
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: En un discurso de tres minutos emitido la noche del miércoles 16 de febrero, que ahora corre de boca en boca, el presidente Luis Abinader anunció el levantamiento oficial de las restricciones para la prevención de la enfermedad por coronavirus (covid-19) causada por el Sars-Cov-2, y las dejó a la voluntad de las personas, empresas e instituciones.
El mandatario, como el primero entre sus iguales, domina información privilegiada. No se sabe aún si eso habría motivado la decisión gubernamental. Solo él conoce, hasta ahora, si hay un mensaje ocultado predominante, diferente al explicitado en su discurso a la nación.
Sus adversarios, entretanto, atribuyen la decisión a una acción política para bajar las tensiones sociales provocadas por la inflación hija de factores coyunturales externos, o a una decisión apresurada dado el afán reeleccionista para 2024, como dice el exministro de Salud Pública, el peledeísta Rafael Sánchez Cárdenas.
Otros opinan que él prioriza lo económico ante lo humano. Prevén consecuencias fatales de la epidemia (pandemia para el mundo)
Y otros, más cautelosos, especulan que la libertad ha venido porque se habría alcanzado ya la inmunidad de rebaño o comunitaria; por tanto, la cepa del virus y sus variantes tendrían poco espacio para seguir contagiando con agresividad.
Inmunidad de rebaño ocurre cuando la mayoría de la población se hace inmune, por la vacuna o por la exposición al virus, y las probabilidades de propagación son muy bajas.
Pero, en lo que el hacha va y viene, vale plantear que el gobierno ha sufrido graves tropiezos para alcanzar la meta de inmunización de la población definida, pese a que logró temprano la importación de vacunas suficientes, primero la Sinovac china, y luego, cuando países poderosos como Estados Unidos, decidieron, AstraZeneca y Pfizer.
El país ha registrado 6 millones 123 mil 862 personas (56.5%) con al menos una dosis; 4 millones 964 mil 932 completamente vacunadas (45%), y un millón 304 mil 426 (12%). Ha reportado 4,354 decesos y 571 mil casos positivos.
El primer caso de la covid-19 en RD, según Salud Pública, fue verificado el 1 de marzo de 2020. Se trató un turista italiano que se había hospedado en un hotel del este. Desde la puesta en el mercado de los primeros inmunógenos, en 2021, el gobierno gestionó su compra sin reparar los altos costos generados por la novedad y la demanda internacional.
Mas ello no ha sido suficiente para lograr la inmunización esperada hasta este momento.
Un enemigo feroz ha frenado la buena intención de Salud Pública: carencia de una cultura de prevención que ella misma debió ayudar a construir desde su fundación, el 24 de noviembre de 1941 (Ley 013), si hubiese entendido la salud como estado de bienestar biopsicosocial.
La resistencia de la población a inmunizarse, pese a la gratuidad de los inyectables y a las altas probabilidades de no sufrir el impacto severo de la enfermedad, se puede atribuir, sin temor, a la escasa conciencia colectiva sobre la prevención. Y esa debilidad también la vuelve más vulnerable ante las dañinas corrientes de opinión antivacuna.
Para entenderlo mejor, vea el referente del exitoso caso Cuba, por ser un país caribeño, isleño y vecino de RD.
Impedida de adquirir las dosis en el mercado internacional, las autoridades cubanas lidiaron con el virus aplicando las medidas preventivas recomendadas por OPS/OMS, aunque durante un tramo del proceso la nación fue gravemente impactada por la variante delta.
Según los registros internacionales, poco más de un millón de personas han sido contagiadas, 8 mil 482 han muerto.
Ante el bloqueo, los cubanos han creado sus vacunas (Abdala, Soberana 02 y Soberana plus), y, aunque comenzaron tarde a inocular, los resultados son envidiables:
Con una dosis, al menos: 10 millones 594 mil 300 personas (93%); completamente vacunados, 9 millones 862 mil 067 (87.1%); dosis de refuerzo, 5 millones 776 mil 60.
Como se ve, respecto de RD, lleva la milla de ventaja. Más cobertura en menos tiempo y al menor costo, con menos ausentismo laboral.
Dirán que allá es obligatoria y aquí no; argüirán que aquel sistema es “comunista” y el nuestro, democrático.
La realidad, sin embargo, es que el sistema de salud de allá está fundamentado en la prevención. La gente está consciente de las consecuencias negativas de no vacunarse, y, en general, se resiste menos. De ahí el éxito en sus indicadores de salud, al menor costo.
El nuestro, no. Aquí, la gente ha jugado a desafiar el virus; dice que es una gripecita que se cura sola o con una tizana, cuando no cantaletea que es un inventado del gobierno.
La lección de la pandemia está ahí, como ejemplo, y debe ser aprendida y practicada.
El presidente Abinader tiene la oportunidad de oro de ordenar un frenazo al sector salud, para planificar en pos de una cultura de prevención que evite costosos dolores de cabeza como los de ahora. Dejar que los problemas ocurran para ir a resolverlos, es el peor negocio.
Es la oportunidad, también, para que se ponga en marcha un gran centro de investigación científica para la creación de vacunas y fármacos que ayuden a la salud colectiva y nos economicen grandes gastos en dólares con las compras en los veleidosos mercados internacionales.
Cualquier cantidad de dinero que erogue el Gobierno, resultará poquita, si conocemos los grandes beneficios que reporta una sociedad sana.