Perspectiva

Diferencia entre Hillary y Trump

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: En 2016 la competencia por la presidencia de Estados Unidos entre Hillary Clinton y Donald Trump se desarrolló en una atmósfera tensa. El candidato republicano impuso su sello. Atacó a Hillary de manera inapropiada. La calificó de perversa, y hasta insinuó que podía terminar en los tribunales.

A causa de una conspiración donde estuvo envuelto el FBI, que faltando 15 días para el día D formuló una aviesa acusación contra Hillary, ésta terminó perdiendo las elecciones, pese a obtener 3 millones de votos más que Donald.

Aquella noche el mundo observó como Hillary, aun destrozada por la derrota, se armó de valor, reconoció su derrota y felicitó a ese hombre, que ella y millones más consideraban no merecía ocupar la Casa Blanca.

Pero una cosa es lo que el político considera de su adversario y otra muy distinta son los hechos, que son tozudos, como dijo en Rusia un político de principios del siglo XX.

Y un político inteligente no batalla contra un hecho consumado. Ahí lo que procede es cumplir con la norma y con la tradición. Hillary cumplió.

Un político inteligente, como un general inteligente, no expone su ejército a batallas inútiles. Un político inteligente reconoce cuando pierde, se retira de forma ordenada, y preserva su ejército para futuras batallas llamadas a llegar muy pronto.

Donald Trump acaba de perder convincentemente, en el voto electoral y en el voto nacional, la batalla por su reelección.

A diferencia de Hillary, que tiene formación política y académica, éste hombre, que no tiene formación política, no ha querido reconocer su derrota y menos felicitar al presidente electo Joe Biden.

Armado de una soberbia de la que hizo gala en su mandato presidencial ha alegado fraude en su contra. Alegato que ni siquiera se ha interesado en demostrar.

Si Donald está pensando que como él es el jefe de la Casa Blanca todo le puede salir bien está errado.

El sistema constitucional norteamericano establece reales límites al poder, entre éstos, al poder presidencial. En una ocasión, hace muchos años, un magistrado de la Suprema Corte de los Estados Unidos,  Louis D. Brandeis, afirmó: “lo importante del sistema constitucional norteamericano no es promover la eficacia, sino impedir el ejercicio del poder arbitrario».

Su poder como presidente tiene serios límites para el ejercicio arbitrario. En ningún caso puede en lo mínimo influir para cambiar el voto y la voluntad de los norteamericanos.

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También este hombre parece ignorar que en los Estados unidos cada estado tiene su propia legislación electoral. No hay una legislación nacional, como sucede en los países latinoamericanos. Y para que una instancia llegue al Tribunal Superior, que al parecer es su plan, un tribunal competente del estado en cuestión debe declarar que hubo fraude en su demarcación.

Y eso es improbable debido a que en cada estado donde hubo alegatos de fraudes y pedidos de paralización del conteo por parte del equipo jurídico de Trump, esas instancias fueron rechazadas.

En conclusión, la derrota de Trump es un hecho consumado e irreversible. El 20 de enero desalojará la Casa Blanca que será ocupada por Joe Biden y su familia.

Ahora bien, aquí hay aspectos que están por encima de Trump como figura. Está en juego la preservación del Partido Republicano para las futuras batallas. Y el comportamiento errático de Trump, sin duda, está causando daños importantes a la imagen de ese partido.

Todos los ejércitos y partidos pierden y ganan batallas. Pero se empeñan en salir de la derrota lo menos lesionados posible. Donald es lo contrario. Donald está empeñado por salir lo más lesionado posible. Y en ese empeño está lesionando también al Partido Republicano.

Eso tiene a líderes republicanos molestos con él, por lo que han estado desligándose de su proceder, al felicitar al presidente electo. El ex presidente George Bush felicitó a Biden y dijo que su victoria ha sido justa e íntegra. El mensaje está claro.

A la derrota electoral, Donald está sumándole al Partido Republicano una derrota moral y emocional. Recuperarse de una derrota electoral no es tan difícil. Sucede con frecuencia. Lo acabamos de ver con el propio Partido Demócrata y con el partido de Evo Morales en Bolivia. Lo que es sumamente difícil es recuperarse de la derrota cuando va acompañada de una derrota moral y emocional.

Al Partido Republicano le va a llevar un buen tiempo recuperase de los efectos del huracán Trump. Tal vez, más de 4 años.

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