Frank NuñezPerspectiva

Pablo Neruda entre nosotros

Por Frank Núñez

Colaboración/elcorreo.do

PERSPECTIVA: Muchos años antes de que la Academia Sueca le otorgara el Premio Nobel de Literatura en el año 1971, ya Pablo Neruda era un clásico de la poesía en lengua española, famoso desde joven por sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, con una serie de acontecimientos que marcaron su existencia, como fueron dos guerras mundiales, dictaduras latinoamericanas y la Guerra Civil española, que la vivió en carne propia, sufriendo crímenes como los que acabaron con las vidas de sus amigos Miguel Hernández y Federico García Lorca.

El extenso poema que le dedicó a nuestro país en momentos que se encontraba intervenido militarmente por los Estados Unidos, en febrero de 1966, demuestra el conocimiento cabal de nuestra historia, el aprecio por la dominicanidad y su solidaridad en tiempos difíciles, deseándole la recuperación de su soberanía. De ahí que mencionara por su nombre en los versos a personajes como Cristóbal Colón, Trujillo, Johnson, presidente estadounidense y Juan Bosch, derrocado gobernante dominicano.

Pese a que Neruda fue militante del Partido Comunista de su país, lo interpretamos como una exigencia del momento, etapa en que todo intelectual llegó a fijar posiciones en un mundo caracterizado por las ideologías. Pero entendemos que el autor de Residencia en la tierra fue más que nada un militante de la poesía.

Testimonios autorizados de intelectuales dominicanos que le conocieron en Chile dan cuenta de la admiración que sentía el poeta Pablo Neruda por el pueblo dominicano, muy especialmente de su poesía, hasta llegar a memorizar poemas de Arturo Pellerano Castro, como el famoso: “Yo quisiera mi vida ser un burro”. Quien obtuviera el Premio Nobel de Literatura en 1971, soñó con conocer nuestro país, poco después de publicar su Versainograma a Santo Domingo, a propósito de la segunda intervención militar de los Estados Unidos a la República Dominicana, en 1965.

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Fue el periódico El Caribe uno de los primeros medios en publicar cómo grupos de la entonces bullanguera y anárquica izquierda dominicana se encargaron de frustrar el sueño del bardo chileno, después que el entonces rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Andrés María Aybar Nicolás, anunciara su visita en 1968, mientras el presidente Joaquín Balaguer hiciera saber que no tendría ningún inconveniente en la patria de Juan Pablo Duarte.

Tal como recordara recientemente en un artículo Alejandro Paulino Ramos, este diario publicó en su página principal que el grupo conocido como “Pacoredo” llegó a colocar letreros en la UASD donde repudiaba a Neruda “como hombre, como poeta y como revisionista”. Los izquierdistas criticaban en el poeta el vivir en una mansión con gustos burgueses, propagar el amor por la carne, el vino y el dinero, lo que consideraban pilares del “espíritu de la burguesía”.

Razón tuvo el escritor Manuel Mora Serrano para calificar de vergonzosa la actitud de aquella izquierda delirante que obligó a Neruda suspender el viaje al país que tanto admiraba, hasta el punto de cantarle ante el mundo: “Perdonen si les digo unas locuras/ en esta dulce tarde de febrero/ y si se va mi corazón cantando/hacia Santo Domingo, compañeros”. Las letras fueron llevadas al pentagrama e interpretadas por la inolvidable Sonia Silvestre.

Neruda, de cuyo nacimiento se cumplieron este mes 120 años, demostró con su canto que amaba más a Santo Domingo que aquella partida de “gallolocos” que le impidieron su llegada, quienes ni siquiera han tenido la grandeza de disculparse, años después. De la manera que el poeta termina su Versainograma a Santo Domingo, entre lo sensual y lo dramático, demuestra su grandeza artística y humana: “Me gusta en Nueva York el Yanqui vivo/ y sus lindas muchachas/ por supuesto. /Pero en Santo Domingo y en Vietnam/ Prefiero norteamericanos muertos”.

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