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Las fiestas de Navidad

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.com.do

PERSPECTIVA: La aclaración hecha por el presidente Abinader en su habitual encuentro con periodistas en el Palacio Nacional La Semanal sobre una supuesta prohibición de las fiestas navideñas en instituciones públicas llevó tranquilidad a la empleomanía que aprovecha el tradicional período para compartir al calor del compañerismo dominicano con la esperanza de que las conquistas pendientes pondrán cristalizarse en el año entrante.

La prisa que impera en la sociedad actual podría restarle importancia al tema navideño entre los dominicanos, sin embargo, es más serio de lo que muchos pudieran imaginarse. Además de que la Navidad tiene un origen religioso, pues se trata de la celebración del nacimiento de Jesús, que para los creyentes de todo el mundo es el hijo de Dios.

Invertir en la Navidad es tan importante como las inversiones que se realizan en salud, deportes y educación, por solo citar renglones vitales para el bienestar de la sociedad. Recordamos el escándalo estúpido que se armó por la contratación de artistas dominicanos, con derecho al trabajo para tocar fiestas en el período navideño, como si se tratase del peor de los actos de corrupción.

La Cámara de Cuentas, que tantas cosas debiera contar en un país donde los fraudes al Estado han sido escandalosos fen lo que va de siglo XXI, le cayó atrás a Tony Peña Guaba por el pago a reconocidos artistas cuyas trayectorias deben hacer sentir orgullosos a los dominicanos que aman la Navidad a ritmo de merengues y villancicos.

Los chelitos que le cuestionaron al heredero de José Francisco Peña Gómez son insignificantes para lo que representa la Navidad en el corazón del pueblo. Una cena de los corruptos que hoy andan sueltos en las calles se calculo en muchas veces lo invertido en actividades dirigidas a alegrarle el momento a los pobres, en una sociedad que la pérdida de valores ligada al consumismo le ha llenado de ansiedades y frustraciones.

Quien esto escribe sintió una profunda preocupación con las versiones de funcionarios que hablaban de prohibir la navidad en sus organismos, como fue el caso de Mario Lama, del Servicio Nacional de Salud (SNS), debido a que fue así como se inició en Estados Unidos la prohibición de la lectura de la Biblia y las oraciones en las escuelas, tras campañas con ese objetivo lidereada por Madalyn Murray, bautizada como “la atea más odiada de Norteamérica”.

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El argumento de la señora Murray era que la Navidad era una fiesta religiosa y la Constitución de los Estados Unidos prohibía que se fomentara cualquier religión a nivel estatal. Muchos ignoran el final infeliz de la precursora de la antinavidad en la hermana nación norteamericana, pero el daño creado ha sido irreparable.

Observamos con satisfacción que tras la afirmación del presidente Abinader de que las fiestas navideñas no han sido prohibidas por el gobierno, aunque si recomienda actuar con comedimiento y evitar el derroche, al bueno de Tony Peña lo están dejando contratar de nuevo a nuestros admirables artistas, además de otros programas a ejecutarse por la alegría del pueblo dominicano desde el Gabinete de Políticas Sociales de la Presidencia.

Quienes aconsejan a nuestro presidente para que no invierta en la alegría popular de las fiestas navideñas quieren verlo separado del pueblo, y por tanto, de las simpatías que lo mantienen como uno de los gobernantes mejor valorado de América Latina. Regalar, compartir, brindar, bailar y cantar es parte importante en la salud del pueblo dominicano, sobre todo en el ambiente familiar que las nuevas agendas quieren destruir.

Es por eso que celebramos la oportuna aclaración del jefe del Estado en su encuentro palaciego con los periodistas, demostrando que sintoniza con los sentimientos más profundos de los dominicanos, en una reiteración de lo que ha dicho desde que se juramentó la primera vez como gobernante, que es “un presidente que escucha”, lo que le permite tomar las mejores decisiones, para el bienestar de las mayorías.

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