Frank NuñezPerspectiva

Mirada a la niñez dominicana

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: El recogimiento de Semana Santa es propicio para meditar en el trato preferencial que brindó Jesús de Nazaret a los niños que se aferraban a su manto, muchas veces con la oposición y el desprecio de los mayores. Valdría la pena aterrizar esa mirada comprensiva del Nazareno a los pequeños en el suelo dominicano de este convulsionado Siglo XXI, con una reflexión serena sobre los peligros que amenazan a nuestros menores, en una sociedad donde la crisis familiar se encuentra en niveles insospechados y los valores en los que antes se cimentaba el hogar han sido derribados por la mandarria del mercado y la posmodernidad.

Lo ocurrido recientemente en el carnaval de Salcedo, donde el manejo irresponsable de fuegos artificiales cobró la vida de ocho niños y un adulto, es solo la punta del iceberg de la indefensión que acecha a la niñez dominicana, por un fenómeno que escapa a las leyes, y hasta al Estado en su conjunto, debido a que es la familia la principal autoridad llamada a proteger a los niños, con todo y la buena fe que observamos en el Código del Menor, creado mediante la Ley 136-03, promulgada por el entonces presidente Hipólito Mejía el 7 de agosto del 2003.

El pasado lunes 25 de marzo, el presidente Luis Abinader emitió un decreto que crea una comisión para evaluar y proponer mejoras en el sistema de protección especial de niños, niñas y adolescentes, con un enfoque especia en los hogares de paso gestionados por el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI).

Como la comisión creada por el Jefe del Estado dependerá del Ministerio de la Presidencia, bajo la responsabilidad de Joel Santos, para elaborar el diagnóstico que establece el decreto, deberá profundizar en los efectos de una serie de males sociales que se han disparado de manera exponencial durante los años que siguieron a la fecha de promulgación de la Ley que crea el Código del Menor.

Recuérdese que en el 2003 el tráfico y consumo de drogas eran insignificantes en comparación con lo que vino tras los efectos de la Ley de Lavado de dinero producto del narcotráfico. Al pagarle en especie a los exportadores del estupefaciente, éstos las disparan localmente por la vía del microtráfico, situación que ha contribuido a incrementar la delincuencia callejera y la violencia intrafamiliar.

Pero en el 2003 las redes sociales no tenían la presencia de hoy en la vida dominicana, que desgraciadamente exponen a los niños a las escenas más desgarradoras, tornándolos insensibles frente a los crímenes que fomenta el narcotráfico, sin que exista una legislación que castigue a quienes escandalizan a esa población que se encuentra en una edad que necesita recibir protección y cariño, mientras estudia y se recrea con sus juegos y fantasías propias de la inocencia.

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No debe olivdarse que la llamada música urbana, escuchada por niños y adolescentes, son también instrumentos para la promoción del consumo de drogas, la prostitución, el desprecio a las sanas costumbres, la búsqueda del dinero fácil, la cortesía y hasta el irrespeto a los mayores. Contra nada de eso hay barreras legales, lo que constituye otro elemento de indefensión de los menores.

Al exigir que se les permitiera a los niños llegar hasta él, Jesús de Nazaret, el venerado Maestro de Galilea, nuestro Salvador, por quién guardamos con respeto estos días de Semana Santa, dejó claro que si algo debe ser prioritario en el mundo es darle un trato privilegiado a esos angelitos que todavía no están facultados física y mentalmente para valerse y defenderse de manera independiente.

Que nadie pretenda politizar la tragedia ocurrida en el Carnaval de Salcedo, tornando más doloroso el duelo de las familias a las que pertenecían Carlos de Jesús Blanco Ovalles, con 12 años; Jean Elvis Jiménez y Adriel Leonardo Abreu, 5 años; Aquiel Diloné, de 11 años; Ángel Miguel Santos Ovalles, de 13; César Polonia, de 15, junto al adulto Henry Rosario Ortega, de 53. Lo cierto es que la sociedad dominicana en pleno, independientemente de la bandería política, el credo religioso o la posición económica y social, debe unificarse en la defensa física, mental y espiritual de nuestros niños.

“Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de los cielos”, dijo el Mesías. También planteó que para ser su discípulo había que ser “como un niño”. Ser como un niño en el mundo de hoy es no verlo todo de manera fría y calculada, que es lo que exige el capitalismo salvaje, con un consumismo que busca sustituir la fe en Dios y su hijo Jesús por las leyes del mercado y el dinero. Es la reflexión que dejamos, con motivo de esta Semana Santa de un crucial 2024.

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