Editorial

El mundo es una caldera

La cadena de acontecimientos que se ha venido sucediendo en las últimas horas y la probable escalada de hechos que se avecina están poniendo el mundo a orilla de una caldera cuyo estallido es cuestión de tiempo.

El polvorín que siempre ha sido el Medio Oriente, donde la paz ha estado permanentemente en el filo de la navaja, ha recibido la cercanía de nuevas mechas encendidas.

No hay duda de que acciones y reacciones encaminan al mundo al precipicio de una prolongación de conflictos, que, al salir del confinamiento de una zona controlable, nos exponen cada vez más próximos a la catástrofe global.

A partir del 7 de octubre cuando las milicias de Hamas llevaron a cabo el ataque contra Israel, y la desproporcionada reacción de ese país que ha provocado lo que muchos ya califican de genocidio contra la población de la Franja de Gaza, la situación del mundo dejó de ser predecible.

Mucho más aun, luego de que hace una semana, los israelíes atacaran con misiles el consulado de Irán en la capital de Siria, donde murieron varios funcionarios del país persa, el conflicto en la zona se ha exacerbado a niveles en que la generalización del mismo es ya cuestión de horas.

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Ello en razón de que no resulta probable que los iraníes se queden con ese golpe.

De hecho, no se sabe el momento en que el mundo amanezca con los tambores de un conflicto a gran escala, pues se sabe que detrás de Irán están potencias nucleares como Rusia y China, y peor todavía, Corea del Norte, que desde hace un tiempo viene ensayando su potencial atómico.

Y por el otro lado, ya se sabe del nivel de compromiso que tienen los Estados Unidos con Israel. Lo que falta por determinar es si Washington defenderá al país hebreo al extremo de arriesgar todo en una conflagración de proyecciones apocalípticas.

Es una situación que no presagia nada positivo, si se toma en cuenta que el arsenal nuclear se encuentra repartido en muchas manos.

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