Frank NuñezPerspectiva

Mujer, feminismo y feminidad

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Pese a enarbolar la bandera de la defensa a la mujer frente a los “abusos del macho opresor”, el feminismo como ideología desprecia la feminidad, definida como el conjunto “de características físicas, psíquicas o morales que se consideran propias de la mujer o de lo femenino, en oposición a lo masculino”.

La ideología feminista, con su pretendido combate a “lo macho”, no hace más que rendirle culto al varón, promoviendo la conquista de sus espacios por la mujer. El encanto femenino, ese que vuelve loco a los hombres, es visto por el feminismo como una tara cultural que debe ser desterrada de esta sociedad posmoderna.

La búsqueda de un mundo “no sexista” conduce a una humanidad desencantada, sin la ilusión del otro y la otra con una relación duradera, plena y satisfactoria. En las últimas décadas, sobre todo después del fin de la Guerra Fría, ha surgido una intelectualidad empeñada en extinguir los atributos que diferenciaron por siempre al hombre de la mujer. Feminizar al hombre y masculinizar a la mujer parece ser la meta, de ahí que haya surgido este mundo sin encanto en el que sobrevivimos.

Probablemente los hombres y las mujeres de mi generación, esos que oscilamos entre los cincuenta y los sesenta, pasemos a la historia como los últimos enamorados en los planos de la heterosexualidad. Los mismos organismos internacionales, la prensa y el cine, se revelan empeñados en que las parejas que van por la vida tomadas de la mano sean cada vez más del mismo género.

En este Día Internacional de la Mujer quisimos reflexionar sobre la agresión que sufren las féminas, forzadas a dejar de ser lo que han sido por razones naturales y culturales, con argumentos que supuestamente buscan defenderla del varón, ese infeliz al que mantienen dominado desde hace milenios con la magia de sus cuerpos irresistibles.

Al escribir estas líneas lo hago como una elegía, consciente de que estamos rodeados de ONG a las que mis conceptos le pican como ají montesino. Pero la gran víctima de los movimientos feministas y grupos LGTB ha sido la mujer, ya que la han puesto a renunciar del poder con que podían convertir a los hombres en sus esclavos. De amas, las mujeres se han integrado a la esclavitud del varón.

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Al entrar el mes de marzo comenté en mi columna del diario El Caribe las diferencias que encontramos en sendos libros de poemas publicados por dos jóvenes escritoras dominicanas surgidas en el Siglo XXI. Nos referíamos a los textos de Duleidys Rodríguez Castro y Lauristely Peña Solano, nacidas en los ochenta, poetas, seguidoras de Joaquín Sabina e inmersas en las redes sociales, como toda la gente del Mundo Global.

Sobre Rodríguez Castro y Peña Solano decíamos que mirada serena a sus poemas arroja que, con todo y la correspondencia en cuanto a lo estético, las separa diametralmente la manera en que asumen la sexualidad en este entorno dominicano donde la lujuria suele expresarse en el lenguaje de la calle sin la menor oposición de leyes, educación y cultura. En los textos podría observarse una contradicción entre el feminismo y la feminidad.

En Abyecta, poemario de Peña Solano, la escritora se rebela en contra de la cultura sexual dominicana, sobre todo en la manera que nuestros hombres cortejan a las mujeres que, en un feminismo radical, considera ofensiva. Es así como en el poema Deberes, dedicado a Micely Díaz, dice que ante las voces de los varones “me dan ganas de agarrarlos por el pene/ darles vueltas, así como descocotan a una gallina/ y luego colgarlos del techo”. Desea ponerlos “en posición cangrejo extrema/ mientras con una piedra mágica/ les machaco, una y otra vez los testículos”.

Nadie podría negar la obscenidad de piropos como “sácale cédula que ya está grande”, o “tanta carne y yo en cuaresma”, referidos por Lauristely. Pero, nacida en un mismo país, la poeta Duleidys habla muy diferente del otro sexo. En Diré fuego, texto que da título al poemario, canta: “Ven a mí como se viene al campo pisoteando flores/ Ven a mí como se vuelve a la patria, ajeno y maltrecho/ Enjuíciame/ Hace tiempo ya del destierro, de este duelo contigo/ De la cruel intriga, de la huida, pero ahora ven/ Mídete conmigo”.

Diferente a la voz feminista, la femenina grita: “Quisiera, naturalmente, confundirme con él/ Esbozar un triángulo,/ Subirme la falda y jugar,/ Cara o cruz.” Se trata de dos poetas con visiones diferentes, donde la primera asume una postura feminista y la segunda femenina, que es la que seduce al hombre verdadero.

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