
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: Un hito histórico es una novedad que sirve de referente para diferenciar una etapa o un acontecimiento de otros relacionados que le antecedieron. Quienes disfrutan de lo baladí y superficial, como se promueve en medios y redes, vieron un hito en el traslado del acto solemne de la juramentación del Palacio del Congreso al Teatro Nacional Eduardo Brito. Pero quienes asumen la política como una actividad de responsabilidad ciudadana, le prestan atención a hechos más trascendentes, que marcan un antes y un después con la segunda ceremonia en la que Luis Rodolfo Abinader Corona y Raquel Peña Rodríguez fueron posicionados como presidente y vicepresidente de la República Dominicana.
En lo que tiene que ver con lo puramente político en la vida partidaria dominicana, hay que resaltar que es la primera vez en la historia de la corriente democrática representada en el viejo Partido Revolucionario Dominicano (PRD), hoy en el nuevo Partido Revolucionario Moderno (PRM), que uno de sus gobernantes logra una reelección presidencial. Talvez la pobre vocación de poder de esa corriente, que asumió como ideología la social democracia o socialismo democrático, la llevó a colocar en sus estatutos la prohibición de la repostulación, algo que ni siquiera estaba consagrado en la Constitución de la República. Juan Bosch, fundador del PRD y el primero en ganar unas elecciones tras el asesinato del dictador Rafael L. Trujillo el 30 de mayo de 1961, fue derrocado por un golpe militar el 25 de septiembre del 1963 con apenas siete meses de gobierno, por lo que ni siquiera hubo espacio para debatir una posible repostulación.
El viejo PRD pudo retornar al gobierno en 1978 con Don Antonio Guzmán como candidato presidencial, derrotando ampliamente al caudillo reformista Joaquín Balaguer, tras doce años de dictadura ilustrada. Fue necesario sufrir guerrillas, fusilamientos, una revolución armada que buscaba reponer la democracia, intervención militar norteamericana en 1965 que dio paso a los doce años balaguerista. Don Antonio no intentó reelegirse pese a que la Constitución no se lo prohibía, en lo que fue seguido por Salvador Jorge Blanco, quien lo secundó en la Presidencia durante el período 1982-1986. La división del otrora poderoso PRD lo sacó del poder, facilitando el retorno de Balaguer, quien contra viento y marea permaneció en el gobierno, posición de la que para sacarlo hubo que recurrir al poder internacional en 1996.
De todos es conocida la argucia de Balaguer, ciego y con casi cien años edad, para entregarle el poder al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con el cuarentón Leonel Fernández de candidato en 1996. El PRD volvió al poder en el año 2000, con Hipólito Mejía encabezando su boleta, ya desaparecido el líder histórico José Francisco Peña Gómez, a quien un cáncer de páncreas le arrancó la vida sin lograr ver ceñida en su pecho la añorada banda presidencial. Hipólito fue el primero que intentó repostularse, para lo que logró modificar la Constitución del 1994 que la prohibía. Esa vez, lo único que consiguió fue “atajar para que otro enlace”, porque sus rivales políticos, en alianzas con el poder económico, le quebraron el país y lo sacaron del gobierno en el 2004, con una derrota humillante para la socialdemocracia dominicana.
El tema de la repostulación ha sido el motivo central de todas las modificaciones constitucionales de los últimos 30 años. La reelección lograda por Abinader este 2024, se enmarca en la Carta Magna impuesta por el presidente Danilo Medina, luego que ganó “su congreso”. Con el proyecto de Reforma anunciado por el actual gobernante, será la primera vez que la modificación no será para restablecer la reelección sino para “ponerle candado”.
Abinader es el primer presidente dominicano nacido tras la muerte del dictador Trujillo. Sus antecesores, Leonel Fernández y Danilo Medina, tenían entre ocho y diez años cuando mataron al “Jefe” el 30 de mayo de 1961, después de 31 años de gobierno. La noche del magnicidio Luis Abinader no era ni un piropo, pues su nacimiento se produjo el 12 de julio de 1967, más de seis años después.
Otro hito a resaltar en la pasada juramentación del viernes, 16 de agosto del 2024, es la mayoría sin precedentes obtenida por el partido oficialista y aliados en el Congreso Nacional, lo que le permitiría reformar o modificar cualquier legislación, incluida la Constitución de la República, con su representación en ambas cámaras. Los senadores ascienden al 90 por ciento y los diputados al 77 por ciento.
La constante histórica en el difícil arte de gobernar es que en medio de crisis los partidos y gobernantes se desgastan. Al primer cuatrienio de Abinader y al PRM no le faltó una crisis, primero fue la de la pandemia del Covid-19 que puso de rodillas al mundo. Después vino la guerra Rusia-Ucrania, que ya va para tres años. Los organismos internacionales se sorprenden el crecimiento económico y la estabilidad que observa la República Dominicana en un contexto internacional nefasto. Y ni hablar de cómo la población ha sido abastecida de alimentos, gracias a la efectiva política agropecuaria del gobierno.
Nunca antes la toma de posesión de un gobierno había colocado al país en la atención del mundo por servir de escenario para exigir el respeto a la democracia en Venezuela, con un comunicado conjunto suscritos por más de veinte gobiernos de América y la Comunidad Europea. Como ridícula y penosa puede verse la actitud de legisladores de una parte de la oposición que asistieron a la juramentación con cintas negras en señal de luto. No quedó claro si la simbología era en solidaridad con el dictador Nicolás Maduro, condenado por las democracias presentes, o por el anuncio de un proyecto de Reforma Constitucional para bien del país y no por el capricho de un liderazgo mesiánico. De todos modos, la nueva era donde la verdad debe sustituir las vendettas del cinismo global apenas está naciendo, para desgracia de los que pretenden seguir en los engaños de la decadencia.