Farid KuryPerspectiva

Luperón y Lilís: la  vocación

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: El General Gregorio Luperón no tenía vocación de poder, como Pedro Santana y Buenaventura Báez. Tenía vocación patriótica como Juan Pablo Duarte. Santana y Báez eran hombres del poder y Luperón era un hombre de la patria. El centauro azul era un hombre de espada y machete. Para él, lo primero era la patria y no el poder. Por encima de cualquier otra consideración Luperón era un prócer.

Más que el poder en sí, lo que  motivaba su alma de prócer era levantar su sable en defensa de la patria. Lo hizo en la guerra restauradora contra los españoles y lo hizo en la guerra de los seis años, esa que es considerada por muchos como nuestra tercera guerra de independencia, contra Báez y sus pretensiones antinacionales.  Lo hizo también, en la etapa final de su vida, contra la dictadura de Ulises Heureaux.

Lo que lo  motivaba era sentir el respeto y el aprecio que le prodigaban la gente.

En reconocimiento a su autoridad política y moral, tuvo por mucho tiempo la influencia necesaria para designar los candidatos a la presidencia del Partido Azul, cuyo nombre en realidad era Partido Nacional Liberal.

Solo en una ocasión los hombres del Partido Azul lo convencieron a aceptar las riendas del poder, aunque sea de manera provisoria.

Fue en 1879 cuando asumió la presidencia de la República, prefiriendo gobernar desde Puerto Plata, aunque por supuesto su autoridad fue extendida a todo el país.

Con Luperón, el Partido Azul inició su control absoluto de la vida política dominicana. El Partido Rojo, el de Báez, había perdido notablemente su influencia, y su líder, estaba en el exilio, viejo, enfermo, cansado y sin mayor interés por la política criolla.

Los verdes también estaban desprestigiados a causa de las malas gestiones de Ignacio María González. El camino estaba abierto para los azules.

Luperón encabezó un gobierno democrático y civilista, claro dentro de las circunstancias que lo podía permitir una sociedad sumamente atrasada, donde el capitalismo apenas empezaba.

Consciente de que los asuntos diarios tenían que ser resueltos en la capital de la República, designó a Ulises Heureaux,  como Delegado del Gobierno en Santo Domingo y el Sur, y también como Ministro de Guerra y Marina.

A diferencia de Luperón, Lilís sí tenía vocación de poder. Y estaba llamado a poner esa posición al servicio de su vocación para construir apoyos de diferentes sectores que lo ayudarían posteriormente a llegar al poder y sostenerse en él.

Era grande la responsabilidad depositada en Lilís, a quien trataba como a un hijo y en quien confiaba para garantizar la seguridad del gobierno.

Pero Lilís no sólo iba a garantizar la seguridad del gobierno. Siendo un hombre del poder también iba a usar esa posición para convertirse en un político de influencia y poder.

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Se vinculó a los sectores comerciales y azucareros del Sur que se proyectaban de cara al futuro inmediato como sectores hegemónicos. En los hechos, el presidente Luperón representaba los sectores comerciales del Cibao, concretamente, los de Santiago y Puerto Plata, mientras que su discípulo se convertía en aliado importante de los poderosos de Santo Domingo y de los azucareros del Sureste.

Astuto como pocos, se ganó la confianza de esos sectores, que lo veían como garante del orden, pero también como aliado del crecimiento de sus negocios.

Investido de todos los poderes,  tomaba decisiones que favorecieran económicamente a esos sectores, a cambio de lo cual ellos debían apoyar su autoridad personal. Así, mientras la mayoría de los intelectuales azules, entre ellos, el propio Luperón, seguían aferrados a las ideas liberales y al establecimiento de una sociedad democrática, muy difícil de lograr en una sociedad tan atrasada como era la nuestra entonces, el moreno de origen humilde iba forjando una alianza con los sectores económicos poderosos, y por tanto socialmente dominantes, con la visión de fortalecer su dominio personal, al margen del liderazgo del partido y del propio Luperón.

A la par de su alianza con los ricos, Lilís también tuvo la certeza de acercarse a los pobres. Entendió que para llegar al poder y solidificarse en él no bastaba sólo con el apoyo de los ricos. Era necesario también el apoyo de los de abajo, por ser éstos el núcleo social mayoritario y capaz de irse en cualquier momento a la revuelta armada.

Aliado con ricos y pobres fue construyendo la plataforma sobre la cual montaría posteriormente su dictadura personal. Eso sí, siempre tuvo cuidado de no dejar traslucir ni por un momento su interés de llegar  a la presidencia. Astuto, taimado, simulador, pero con una vocación de poder terrible, se empeñó en que no se viera como un competidor por el trono.

Por instinto se daba cuenta que eso le generaría enemistades contra las cuales aun no estaba preparado. Se empeñó en acumular fuerzas y esperar su momento. Y cuando ese momento llegó  el hombre sacó sus garras y no quiso soltar la ñoña jamás.

Con el apoyo de Luperón llegó al poder, y desde entonces empezó a trabajar para morir en él. Estaba hecho para el poder. Vivía y respiraba por el poder. Era su vocación y pasión. Luego cuando Luperón, percatado del monstruo que había ayudado a crear, quiso enfrentarlo, pero ya era demasiado tarde. La vocación de cada uno definió sus caminos.  Uno estaba hecho para el poder y el otro para la patria. ¿Qué hubiese pasado en la República Dominicana si con ese amor a la patria, el gran héroe Gregorio Luperón hubiese tenido también vocación de poder?

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