Farid KuryPerspectiva

El impacto de una frase

Por Farid Kury

Trozos históricos (26)

Colaboración/elcorreo.do 

Perspectiva: A penas un día antes de vencerse el plazo de inscripción de las candidaturas presidenciales, el 24 de marzo de 1970, se produjo en Santo Domingo un acontecimiento de gran trascendencia política. Ese día, a las 6.40 de la mañana, un comando del Movimiento Popular Dominicano (MPD) denominado «Comando Unido Antireeleccionista» secuestró en las inmediaciones del hotel Embajador al Agregado Militar de los Estados Unidos en el país, coronel Donald Joseph Crowley.

Se trataba de una acción audaz, bien planificada y bien ejecutada, mediante la cual el MPD pedía la liberación de 21 presos políticos, encabezados por su secretario general, Maximiliano Gomez, El Moreno, a cambio de liberar al coronel Crowley.

El presidente Joaquín Balaguer había llegado, bendecido por los norteamericanos, a la presidencia de la República en 1966, y se proponía reelegirse para un nuevo período gubernametal. El país vivía una época de terror. Centenares de jóvenes de la izquierda revolucionaria y del Partido Revolucionario Dominicano eran apresados, deportados o asesinados a plena luz del día.

Además de lo anterior, Balaguer tenía un problema muy particular, a causa de la ruptura de su vicepresidente con él, Francisco Augusto Lora. Decepcionado y disgustado con Balaguer por, según el, incumplir un acuerdo de 1966, de apoyarlo en las elecciones de 1970, había formado un nuevo partido, el MIDA, y por él se postulaba a la Presidencia, pretendiendo con ello dividir las fuerzas balagueristas reformistas.

En ese contexto se produce el impactante secuestro del coronel norteamericano. La cercanía del acontecimiento con las elecciones hacía que muchos pensaran que tendría repercusión en las elecciones, y no faltó quienes, ingenuamente, pensaran que Balaguer podía hasta reconsiderar su repostulación.

Pero el doctor, acostumbrado desde siempre a lidiar con conflictos gordos, no era de los que se dejaban avasallar fácil por los acontecimientos. Para él eran simples gajes del oficio. Al otro día, caliente el secuestro, como estaba programado, anunció que aceptaba su nueva postulación porque era «El producto imprevisible de muchas circunstancias que han sido y continúan siendo ajenas a mi voluntad». Y remató con esto: «yo señores no me imagino ser el hombre que más vale en este país; pero me acuerdo siempre de aquel cuento de un aldeano holandés que yendo de viaje, decía a sus acompañantes que no es bueno cambiar de caballo cuando se está vadeando un río».

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Esa expresión, «no es bueno cambiar de caballo cuando se está vadeando un río», impactó el país de tal forma que se convirtió en el grito de guerra de esa campaña, y y de otras campañas, del doctor Balaguer. Por todo el país, las huestes reformistas repitieron, con entusiasmo, esa frase, convertida en eslogan.

El problema del secuestro del coronel fue resuelto con una rapidez asombrosa. En dos días, el 26, se produjo el canje. El coronel fue liberado y también fueron liberados los 21 presos políticos cuya libertad demandaba el MPD. Balaguer fue reelecto, aunque claro está, a sangre y fuego. El PRD, el mayor partido opositor, se retiró alegando que no había condiciones para participar, Francisco Augusto Lora no supo a nada y la Izquierda no era una opción electoral.

La historia del holandés narrada con histrionismo por Balaguer nos deja una lección, la de que los candidatos presidenciales, en el fragor de la campaña, deben dejar en sus seguidores expresiones impactantes, que sean asumidas con facilidad. El doctor era un maestro del oficio, y de los maestros se aprende.

Vivimos una época donde los candidatos, presidenciales, provinciales y municipales, hablan, hablan y hablan, y es poco lo que dejan en el imaginario del electorado. Alguien me dijo que el talento de impactar mediante la palabra está siendo sustituido por una buena campaña de marketing y por el dinero. Bueno, no digo que no, pero sigo creyendo en el valor de la palabra, en el valor de una buena frase impactante, como aquella que pronunció el caudillo ilustrado de Navarrete.

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