Frank NuñezPerspectiva

Irrespeto a la fanaticada dominicana

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

 PERSPECTIVA: El béisbol, o la pelota, como la política, es una de esas pasiones que impactan el ánimo de los dominicanos. Puede afirmarse que la pasión beisbolera es más fuerte que la politiquera, debido a que mientras en ésta podría perseguirse algún objetivo económico, en la primera lo único que busca el fanático es celebrar el triunfo de su equipo, llámese Tigres del Licey, Estrellas Orientales, Leones del Escogido, Águilas Cibaeñas, Toros del Este y Gigantes del Cibao, colocados en el orden histórico de las fechas en que fueron creados.

La muerte esta semana de una fanática mientras se proponía entrar al Estadio Quisqueya a presenciar un coque entre Tigres y Águilas ha llevado a muchos dominicanos a ver el caso como emblemático de los sacrificios que viven los seguidores del béisbol profesional, que deben pagar caras las boletas, mientras el consumo en palcos y graderías es tan elevado que hay que disponer de un alto presupuesto para darle esa recreación a la familia.

Quienes seguimos la pelota desde generaciones pasadas recordamos cuando las glorias dominicanas, como el recién fallecido Ricardo Carty, iniciaban y terminaban los campeonatos sin ningún inconveniente, pese a ser estrellas de Grandes Ligas en los Estados Unidos.

Hoy, hasta los novatos viven entrando y saliendo, con suspensión inmediata desde que así se lo exigen los equipos con los que juegan en el extranjero, desde Norteamérica, Japón, Corea o Taiwán. La situación provoca una inestabilidad en los equipos, cuyos dirigentes se ven obligados vivir la experiencia de Penélope, protagonista de la fábula griega que debía hacer y deshacer permanente un lienzo que nunca llegó a feliz terminación.

El último irrespeto que se han inventado es trasladar equipos como Licey y Águila a jugar fuera del país, cuyos partidos no son computados en el calendario oficial del campeonato, mientras abandonan los compromisos con la fanaticada local, pese a tener juegos suspendidos que deben realizarse para completar el programa de enfrentamientos. El fanático de aquí es plato de segunda mesa.

Recientemente se observó la resistencia de los directivos del Licey para participar en los juegos que se realizaron en Puerto Rico, tras rotundos fracasos en los intentos por protagonizarlos en Nueva York que provocó, debido a las desavenencias, que se suspendieran juegos pendientes para cumplir con un espectáculo que el mismo Félix Cabrera, el empresario que tuvo la iniciativa, dice que de seguir con ese formato no volverá a emprender la fallida aventura.

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Un juego entre Licey y Escogido que se suspendió por lluvia el 4 de noviembre y que había sido anunciado oficialmente para llevarse a cabo el 10 de diciembre, debió moverse de nuevo para el 23 de los corrientes, después que el calendario fue reestructurado de manera improvisada por los juegos de sábado y domingo en Puerto Rico.

Lo grave es que ni la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana ni las directivas de los equipos en cuestión tienen la decencia de pedir excusas a la fanaticada que pagó sus boletas y que hizo planes para los días indicados, con todo el derecho que le asiste por comprar el privilegio de presencia un partido y darle apoyo al equipo de su preferencia.

Es tal el irrespeto a la fanaticada dominicana, esa misma sin la cual la pelota como espectáculo se iría a la quiebra, que Usted escucha a un manager como Albert Pujols afirmar, ante las críticas del público por la inexplicable racha negativa del equipo que dirige, que si el dueño del conjunto lo despide se iría sin la más mínima preocupación a dormir como un lirón para su casa, lo que demuestra un desinterés visceral por conducir esa novena a la victoria.

Muchos seguidores del equipo que dirige Pujols se han preguntado qué secreto le habría comentado el ex pelotero de Grandes Ligas a los integrantes de la cadena radial del Licey, rival del Escogido, quienes decían sonrientes que no se atrevían a revelar por ese medio. El cometario se produjo durante el juego del 3 de diciembre, el cual estuvo 7 a 1 a favor de los rojos hasta el octavo episodio, cuando de una manera extraña los relevistas no hicieron outs hasta que los azules fabricaron las carreras de colocarse 8 a 7, como finalmente terminó.

Quienes desde la LIDOM y los equipos que la integran irrespetan a la fanaticada no se imaginan que están matando la gallina de los huevos de oro. La juventud dominicana se ha ido alejando de los estadios, que se llenan de personas maduras acompañados de nietos. Ya Puerto Rico vive esa experiencia de manera más crítica que aquí. Hacemos la advertencia con el objetivo de preservar una actividad que constituye una de las grandes pasiones entre los dominicanos.

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