Perspectiva

No siempre el fracaso ajeno es triunfo del contrario

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: En el nivel primario de hace unas décadas se le daba a los niños una materia llamada “lectura comprensiva”, en la que el maestro o la maestra, después de escuchar atentamente al educando leer un texto, pasaba a cuestionarlo sobre lo que había interpretado de lo escrito por el autor. Nunca faltaba el poema Un pleito, del bardo nicaragüense Rubén Darío, que narraba el conflicto entre dos gatos que se habían robado un queso, pero que ninguno quería tocar una porción menor que la del cómplice, sino justamente igual, por lo que recurrieron a un mono para que les sirviera de mediador.

En la política dominicana ha sido una constante que la confrontación de dos, antes que lograr la victoria de uno de los competidores, ha beneficiado a un tercero. En el caso actual, en medio de la crisis sanitaria y económica que vive el mundo, apostar al fracaso del presidente Abinader, en la forma que parece esperarlo el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), de acuerdo con un audio filtrado la semana pasada de su líder Danilo Medina, la aventura y la disolución nacional podrían ser la tenebrosa cosecha, antes que un retorno de los que fueron desalojados del gobierno por el voto popular en el 2020.

La irreconciliable disputa de los felinos, en la poética dariana,  permitió al mono obtener ventajas de ambas partes, porque con premeditación partió el “rico queso de bola” en dos trozos desiguales, mientras ninguno aceptaba recibir el más pequeño. Hábilmente, el árbitro le daba un mordisco a la porción mayor, que pasaba inmediatamente a convertirse en menor, saboreando placenteramente el manjar que los gatos llevaron a su zona de confort.

Llegó un momento en que los contendientes, que Darío sólo los describe como “dos gatos de Angola”, pero que no dice si eran  negros, blancos, cenizos, marrones o barcinos, comprendieron que el hurto delicioso estaba siendo engullido por el mono, mientras ellos se lamían los bigotes desesperadamente. Los niños lectores ya habían sido atrapados por la magia del poeta nicaragüense, quien lo introdujo en la fábula desde el inicio: “Dizque dos gatos de Angola/ en un mesón se metieron,/ del cual extraer pudieron/ un rico queso de bola./ Como equitativamente/ no lo pudieron partir,/ acordaron recurrir/ a un mono muy competente; mono de mucha conciencia/ y que gran fama tenía/ porque el animal sabía/ toda la jurisprudencia”.

Hay que decir en defensa del mono que él no se les brindó a los gatos para que lo designara juez. Los mininos lo buscaron voluntariamente según el poema: “-Aquí tenéis –dijo el gato/  cuando ante el mono se vio-/ lo que este compadre y yo/ hemos robado hace un rato;/ y pues de los dos ladrones/ es el robo, parte el queso/ en mitades de igual peso e idénticas proporciones”. Aquel mono inteligente/ observa el queso de bola,/ mientras menea la cola/ muy filosóficamente”.

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Darío demuestra que el mediador tenía un alto concepto del trabajo que le buscaron los dueños fácticos del queso, hasta el punto de que fue respetuoso del debido proceso: “Recurrís a mi experiencia/ y el favor he de pagaros,/ amigos con demostraros/ que soy mono de conciencia./ Voy a dividir el queso,/ y, por hacerlo mejor,/ rectificaré el error,/ si hubiera con este peso”./ Por no suscitar agravios/ saca el mono una balanza,/ mientras con dulce esperanza/ se lame el gato los labios./ -Haz, buen mono, lo que quieras/dice el otro con acento/  muy grave, tomando asiento/ sobre sus patas traseras”.

Los gatos iban viendo que mientras el mono más mordiscos daba, menos posibilidad había de que los pedazos quedaran en mitades iguales. Es ahí cuando  las fierecillas recurren a propuestas salomónicas, incluso se mostraron dispuestas a tomar cualquiera de las partes, olvidándose de la equidad que tanto ansiaban. Los autores del robo estaban desesperados del hambre y el mono satisfecho, quedando demostrado que “el mal comido no piensa”, cuando uno, al ver que apenas quedaba una parte muy pequeña, quiso transarse por  cualquiera de las dos.

Lo más lejos que tenían los gatos era que el mediador que buscaron tenía derecho a sus honorarios.  “El juez habla de este modo/ a los pobres litigantes:/ “Hijos, la justicia es antes/ que nosotros y que todo”./ Y otra vez vuelve a pesar, / y otra vez vuelve a morder,/ los gatos a padecer/ y la balanza a oscilar./ Y el mono muy satisfecho/ de su honrada profesión,/ muestra su disposición/ para ejercer el derecho./ Y cuando del  queso aquel/ quedan tan pocos pedazos/ que apenas mueven los brazos/ de la balanza en el fiel,/ el mono se guarda el queso/ y a los gatos les responde:/ esto a mí me corresponde/ por los gastos del proceso”.

Pese a que la fábula de Rubén Darío debió ser concebida para la lectura comprensiva de los niños, en la coyuntura histórica que vive República Dominicana, “los gatos” que conforman el sistema de partido podrían estar abriéndole la puerta a la inestabilidad o al aventurerismo que ya ha desestabilizado muchas naciones. Lo que aconseja el momento es la unidad nacional para enfrentar los difíciles retos de las crisis sanitarias y económicas, sin adoptar actitudes recalcitrantes como la de los gatos, que robaron solo para su descrédito, mientras el mono gozó de una hartura de queso manteniendo incólume su reputación de juez.

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