La extraña lucha contra las drogas

La administración del presidente Donald Trump ha emprendido una lucha contra el tráfico de drogas que, en apariencia, parece ser real.
Sin embargo, esa lucha flaquea desde el momento en que se concentra en la oferta sin atacar el punto fundamental del problema: el consumo interno en los Estados Unidos.
El negocio de las drogas es igual a cualquier actividad comercial lícita, donde la demanda determina la oferta.
Es decir, la enorme cantidad de adictos existente en los Estados Unidos incide de manera fundamental en el esfuerzo que hacen los narcotraficantes por introducir su mercancía al mercado estadounidense y otros mercados.
Se dice que solo en el país del norte existen unos 35 millones de consumidores de algún tipo de droga narcótica, sea de manera habitual (dependientes que se pueden considerar enfermos), u ocasional dentro de la gama de los recreativos.
Junto que esta realidad está la otra, tan poderosa como la primera: los grandes receptores de la droga enviada por los carteles, cuyo predominio el territorio estadounidense es determinante, con una operatividad asombrosa, al punto que no se conoce ninguno que haya sido procesado.
Y concomitantemente a ello, está la enorme masa de efectivo que manejan esos capos, dinero que se las arreglan para ingresarlo al sistema financiero.
De modo que, la campaña del presidente Trump queda coja si solo se pretende acabar con el suministro de drogas, algo probablemente inalcanzable.
Debe ser una lucha pareja para que tenga sentido, no utilizarla con fines políticos o geopolíticos como luce ser.