Frank NuñezPerspectiva

Violencia de pareja y cultura dominicana

Por Frank Nuñez

Colaboración/elcorreo.do

 PERSPECTIVA: Las estadísticas sobre las muertes de parejas en el renglón de la violencia intrafamiliar en los últimos 30 años muestran un evidente fracaso de las políticas y los programas aplicados para reducirlas, lo que demanda de una reorientación del tema, con estudios profundos sobre las causas que las `provocan, abandonando el simplismo de un enfoque exógeno, divorciado de nuestra cultura, con la  generalización propia de los organismos internacionales, los mismos que se empeñan en aplicar agendas globales que desprecian la identidad de los pueblos.

Tanto las leyes como los programas puestos en práctica, cuyos fracasos están a la vista de todos, han partido del criterio de que la violencia intrafamiliar, con los denominados “feminicidios” o “feminicidios suicidios”, son producto del “machismo del hombre dominicano”. Nacen de un enfoque “feminista”, que, por tener un sesgo ideológico, se aleja del método científico, que exige investigar para llegar a conclusiones que permitan las debidas recomendaciones, a fin de resolver el problema planteado.

El “feminismo” es una “ideología” basada en el resentimiento por las diferencias biológicas que distinguen al hombre de la mujer. Tanto que se criticó en su tiempo la teoría freudiana sobre “la envidia del pene”, sin embargo, teóricas del feminismo más reciente, como la canadiense estadounidense Shulamith Firestone, llegaron a plantear una revolución feminista que implique “la eliminación de los privilegios masculinos mediante la eliminación de la diferenciación sexual misma y la destrucción de la familia biológica como la forma básica de la organización social”.

El libro “Teoría Feminista: Selección de Textos”, publicado por el Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), trae los planteamientos de Firestone en los que condena a la biología por los privilegios que, a su juicio, otorga al sexo masculino, por los privilegios que, a su juicio, otorga al sexo masculino, por lo que entiende conveniente la destrucción de la “familia biológica” y las diferencias sexuales como recurso indispensable para “la mujer liberarse de la biología opresiva y crear su independencia económica y la de sus hijos, y surgirán libertades sexuales no alcanzadas hasta hoy”.

El caos infernal que se vive en la denominada era posmoderna, han parido  explicaciones científicas sobre la “crisis de la pareja”, como la tesis demostrada por el psiquiatra español Enrique Rojas Montes, en su libro “Remedios para el Desamor”, tiene su origen en esas cruzadas antinaturas, anti biologías y anti familias que iniciaron en los Estados Unidos entre los años ochenta y noventa del siglo pasado los movimientos feministas, asociados con los LGTB, infiltrados en los organismos internacionales.

La idea de eliminar las diferencias de los sexos ha impactado los sistemas educativos, con la aberración de que sean los niños que elijan el género que quieran tener al llegar a la edad adulta, como si la biología y la naturaleza no lo pusieran en evidencia antes de que se materialice la llegada al mundo de una nueva vida.

Con la arbitrariedad propia de los que ejecutan las agendas globales, influenciadas por las teorías antinaturas, hoy auxiliadas de la inteligencia artificial, han pretendido ignorar la cultura dominicana y sus tradiciones.

En ese desprecio a nuestra cultura descubrimos el fracaso de los programas y las leyes destinadas a reducir la violencia intrafamiliar y los denominados “feminicidios” y “feminicidios suicidios”. Entendemos que la aplicación a rajatablas de criterios que van en contra de nuestra cultura, ha traído como consecuencia el aumento de esos casos lamentables.

En nuestra columna del emblemático periódico El Caribe, comenté dos obras de reciente publicación, que refieren al autor del primer asesinato cometido por un europeo contra su pareja en la Isla de Santo Domingo, en los primeros años coloniales. Una es autoría de la religiosa dominica Luisa Campos Villalón y otra fue publicada por la Universidad Autónoma de Santo (UASD), en la que describe la relación histórica de la Orden de los Dominicos con la entidad académica, en sus “500 años de lucha por la justicia”.

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En el ensayo biográfico Pedro de Córdoba: Precursor de una comunidad defensora de la vida, la hermana Campos Villalón, tras destacar las virtudes evangélicas del sacerdote llegado a la isla en 1510, a la edad de 28 años, cuenta el caso curioso de Juan Garcés, un español que había “vivido fugitivo por haber dado muerte a su concubina por razones de celos”.

Para el imaginario colectivo actual, resultaría paradójico que el mismo hombre que dio muerte a su pareja, se conmoviera hasta la indignación al observar “las crueldades de que son víctimas los indígenas por las manos de sus coterráneos”. Pese a que Garcés había participado en la barbarie que amenazaba con extinguir a los aborígenes, al enterarse de la llegada de los continuadores de Santo Domingo de Guzmán, “toca una noche a la puerta del caserón de pajas del convento”, y, arrepentido, pide que le den albergue, “para expiar su pecado por el resto de su vida”. Luego, Garcés fue recibido “como hermano en la orden”.

Por venir del centro de la crueldad que significó la colonización, Garcés pudo edificar a los frailes encabezados Pedro de Córdoba. El investigador Raymundo González, basado en los escritos de Fray Vicente Rubio, dice en su ponencia recogida en el libro “Los Dominicos y la UASD”, que Garcés también había “apuñaleado un compatriota”, aunque le reconoce su aporte a los religiosos, entre los que figuraban Antón de Montesinos y Bartolomé de las Casas.

El perdón a Garcés, serviría para estudiar y comprender actitudes actuales frente a la infidelidad femenina y el “feminicidio”. Y es que en la cultura dominicana se perdona con más facilidad al marido que reacciona violentamente contra la mujer que le engaña, que aquel que perdona la infidelidad. Mientras al “feminicida” se le perdona y reivindica en cargos oficiales y de otras categorías, al “cornudo” se le considera indigno de ser tomado en cuenta, estigmatizado con calificativos cercanos al excremento y la muerte social.

El asesino del “Padre Canales”, en el relato de César Nicolás Penson, también había sido perdonado tras quitarle la vida a su mujer. El mismo asesino proclamó que si cuando él mató a su concubina la justicia le hubiera pagado con la misma moneda, él no hubiera matado al Padre Canales. “¿Quién mató al Padre Canales?, la Justicia dominicana”, decía el psicópata.

Los hombres y mujeres dominicanos deben estar conscientes de que el fracaso de las leyes y programas supuestamente dirigidos a evitar las muertes de mujeres a manos de sus cónyuges tiene su raíz en la aplicación de políticas alejadas de nuestras culturas y costumbres. No es lo mismo pedir un servicio de res en el Típico Bonao que en un restaurante de Nueva Delhi, capital de la India. Los esquimales no perdonan al visitante que se niega a dormir con la esposa que gentilmente le ofrece para el disfrute sexual. El dominicano no perdona al que permite una mirada sensual a su pareja por parte de un tunante.

Como el que mató al Padre Canales, hay que preguntar: ¿Quiénes están mandado a la muerte a tantas parejas feminicidas y suicidas en República Dominicana? Los que aprobaron leyes y programas sin tomar en cuenta nuestras culturas, por complacer agendas destinadas a destruir nuestras familias y “eliminar las diferencias sexuales” en la sociedad.

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