Farid KuryPerspectiva

Peña Gómez y Antonio Guzmán

Por Farid Kury

Colaborfación/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Aquel octubre de 1937, el niño, que en el transcurso de su vida sería conocido por el mundo con el nombre de José Francisco Peña Gómez, sólo tenía siete meses, cuando el tirano Rafael Leonidas Trujillo ordenó la matanza de haitianos.

Aun no sabemos con exactitud cuántos haitianos fueron degollados por las tropas trujillistas. Lo que sí sabemos es que fueron miles, y también sabemos, que muchos dominicanos negros huyeron a Haití para no ser acuchillados, porque  la guardia, en muchos casos, no diferenciaba un negro haitiano de uno dominicano.

María Marcelino, la madre del niño, junto a su esposo Oguis Vicente, vivían en la Loma del Flaco, de Mao, cuando se regó como pólvora por toda la Línea Noroeste la terrible noticia de que la soldadesca de Trujillo estaba recogiendo y asesinando a todos los negros, sin importar que fuesen haitianos o dominicanos.

Esa no era la orden. Pero  muchas veces los rumores alteran lo original. En el camino el mensaje se va distorsionando. La orden era matar haitianos, no negros dominicanos. Pero el pánico jugó su papel y llevó a muchos a temer por sus vidas solo por ser del color de la noche.

María era negra, muy negra, pero no haitiana. No había nacido en Haití ni había pisado tierra haitiana. Pero aquella noche lo único que le pasó por su mente fue agarrar a sus muchachos y huir hacia Haití. Allí, pensó, podía encontrar seguridad para ella y sus hijos. En la huida, sin embargo, hubo de abandonar a sus hijitos, pequeñitos e indefensos, antes de penetrar a territorio haitiano y perderse para siempre.

La fortuna quiso que el niño Peña Gómez fuese encontrado por una familia piadosa, cuando prácticamente estaba al borde de la muerte. Esa familia crió al niño con amor y dedicación. Pero el niño creció sin volver a ver a su madre y sin siquiera saber nada de ella. Sólo sabía que estaba en algún lugar de Haití.

Transcurrieron los años, y en base a un talento natural, y también de muchos esfuerzos y dedicación, Peña Gómez logró convertirse en maestro, abogado y  en una figura importante del Partido Revolucionario Dominicano y de la política dominicana.

Al llegar el PRD al gobierno en 1978, quiso aprovechar su posición de principal líder popular de ese partido, para rastrear a su madre en Haití. Varios amigos e intelectuales colaboraron con él en esa tarea, hasta que un día le comunicaron haber encontrado su cadáver.

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Alegre y emocionado visitó al presidente Antonio Guzmán al Palacio Nacional, el mismo en el cual, según él, seguían rondando los espíritus y fantasmas de Trujillo, para comunicarle de ese importante hallazgo, y de personas que la conocieron y atestiguaban que era dominicana llegada a Haití a raíz de la matanza de 1937.

Pero Antonio Guzmán, oligarca convertido en presidente, no le prestó atención alguna a las palabras de Peña. Sólo atinó a decirle, según escribiera el fallecido periodista Leo Reyes: «Tú estás loco, Peña, no te lleves de eso».

Aquellas palabras dichas con desdén e indiferencia fueron mortales para él. Salió con la moral en el suelo y con el alma destrozada. No esperaba eso de Antonio Guzmán, precisamente del hombre que con su prestigio y liderazgo popular había ayudado a llegar a la presidencia de la República.

Jamás pudo olvidarlas y jamás pudo perdonar a Antonio Guzmán. Para muchos, los ataques feroces que al final del gobierno de Antonio Guzmán lanzó contra él se debieron, en parte,  a ese episodio. Su alma, generosa en lo político, no pudo olvidar esa ofensa personal. Muchas veces las ofensas personales dejan más heridas que las ofensas políticas.

Meses después, ya fallecido Antonio Guzmán, las osamentas de María Marcelino fueron traídas a Santo Domingo y enterradas aquí. Su hijo, que con sus  discursos cautivaba las grandes multitudes, pronunció un emocionante panegírico donde, entre otras cosas, dijo estas palabras, que para muchos eran la respuesta a la indiferencia de Antonio Guzmán:

«Si tu alma todavía sin paz revoloteaba como una mariposa sin rumbo, vete ahora tranquila directamente a tu destino final, y espérame, que antes o después de mis enemigos, un día perdido en el futuro yo también seguiré tus pasos y entonces ellos que maldijeron mi nombre y el tuyo porque no nací como el color de la nieve, sabrán que en la casa de los muertos no hay reyes, ni príncipes, ni presidentes, ni ricos, ni pobres, ni blancos, ni negros, solamente polvo».

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