La corrupción unió a políticos, militares, policías y empresarios contra el Triunvirato

Redacción/elCorreo.do
SANTO DOMINGO: Una de las razones por las cuales el gobierno de facto que encabezó el empresario Donald Reid Cabral fue enfrentado por importantes sectores militar-policial-empresarial, se debió a la inocultable corrupción que se desarrolló meses después de producirse el derrocamiento del presidente Juan Bosch, la madrugada del 25 de septiembre de 1965.
La cúpula castrense, la policía y un grupito de empresarios encabezados por el mandatario, se apoderaron de importantes actividades comerciales, mediante el contrabando de mercancías, en perjuicio de los tradicionales importadores de la casi totalidad de los bienes y servicios más demandados por la población.
Ante esta distorsión, se fueron uniendo voluntades para frenarla, importando poco el precio a pagar, incluyendo la propia vida.
Por eso fue un secreto conocido por casi toda la población, los aprestos conspirativos, iniciados desde septiembre de 1964, bajo el liderato de Rafael Fernández Domínguez y Miguel Ángel Hernando Ramírez, con dirigentes del partido de Bosch, el Revolucionario Dominicano (PRD).
Posteriormente fue incorporado el que a la postre devino en líder de los enfrentamientos escenificados desde el comienzo de las hostilidades iniciadas desde la tarde del 24 de abril de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Sabido de todos era la empatía surgida entre el presidente Bosch y el mayor Fernández Domínguez, hijo del mal recordado general trujillista Ludovino Fernández.
De manera que, con la caída de Bosch, también lo hizo el joven militar, quien “por prevención”, fue sacado del país por las nuevas autoridades (el Triunvirato) semanas después del golpe de Estado (en octubre), como agregado militar a España y de allí a Chile.
Sin embargo, la ausencia física del líder castrense lo que hizo fue fortalecer el movimiento conspirativo, con la adhesión de nuevos oficiales superiores, subalternos, clases y rasos del Ejército, Aviación, Marina y la Policía.
Tal fue el caso de Atila Luna Pérez, Pedro Álvarez Holguín y Ney Nivar Seijas, este último acérrimo seguidor del exiliado en Estados Unidos y último presidente de la dictadura, Joaquín Balaguer.
También el coronel José Morillo López y hasta el jefe del poderoso Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), Elías Wessin.
Desde luego, tanto Reid Cabral como el gobierno estadounidense estaban al tanto de la situación crítica que se vivía en el país, pero carecían de moral para llamar la atención a quienes rechazaban las indelicadezas como actuaban los principales funcionarios del ilegítimo régimen.
Según consigna el escritor y diplomático John Bartlow Martin en su libro “El Destino Dominicano”, la administración del presidente Lindon B. Johnson conocía de las conspiraciones “pero no les concedíamos importancia…las conocíamos, pero no las teníamos bien clasificadas”.
“El 11 y 12 de abril de 1965 la CIA informó de que el partido de Juan Bosch, el PRD, conspiraba con oficiales militares (incluso algunos participantes en el golpe de septiembre -JAR) de para derrocar a Reid Cabral y establecer una junta militar, dirigida por Bosch (¿?)”, indica Bartlow Mártin en la página 610 de su obra citada.
Ante la ausencia de Bosch en el país, éste ordeno el regreso del joven dirigente perredeista José Fco. Peña Gómez, quien se encontraba exiliado en Puerto Rico junto al ex mandatario, quien inició una serie de discursos por Radio Comercial, entrada en críticas severas contra el Triunvirato de dos miembros.
Fue durante la alocución del 24 de abril que éste recibió la llamada del capitán Mario Peña Taveras, anunciando el arresto de la plana mayor del Ejército, encabezada por el general Marcos Rivera Cuesta, quien había ordenado apresar al grupo de oficiales señalados como conspiradores por el presidente Reid Cabral.
Desde ese momento, con el llamado de Peña Gómez para que el pueblo se lanzara a las calles en respaldo de los militares sublevados, comenzó lo que se conoce como “La Revolución de Abril de 1965”.