Farid KuryPerspectiva

La política como negocio

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Al ministro Orlando Jorge Mera, un hombre afable, que hizo política con decencia y altura, su amigo lo pudo matar por un exceso de confianza, aunque el golpe es de quien lo da. El disgusto, el rencor, el odio y el resentimiento de ese amigo no nacieron esa infausta mañana, sino mucho antes. Ese amigo llevaba mucho tiempo reclamando el otorgamiento de permisos y otros grandes favores, que comprometían la imagen y la moral de Orlando. Es la clásica conducta  del que hace política, que es la inmensa mayoría, pensando que al llegar su partido al gobierno se va a servir con la cuchara grande, sobre todo si tiene amigos poderosos. Hay que decir también que esa conducta es estimulada por los propios políticos, de todos los partidos, que con tal de conseguir apoyos se comprometen a todo, aun conscientes de que hay cosas que no podrán cumplir. Es el criterio de que lo importante por ahora es conseguir el apoyo y llegar al gobierno que lo otro se resuelve después.

Pero ese amigo al no ser complacido, conociendo el país hoy su agresivo temperamento, de seguro debió haber manifestado muchísimas veces su inconformidad, decepción y agresividad. Sabrá Dios cuántas veces le reclamó, en tono airado, a Orlando «cumplirle».  Ciertamente, Orlando, ingenuo y sin malicia, no pensó que su amigo podía llegar a matarlo, y por eso no tomó ninguna medida, ni siquiera cuando el matador llegó a su despacho armado, agresivo, insultando, tronando y amenazando. Esa abierta y desafiante actitud del asesino llevó a la asistente del ministro y a un policía a sugerirle buscar seguridad, a lo que Orlando, lamentablemente, se negó alegando que Miguel era su amigo. Minutos después se oyeron los disparos. El amigo, el maldito amigo, convertido en asesino, había matado a quien desde hace tiempo emocionalmente ya no consideraba su amigo.

Te puede interesar:   RD, Venezuela y la Edad Cínica

De todas maneras, y al margen de las consideraciones expuestas en los párrafos anteriores, ese condenable y trágico hecho pone al desnudo el fundamento del sistema político en la República Dominicana. Es sobre esa lógica y esa realidad que aquí se ha hecho y se sigue haciendo política. La gente hace política para  ascender en la escala social y económica.  Y eso se asume con la mayor naturalidad. La política es una vía, y una vía muy buena, para la movilidad social.

Resulta que el mundo ha cambiado, pero la mentalidad de la clase política y de la gente no ha cambiado. Como el mundo ha cambiado, hoy muchas de las cosas que se hacían en el pasado para favorecerse y favorecer a los amigos y compañeros ya no se pueden hacer. Moisés Naím, en su libro, El fin del Poder, ha gráficado la nueva realidad del poder con esta frase: «el poder hoy se consigue rápido, se puede usar poco y se pierde rápido».

Pero nuestros políticos siguen haciendo política como siempre. Ofrecen de todo, se comprometen a todo, crean expectativas, y luego cuando las expectativas se desvanecen vienen los problemas.

Hace muchos años el profesor Juan Bosch, con la autoridad que le daba su absoluta honradez, habló insistentemente de lo trágico que es cuando se asume la actividad política como negocio. No se le hizo caso. Sus prédicas entraban por un oído y salían por el otro. Hoy tenemos el agua al cuello, y créanme, los problemas apenas empienzan. La conducta personal de ese individuo, hoy asesino pero hasta la semana pasada un hombre honorable,  no es sino el reflejo de la descomposición y putrefacción de todo el andamiaje político.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba