Farid KuryPerspectiva

Ucrania: un año después

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: verdad tiene que ser dicha. Cuando el 24 de febrero del 2022 la Rusia de Vladimir Putin inició la invasión a Ucrania se pensó que aquello sería un paseo. Se entendió que Ucrania no tendría manera de resistir frente al avasallante ejército ruso, y que la victoria rusa sería contundente en cuestión de días.

No ha sido así. Nos equivocamos. El mundo se equivocó. Rusia no ha resultado, como se creyó, tan fuerte, ni Ucrania tan débil. Un año después, sí, un año después, Rusia aun no ha podido cantar victoria. Y al parecer, por lo que se ve, ya no podrá, si por victoria entendemos el poder ver consumado el propósito inicial de la atrevida invasión, que era no solo la anexión de las regiones pro rusas del Donestk y Lugansk, sino de toda Ucrania. Esa opción sencillamente no está a la vista.

A esta altura carece de fundamento el argumento difundido al inicio de la guerra, el de que Rusia no se había impuesto rápidamente porque estaba evitando usar todo su poderío militar para no causar grandes destrucciones y matanzas de civiles. Los rusos históricamente no les paran a nada de eso. A Putin menos. A este señor, de infulas zarinas, no le importa los muertos ni las destrucciones.

Es bueno saber que producto del uso avasallante e indiscriminado del poder de fuego ruso van decenas de miles de fallecidos, millones de desplazados y decenas de ciudades y pueblos destruidos. Esos números fríos deben estremecer a la humanidad, y no la estremecen . Esos números, además, prueban que Putin no ha escatimado recursos para terminar la tarea rápido. Sin embargo no ha podido. Ucrania sigue de pies.

Desde la Segunda Guerra Mundial ese conflicto es sin duda el mayor conflicto bélico en Europa, que ha afectado la economía mundial, sobre todo las economías de los llamados países del Tercer Mundo como República Dominicana.

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En un dramático escenario donde no hay vencedor ni vencido no se vislumbra, por ahora, un fin a esa terrible guerra, que solo la mentalidad de Putin, de añoranzas imperiales pasadas, pudo producir. Es una guerra que nunca debió ocurrir.

En la fuerza de los hechos se trata de una guerra, aunque de manera indirecta, entre Estados Unidos y Rusia, que hoy es tan capitalista como el país de Abraham Lincoln.

¿Qué sigue ahora? ¿Seguirá Rusia con sus pretensiones de querer dominar y anexar a Ucrania o se transará con las regiones del Donesk y Lugansk o tendrá que marcharse sin lograr nada? ¿Seguirá la ONU sin poder incidir en el conflicto? ¿Seguirá Estados Unidos con su decisivo apoyo a Ucrania? ¿Seguirá Ucrania resistiendo o qué tiempo podrá seguir resistiendo la guerra? ¿Seguirá Europa y su OTAN aferrados a ver a Rusia como adversaria y aferrados al derecho de ingresar a la OTAN a otros países? ¿Y China y la India seguirán sirviendo de soporte y ayuda a Rusia frente a las sanciones económicas?

Bueno son muchas las interrogantes y pocas las respuestas. En realidad, es difícil proyectar lo que pueda pasar. Porque en todo esto hay otra verdad, y esa otra verdad también debe ser dicha. Y es el negocio, el gran negocio, que implica esa guerra. No olvidemos que esa guerra insensata, como todas las guerras, está produciendo grandes beneficios económicos a los banqueros y a los sectores ligados a los negocios de armas, tanto en Rusia como en Estados Unidos. Y esos dos sectores, el militar y el financiero, son los que al final del cuento quiénes han determinando en los últimos años la marcha del mundo. Y mientras esos marchantes estén ganando muchos billetes con la guerra de Ucrania habrá guerra en Ucrania, aunque el mundo se perjudique. Ese no es su problema. Y es tan así que cuando esa guerra termine esos sectores se inventarán otra guerra.

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