Farid KuryPerspectiva

Balaguer y Leonel: lecciones de liderazgo

Por Farid Kury

Colaboración/elcorreo.do

Perspectiva: Ningún político o candidato presidencial se posiciona positivamente si en el imaginario popular prevalece la creencia, errada o no, de que él es manejado como un títere por otro líder, superior a él en personalidad, carácter y liderazgo. Nada puede ser más perjudicial para la imagen de ese liderazgo que ser percibido con esa debilidad, es decir, sin carácter ni personalidad.

Lo mismo pasa también con un presidente de la República, que aun cuando haya llegado, en una coyuntura determinada, al poder, si es visto como sin carácter. Esa imagen es fatal para un jefe de gobierno y para un candidato presidencial.

Un jefe de Estado está obligado a despejar cualquier duda sobre su carácter, templanza, personalidad y liderazgo. Lo mismo va para el candidato presidencial. Ambos, el presidente y el candidato, por necesidad, deben definir, mediante acciones, un camino propio, sus propias personalidades y sus propios liderazgos. Una imagen de debilidad los descalifica para enfrentar los problemas de una nación con carácter y energía. La gente no sigue ni se cohesiona en torno a alguien percibido con debilidad de carácter.

El doctor Joaquín Balaguer llegó al poder, bendecido por los norteamericanos, en 1966. Lo acompañó, escogido por él, Francisco Augusto Lora como vicepresidente. De una personalidad fuerte, Lora tenía notable influencia en el Partido Reformista. Muchos, incluso, lo veían con mayor carácter y personalidad que Balaguer. A Balaguer lo afectaba los 31 años a la sombra de Trujillo. Y también la campaña desatada, tras la muerte del Jefe, por la Unión Cívica Nacional y el 14 de Junio en su contra, presentándolo como un «muñequito de papel». En la fuerza de los hechos, sin embargo, el doctor ni era un muñequito de papel ni era débil de carácter ni era manejado por Lora. En Balaguer la gente confundía su estilo, discreto y prudente, con debilidad.

Pero él, zorro al fin, sabía que esa imagen debía ser cambiada sin demora. Y llegó una opotunidad. El 25 de junio, cinco días antes de tomar posesión como Presidente de la República, anunció al país una lista de personas que ocuparían cargos importantes en su gestión a iniciarse el 1 de julio. En esa ocasión, un periodista le preguntó que si para esos nombramientos consultó al vicepresidente Lora. El hombre vio en esa pregunta la oportunidad para despejar dudas y afianzar su imagen, marcar su territorio. Y actuó en consecuencia, como un actor que sabe que la política es teatro y los políticos son actores. Se encabritó, y a la velocidad del rayo, queriendo demostrar exagerada incomodidad por la pregunta, con su voz estentorea y subida de tono, dijo: «Yo no tengo que consultar con nadie. Yo solo consulto con mi almohada».

Te puede interesar:   Inversión de valores

El mensaje estaba dado: aquí el que manda soy yo, y nadie debe equivocarse. Y si alguien se equivoca paga por ello.

Otro que tuvo que luchar contra esa percepción, y como Balaguer, salió victorioso, fue el doctor Leonel Fernández. El profesor había llegado al poder con el apoyo del doctor Balaguer en una segunda vuelta. Por su juventud y por su afabilidad y decencia se le veía con debilidad de carácter. Grave error. Muy lejos de ahí. Y muy pronto el país se daría cuenta del error. Dos hechos, a escasos días de ser Presidente, iban a hablar claramente de su carácter, personalidad y de su criterio sobre el poder. Fue cuando, tal vez en contra de su voluntad, hubo de cancelar a un amigo suyo, que a mí me consta le tenía afecto. Se trata del economista y escritor Miguel Solano, quien cuestionó públicamente una decisión ética de un funcionario, muy amigo del Presidente. El Presidente entendió que esa denuncia afectaba a su gobierno, y procedió a cancelarlo, pese a ser su amigo. El otro hecho fue cuando destituyó al Secretario de las Fuerzas Armadas, el Mayor General Rojas tabar, quién quiso presionarlo a actuar en contra de los que lo involucraban en la desaparición y muerte del catédrico y dirigente político Narciso Gonzalez, Narcisazo. A partir de ese momento nadie más volvió a equivocarse con el presidente joven.

La política es percepción. Ella sustituye la realidad. Incluso, para algunos es la realidad. Un candidato presidencial, si quiere triunfar, debe ser, como esos líderes, celoso con su imagen y poder. Jamás debe permitir que sea percibido con debilidad de carácter o parte del ajedrez de otro. Si no logra ser percibido con carácter, imagen y personalidad propias, no llegará muy lejos.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba