
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: Pocas horas después de dar unas declaraciones para la prensa en las que se pronunciaba en favor del estudio de la Biblia en las escuelas y colegios dominicanos, el ex presidente Leonel Fernández advirtió durante un encuentro con pastores evangélicos en La Romana que el mudo de hoy, del que forma parte la República dominicana, se encuentra sumergido en una crisis espiritual y ética.
Fernández, presidente del opositor partido Fuerza del Pueblo (FP), refirió las crisis económica, ecológica “y de otra índole”, pero hizo énfasis en las que tienen que ver con lo ético y lo espiritual, eso que la ciencia ubica en el renglón de los valores, es decir la axiología.
Probablemente a muchos le sorprenda que un político, curtido en una disciplina que ahora exige de tanto pragmatismo y relativismo ético, se muestre preocupado por el relajamiento que muestra la llamada sociedad posmoderna en lo que tiene que ver con la ética y la espiritualidad.
Mientras la ética exige el bien hacer de las cosas, la espiritualidad es una actitud frente a la vida que va más allá de las conveniencias momentáneas, que todo lo limitan a las ventajas materiales. Hay quienes reducen lo espiritual al quehacer religioso, pero el asunto va más allá, puesto que abarca otras inquietudes humanas, que incluyen el arte en sentido general y toda preocupación trascendente.
Ciertamente, lo ético y lo espiritual debe figurar en la agenda de todo político verdadero, y más si tiene visión de estadista, debido a que si los valores que encierran se desvanecen, las colectividades se convierten en ingobernables, que es la función correspondiente a quienes se consagran a la ciencia que Aristóteles describió en su Política como la del bien gobernar de los pueblos.
Los políticos no son moralistas ni tratadistas de ética, pero su intuición debe advertirles que en un medio donde campean los antivalores, la inmoralidad y el desprecio por los fundamentos éticos, sobre todo el que exige no hacerle al prójimo lo que no quieres que te hagan, se estaría sembrando el germen del despotismo, donde más que política, lo que funciona es la tiranía.
La crisis espiritual y la ética, que conviven con la económica, la sanitaria y la ecológica, constituyen amenaza por todo tipo de organización social. Las referidas por Fernández, insospechadas para muchos de los que compiten actualmente en el campo político, permean las organizaciones partidarias, los medios de comunicación, las empresas privadas y las iglesias.
Los intelectuales, que en un tiempo fueron vistos como la conciencia crítica de la sociedad, ahora se comportan como simples empleados públicos o privados, empeñados en defender los intereses del que le paga, dispuestos a cualquier trapacería con tal de mantener sus estatus.
En los últimos años el mundo ha quedado perplejo ante el comportamiento de pastores y sacerdotes, ansiosos de riquezas y atados a bajas pasiones, siendo la pedofilia una de las más deleznables. En República Dominicana los obispos están enfrentados en torno a lo que entienden debe ser la participación de la Iglesia Católica en el acontecer nacional. En tanto, un pastor sometió a otro a la Justicia por acciones ilícitas, mientras otra está en Najayo involucrada en actos de corrupción contra el Estado.
Una sociedad enferma, sin ética ni espiritualidad, es una complicación para cualquier estadista. Se trata de crisis que ojalá no sea el ex presidente Leonel Fernández el único político que ponga su voz de alarma frente al peligro que significan para la preservación de la sociedad. A los que aspiran a gobernar, los que están y los que vendrán, no les conviene la disolución social, porque entonces no tendrían pueblos para ejercer el gobierno.
NI tiradas de las greñas ni tomadas por las ramas son las declaraciones de Leonel en La Romana. Son tan realistas como los programas de vacunación que ejecuta el gobierno de Luis Abinader para evitar que la Covid-19 ponga en peligro la existencia del pueblo dominicano. Las crisis espiritual y y ética amenazan al mundo y a República Dominicana en particular, algo digno de reflexión, para la toma de acciones que reviertan la tendencia nefasta.