Farid KuryPerspectiva

Jesús y Pablo

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Jesucristo, como Socrates, no escribió. Pero predicó, y mucho. Llevó un mensaje y puso la gente a pensar. Sus palabras tuvieron tanta repercusión que enfadaron a la élite religiosa judía, aliada de la ocupación romana, y agrupada en el poderoso Sanedrín. El poder de las palabras de Cristo fue descomunal. Más de dos mil años después se leen y se interpretan con la devoción del primer día. Su muerte crucifcado en la cruz y su resurrección es el acontecimiento de mayor influencia en las creencias de la humanidad.

Es curioso que los primeros treinta años de su vida sean absolutamente desconocidos. El historiador se enfrenta a ese gran vacío. No se conoce donde estuvo ni lo que hizo en esos años. Ni los cuatro evangelios canónicos, ni los numerosos evangelios apócrifos, ni los historiadores como Tácito y Flavio Josefo, recogen nada significativo de ellos.

Sobre él se ha escrito mucho más que sobre cualquier otro. Pero nada encontramos sobre sus primeros años. Pareciera como si no existieron. De hecho, se conocen como los años perdidos de Cristo. Esos años son un misterio. Y como todo misterio, han generado muchas especulaciones. Unos dicen que estuvo en la India, otros en Inglaterra, otros que estuvo clandestino en Jerusalén luchando con una secta política contra el imperio romano, y otros, inclusive, dicen que estuvo en Europa.

De todas maneras, sus últimos tres años son los decisivos y se conocen en detalles. Y son tan importantes y de tanta repercusión, que dividieron el mundo en antes y después. Esos tres años cambiaron la historia y moldearon nuestra civilización. Los primeros treinta años pudieran interesar a los biógrafos e historiadores, pero los últimos tres compensan esa deficiencia historiográfica.

Aquí lo importante, en este caso, es su mensaje, sus enseñanzas, su sacrificio, sus prédicas, su relación con el padre y lo que significan su muerte, y sobre todo, su resurrección.

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Quien sí escribió, y mucho, fue Pablo de Tarso. Es Pablo quien más éxito tuvo en propagar el cristianismo. Fue el más influyente en esa tarea. De los 27 libros del nuevo testamento Pablo escribió 7 y sus discípulos escribieron 7 también. Y en los 4 evangelios se nota claramente la influencia de Pablo. Sus cartas son verdaderas y trascendentales joyas.

Pablo era un iluminado y un líder versátil y sumamente capaz. El más sobresaliente. Era un líder natural y se volvió un gran líder espiritual. Era también un visionario. Sabía captar lo importante de lo superfluo. Pablo captó la importancia de la muerte de Cristo. Pero más que eso: captó la importancia de la resurrección. Los discípulos captaron también lo decisivo de la resurrección, pero es Pablo quien propaga el hecho como un testimonio del plan divino.

El verdadero trabajo lo hizo Pablo, y lo hizo porque estaba capacitado para ello. Dominaba la lengua y la escritura. Hablaba y escribía muy bien. Era, como Cristo, un gran comunicador. Un verdadero comunicador. Pero a diferencia del Rabí de Galilea, escribió. Dejó por escrito su pensamiento, sus prédicas.

A mí siempre me ha parecido interesante y hasta curioso el que haya sido él, un antiguo y feroz perseguidor de los primeros seguidores de Cristo, y no uno de los doce discípulos, el escogido por Dios para tan importante papel. ¿Será que a veces no hay que ser de los primeros para hacer las cosas y ocupar determinados honores? ¿Será que no se trata de quién llegó primero, segundo o último, sino de quién es que tiene las condiciones para la tarea? Se trata de tener la virtud para saber escoger la persona indicada. Pablo era la persona indicada y por eso fue el escogido, entre tantos con más méritos que él, para tan suprema labor. El talento abre pasos y se posiciona, y Pablo era demasiado talentoso.

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