
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: Con el anuncio del presidente Luis Abinader levantando el uso obligatorio de las mascarillas y la presentación de las tarjetas de vacunación en los lugares públicos, los manipuladores de siempre predicaron la especie de que el presidente había mandado a la población a no utilizar los medios de protección contra el Covid-19, recomendados por las autoridades de Salud Pública desde el inicio de la pandemia en marzo del 2020.
Todo el que escuchó la breve alocución del gobernante sabe que la única novedad anunciada fue que se puso fin a la obligatoriedad. Quienes gustan de tergiversar las informaciones, trataron de hacer entender que Abinader había mandado a la gente a no usar mascarillas, y lo que es peor, a no vacunarse.
En síntesis, el mensaje presidencial consistió en lo siguiente: “sigámonos cuidando, pero hagámoslo como responsabilidad ciudadana y no por obligatoriedad impuesta dictatorialmente por presión del Estado”.
Para sorpresa de muchos, incluyendo a quien esto escribe, después de la alocución de Abinader se ve más gente en las calles y en las plazas comerciales con sus mascarillas puesta correctamente que antes del levantamiento de la medida.
Y es que sigue como una tendencia en el comportamiento humano el resistirse a cumplir las prohibiciones radicales, experiencia que pudo comprobar el mismo Dios en el Huerto del Edén. “La fruta prohibida es la más apetecida”, se repite en los guetos y los callejones del mundo.
Lo que dispuso el presidente, tomando en cuenta la reducción del número de casos, que bajaron de 40 mil en enero a dos mil en febrero, era lo que esperábamos en diciembre, mes en el que los casos activos bajaron a pocos más de 4 mil, pese a que en enero del año 2021 superaban los 56,000.
Decíamos que a los terroristas de las redes sociales, como les ocurre a muchos medios convencionales, parecen no agradarles la idea de que la pandemia de la COVID-19 se encamina a dejar este mundo, al que ha postgrado y convertido en una cosa muy diferente a lo que era antes de su llegada.
Primero se creó la alarma de que los casos de coronavirus se saldrían de control con el inicio del año escolar de manera presencial, y lo cierto es que muy poco ha cambiado la situación después de la apertura.
Luego la oportunidad para alarmar a la población con la posibilidad de una hecatombe con un supuesto rebrote del coronavirus fue la inauguración del torneo del béisbol profesional en la República Dominicana, entretenimiento que suele aglomerar a muchos ciudadanos simpatizantes de los diferentes equipos. Las estadísticas de esa vez desmentían los rumores.
El ministro de Salud Pública le respondió esa vez a los terroristas de la desinformación sobre la Covid-19 que “en la actualidad no hay ni estado de emergencia”, y que por el contrario“, los miembros del Gabinete de Salud se mantienen optimistas ante las mejoras de los indicadores del virus COVID-19 y que tal como había anunciado, el resultado de estas mediciones es lo que llevará al Gobierno a tomar, o no, nuevas medidas de cara a las celebraciones navideñas de fin de año.
El ministro Rivera ha proclamado que se siente feliz “con los indicadores que ustedes están viendo”, al detallar que la positividad diaria ayer fue de 8, hoy bajó a 7 y el número de hospitalización y casos activos siguen bajando.
“Tenemos una vacunación adecuada a los tiempos de cualquier país, rumbo al 78% en primera dosis y rumbo al 64% en segunda dosis. Con la restricción de que tenemos que estar vacunados, de usar la mascarilla, amanecimos hoy con una positividad diaria de 7.77 y una positividad a las 4 semanas de 8.75, pero mejor aún, la hospitalización con los más bajos niveles para regresar a la normalidad”, decía el ministro de Salud, Daniel Rivera, en diciembre.
No Hay dudas de que la presencia del Covid.19 retornó a los niveles que se registraron a finales de noviembre, cuando entró el ómicron. Entendemos que la labor debe ser mejor promovida.
Las mascarillas seguirán siendo usadas por los contertulios de siempre, mientras se destruyen cada día más las caretas de la hipocresía y la manipulación. Es por eso que plantemos la consigna que ya es un coro nacional: mascarillas sí, caretas no.