano había unas 20 personas comprometidas directamente, otros conocían la conspiración y unos se unieron a ella más tarde. Dio por un hecho cierto que el programa (del atentado) contaba de tres partes: un grupo de ocho, a los que identificó como “los pistoleros”, matarían a Trujillo y entregarían su cuerpo al segundo grupo en casa de Juan Tomás. “Este segundo grupo presentaría el cuerpo al general José René Román Fernández, a la sazón secretario de las Fuerzas Armadas y casado con una sobrina del Jefe, quien sumiría el mando del gobierno. Arguye que su participación en el plan fue fruto de las humillaciones de que víctima por el tirano, como lo confesó a los que le interrogaron tras ser descubierta su conexión con los tiranicidas. “Trujillo me calificaba constantemente de estúpido, imbécil e idiota, sin otra razón que no fuera el propósito de humillarme”, explica Bartlow. De su lado, a Luis Amiama Tió, quien pudo sobrevivir, igual que Antonio Imbert Barrera, a la persecución de que fueron objeto, por parte de los remanentes del trujillato, se unió a los enemigos del Jefe, por un asunto personal “se trata de él o yo”, dice el autor que le confesó éste. “Amiama Tió era un hombre de negocios, propietario de una cadena de gasolineras, con buenas relaciones en las esferas políticas y militares, ya que fueron compadres al bautizarse cada uno un hijo del otro”, señala. El plan Fue en este contexto que Amiama, al participar en la fiesta de cumpleaños de Román, en febrero de 1961, celebrada en una finca de este último, le confió que junto a Juan Tomás, Antonio De la Maza “y muchos otros”, planificaban la muerte del generalísimo, invitándolo a que se uniera a la conjura. “No es necesario matarle, basta con raptarlo y obligarle a que abandone el país junto con su familia”, respondió el alto militar, a lo que su compadre le observó que esa salida era ingenua. Entonces Román le pidió que volviera con un programa detallado. Así lo hizo. Trujillo sería ultimado, sus familiares y el presidente títere Joaquín Balaguer arrestados y deportados. Si Ramfis, el hijo mayor del Jefe, que se encontraba en Francia, retornaba al país, también correría igual suerte. Si todo salía como lo programaron los complotados, se establecería una junta militar, encabezada por Román y Juan Tomás sería rehabilitado como general e incorporado a la dirección del país, la que convocaría a elecciones tres meses después. “Pero pasaban las semanas, los meses y no sucedía nada. Por tanto, el general Román, aunque sea difícil creerlo, decidió que todo era un juego. Se le fue de la memoria. Se le olvidó”, agrega. Tejada Pimentel Respecto a Huáscar Tejeda Pimentel, dijo que era un arquitecto cesante, que se unió a la conspiración, cuando visitó a Juan Tomás para pedirle dinero prestado, quien le explicó los planes contra el dictador. Tejeda Pimentel le dijo que ni siquiera sabía empuñar un revolver. “Todo lo que tienes que hacer es apretar el gatillo”, le replicó Juan Tomás. Con este episodio, el escritor estadounidense quería dejar establecido que la lista de personas que conocían la conjura era “increíblemente larga”, y que si algunos pensaron en avisar a la víctima no lo hicieron fue porque “temían que Trujillo se riera de ellos, los pondría en ridículo, o incluso los castigara”. Imbert Barrera A Imbert Barrera lo presenta como un ex gobernador provincial de Puerto Plata, a las órdenes de Trujillo, cuyo hermano, Segundo Imbert, había sido el militar “más poderoso y según algunos, más cruel” de la demarcación. La caída en desgracia del general Imbert ante Trujillo, al considerarse sospechoso de estar relacionado con la invasión de Luperón. Se le degradó, acusó, juzgó y condenó a 30 años de cárcel. García Guerrero Al teniente Amado García Guerrero lo define como “pieza clave” para la ejecución del atentado, porque formaba parte del Cuerpo de Ayudantes Militares del real gobernante del país. Los últimos minutos del tirano “A las 8:30 PM, uno de los conjurados, el teniente García Guerrero, llamó por teléfono al oficial de guardia de la casa de Trujillo y le preguntó si éste salía esa noche. El oficial le dijo que ya se había puesto el uniforme, lo que significaba que iba a San Cristóbal”, recreó los minutos antes de la muerte del Jefe. Previo al viaje a su pueblo natal, Trujillo fue a la Base Aérea de San Isidro con el general Román Fernández, en una inspección sorpresa, lo que llamó la atención frente a subalternos de los problemas que había encontrado. Tras tener la confirmación del viaje a San Cristóbal, García Guerrero avisó a Juan Tomás que Trujillo iría a y éste a los demás participantes en la emboscada, los que, como días anteriores, vigilaban en tres autos la prolongación de la avenida George Washington. El reloj marcaba las 9:25 PM cuando el generalísimo abordó el auto Chevrolet 1957, sólo acompañado de su chofer Zacarías de la Cruz y sin la seguridad invisible reglamentaria. Al llegar a la esquina formada por las avenidas Máximo Gómez con Washington, el primer carro, que ocupaban Salvador Estrella Sadhalá y Pedro Livio Cedeño, se coloca detrás y al pasar por la Feria de la Paz…, el segundo auto se une a persecución. En este último vehículo iban Imbert Barrera, quien lo conducía, De la Maza Vásquez, a su lado, mientras el asiento trasero lo ocupaban el teniente García Guerrero y Bienvenido García Vásquez, quien era pariente de la Maza. El tercer auto, que esperaba más adelante, estuvo ocupado por Roberto Pastoriza y Tejada Pimentel, los que colocaron el vehículo en medio de los dos carriles de la carretera, impidiendo el paso al Chevrolet que llevaba a Trujillo. “Al aproximarse el coche de Trujillo al obstáculo, el segundo automóvil que le seguía se colocó a su altura. Antonio de la Maza llevaba una escopeta de cañón doble, calibre 12, disparó a través de la ventana trasera del de Trujillo, desprendiéndole el costado”, revela Bartlow. Así terminó la pesadilla del hombre que saqueó a su antojo y avasalló la población dominicana, durante 31 años. |