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El Centro Rainieri es una inversión

Por Tony Pérez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: El magnate del turismo del este, Frank Rainieri, 79 años, ha dicho que siente orgullo al presentar el Centro Cultural Rainieri (CCR) porque -precisa- representa un aporte de su familia como gratitud a la provincia La Altagracia, que -ha resaltado- demasiado le ha dado para alcanzar los logros sostenidos en el sector.

Más allá de satisfacción familiar manifestada, la obra debería ser emulada en tanto entra a la carpeta de ofertas turísticas como un nuevo atractivo para quien no se conforma con sol, playa y amenidades entre las paredes de un enclave.

El líder del Grupo Puntacana ha considerado fundamental la diversificación para captar otro tipo de turistas y multiplicar la meta-país alcanzada de 10 millones. Poco más de 11 millones llegaron en 2024, cuando -conforme a ONU Turismo- en el mundo se movieron 1,400 millones de viajeros que generaron ingresos por 1,6 billones de dólares.

El CCR es buen negocio porque redituará dinero y contribuirá a la promoción de la cultura y a la cualificación del turismo en el este, que debería ser el camino.

Justo lo que he reclamado por décadas, sin cesar, para Pedernales, destino en construcción, con perfil sostenible, según el Gobierno.

El destino Cabo Rojo quedaría cojo sin desarrollo real de los dos municipios de la provincia (Oviedo y Pedernales como capital).

Mas luce que no ha habido oídos siquiera para escuchar una propuesta barata, pero de alto retorno social y cónsona con el discurso gubernamental de un turismo diferente a otros polos con lastres de origen por haber sido levantados al socaire de la carencia de diagnóstico, planificación situacional y ley de ordenamiento territorial.

El CCR, en Puntacana, ha sido catalogado por los dueños como un lugar de encuentro para el enriquecimiento mutuo de dominicanos y turistas. Opera desde un edificio hermoso, con auditorio y espacios para la enseñanza de música, danza, baile, pintura y la gastronomía, así como salas que sintetizan un recorrido por la historia y la cultura de la isla La Española, los hitos del municipio cabecera de la provincia, Higüey; la génesis, evolución del turismo y la historia del complejo Puntacana. Muy bien.

En el otro extremo del sur, distante 439 kilómetros y 307 desde el Distrito Nacional, el Pedernales con pretensiones de turismo sostenible desde cero y con plan maestro a mano, sin embargo, carece de atractivos construidos por el hombre, y menos, orientados a la enseñanza y promoción del arte, la historia y la cultura.

La comarca conjuga la mayor diversidad de recursos naturales, el clima más atractivo, los paisajes más espectaculares, así como filones de historia y cultura fundamentales, aunque inadvertidos hasta para los pueblanos.

Su isla Beata (Mama Beata), además de biológicamente interesante, espera para que le pregunten sobre secretos del almirante Colón en sus dos visitas (1494) y de los vestigios de la vieja cárcel con sus historias de torturas y desapariciones de desafectos de la era del tirano Trujillo y travesuras de comandantes de Marina de gobiernos posteriores.

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Y le pregunten respecto de la profusión de pescados y mariscos de primera sacados de su mar Caribe, o sus iguanas y chivos cimarrones, o por qué tan apetecible ha sido históricamente para las mafias internacionales (incluidos piratas).

La isla pedernalense Alto Velo (Alta Vela) relataría cómo fue tomada por bandidos estadounidenses que hasta subieron bandera gringa en el lugar para apropiarse del guano, un fertilizante con alta demanda en Estados Unidos y Europa. Relatar el rol de las aves migratorias en la creación de ese abono natural y explicar cómo fueron sacados los aventureros, en 1860.

Un centro de la cultural en el municipio ofertaría un recorrido por la historia taína del cacicazgo Jaragua que lideró el más anciano jefe taíno de la isla, Bohechío, y luego su hermana Anacaona. Y puntualizaría la crueldad con que Frey Nicolás de Ovando trató al cacicazgo.

Los dos parques nacionales, Sierra de Baoruco y Jaragua (68% de los 2,075 kilómetros cuadrados del territorio) aportarían su singular botánica y los perfiles de científicos dominicanos y extranjeros que la identificaron. Sería un viaje desde sus bosques y nublados hasta sus cenotes, playas, cuevas con petroglifos, la tradición del mijo materia prima del guavaberry y mabíes, la laguna (flamencos) y el Arroyo Salado de Oviedo; solenodontes, jutías, palomas, guineas, cotorras, iguanas, cerdos y chivos, más la cultura de la caza.

Igual con la recreación de la fundación del pueblo en la sabana Juan López (hoy Pedernales) con familias llegadas a lomo de mulos por angostos trechos entre despeñaderos de la sierra Baoruco, desde Duvergé, en 1927.

La experiencia de Rainieri no se debe subestimar. Grupo Puntacana captura cerca del 60% de la carpeta de turistas del país, pero -de acuerdo a lo dicho por su inspirador- no todo fue color de rosa en el camino que comenzaron a inicios de los años setenta del siglo XX.

El Consorcio Cabo Rojo (CCR), liderado por ese grupo del este, es socio estratégico del Estado en el proyecto del destino en la provincia fronteriza, que -diferente a polos originarios- comienza desde cero, con planta de tratamiento de aguas residuales, acueducto, electricidad, vías de acceso, terminal de cruceros, tres hoteles a término, aeropuerto internacional.

Los inversionistas públicos y privados ganarían si miraran más allá de las fronteras del complejo: hacia la cotidianidad sociocultural de los municipios, para contribuir a la consolidación de la cultura y la identidad locales de que sirvan de valladar ante vendavales de anarquía esperables.

De no acometer tareas como la sugerida, terminaríamos solo con empleos de menor cuantía y un pueblo-dormitorio atrapado en las redes de la informalidad, la prostitución, la pedofilia, el dominio de las mafias, la drogadicción, la violencia, el irrespeto generalizado, la arrabalización urbana y de fenómenos muy negativos como la gentrificación, “erbianbización” y turisficación.

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