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La caída de Anselmo Paulino: ¿Un error? (2/2)

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Siempre ha sido norma cortesana llevarse bien, o simplemente no llevarse mal, con los familiares del jefe, sobre todo, con la mujer que duerme con él. En la intimidad de una alcoba se tejen decisiones tan importantes que a veces cambian el rumbo de la historia. El poder de la almohada es tremendo. Logra lo que nadie puede. Al principio puede que no se le haga caso, pero teniéndola noche por noche a su lado, el dictador, por más dictador y autosuficiente que fuese, termina sucumbiendo. Paulino no tuvo suficiente cuidado frente al poder de la almohada, el poder de la alcoba. Al parecer creyó que con la protección del Jefe podía torear la animadversión de María y de Ramfis. Pagaría caro su grave error.

María le cogió mala voluntad porque, como Negro y Ramfis, le molestaba que para todo el Jefe tuviera que recurrir a él. Pero también un día, almorzando con el Jefe en Estancia Ramfis, Paulino en presencia de María, acusó a su hermano, Paquito Martínez Alba, de hacer negocios no santos. Aquello enfureció a María de forma tal que luego de insultarlo le dijo: «Mira tuerto del diablo, vete de mi casa y no vuelva jamás en tu vida». Dicen que Trujillo se molestó tanto con su esposa que le dijo: «¿Así tratas tú a mis amigos y en mi propia casa? Yo tambien me voy». Y efectivamente, según Ramón Ferreras, el chino, duró tres meses sin visitar su casa ni ver a María.

Fue una imprudencia de Anselmo. No debió abordar ese tema en presencia de María. Hay que saber escoger el momento para chismear. Pero donde las cosas se agravaron fue en 1954 en España, donde hasta el propio Generalísimo Francisco Franco elogió a Paulino. Fue cuando el Jefe lo invitó a venir a la República Dominicana y el caudillo español, en reconocimiento a la eficiencia y lealtad de Paulino, le respondió que si él tuviera funcionarios como Anselmo Paulino lo haría.

En España las contradicciones, elevadas a categoría de guerra, entre Paulino y prácticamente toda la familia de Trujillo, se agravaron. En pleno Palacio de la Moncloa se desarrolló una escena donde, al decir de Joaquín Balaguer, Ramfis llegó a decirle a su padre: «o él o yo». Tantas intrigas, tantos ataques, tantas presiones, terminaron minando en el ánimo del dictador el aprecio y la confianza en Paulino. Al parecer terminó creyendo en los argumentos de sus detractores o simplemente quiso ponerle fin a ese conflicto. Había resistido mucho, pero al final decidió romper la soga por lo más fino, y lo más fino era Paulino, su servidor leal, trabajador y eficiente. La sangre pesa más que el agua.

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A poco de regresar al país procedió. Un buen día, lo destituyó de todos sus cargos y hasta lo sometió a la justicia. Fue apresado, acusado y condenado. Estuvo preso durante 1 año y medio en la cárcel de La Victoria. Fue una caída estrepitosa, sin duda, la más estrepitosa de todas las acaecidas en la dictadura. Tal vez porque nadie había ascendido tanto en el favor de Trujillo, nadie tampoco sufrió tanto una caída. Hubo muchos que cayeron en desgracia y volvieron a engancharse. No fue el caso de Anselmo. Este cayó y jamás volvió al gobierno ni recuperó el afecto perdido. Por suerte, no fue asesinado, como Ramón Marrero Aristy. Al final, dice Balaguer, «logró el consentimiento de Trujillo para radicarse en el exterior, donde residió cómodamente hasta la hora de su muerte, gracias a la cuantiosa fortuna que poseía en acciones de la Mercedes Benz y en bancos de Suiza». Y el Ing. Francisco Catrain, un hombre de la intimidad de Paulino, comentó recientemente que sus acciones en la Mercedes Benz eran de 8 millones de dólares en 1954, cuando cayó preso, y cuando dos años después salió y se fue a Europa, las vendió en 108 millones de dólares. En Europa, Anselmo nunca hizo, por lealtad o temor, comentarios adversos al Jefe.

Muchos consideran que la caída de Anselmo fue un error de Trujillo. Entienden que los múltiples errores del final de la dictadura, como el intento de asesinato del presidente venezolano Rómulo Betancourt, el imprudente conflicto con la iglesia católica que le costó muy caro a Trujillo, y la muerte de las Hermanas Mirabal, no se hubiesen cometido. La salida de Anselmo, que siempre aconsejó prudencia frente a hechos delicados, dejó a Trujillo en los brazos de su hermano Negro, que era deficiente en asuntos de Estado. Solo le interesaban el dinero y las mujeres, y sobre todo, las mujeres casadas. También en los brazos sangrientos del hijo preferido, de su delfín, Rafael Leónidas Trujillo Martínez, Ramfis, y de Jhonny Abbes, dos personajes siniestros, imprudentes y criminales.

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