
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: La salida en 1973 del profesor Juan Bosch del PRD para fundar el PLD dejó al doctor José Francisco Peña Gómez al frente del partido blanco. Bosch era profundamente carismático, y poseía un arsenal de ideas que lo hacía atractivo a amplios sectores. Comunicador excepcional y de una honestidad incuestionable, había sido el único presidente y líder de ese partido. Su salida creó consternación en las filas perredeístas.
Pero ahí estaba Peña Gómez presto a llenar el vacío dejado por Juan Bosch. La prueba, por supuesto, no era pequeña. Desde hacía tiempo, bajo el liderazgo de Bosch, Peña Gómez había demostrado talento como estratega y como táctico. Y a partir de ese momento le tocaría dos enormes tareas: primero, enfrentar la salida del profesor Bosch, y luego articular una política capaz de derrotar al presidente Joaquín Balaguer y llevar al PRD al poder.
En el plano internacional diseñó una política de acercamiento a la Internacional Socialista y a los liberales de Washington, y en el plano nacional, produjo un acercamiento a sectores de la oligarquía nacional.
En lo estrictamente político partidista el nuevo líder tomó una acertada decisión. Se trató de implementar la modalidad de la convención para elegir el candidato presidencial del PRD. Era una especie de imitación de las famosas primarias norteamericanas.
Tan pronto se conoció esa modalidad, se presentaron tres precandidatos con posibilidades de ganar: Antonio Guzmán, Jacobo Majluta y Salvador Jorge Blanco. El primero había sido ministro de agricultura en el gobierno del profesorJuan Bosch y candidato presidencial del Acuerdo de Santiago en 1974. El segundo había sido ministro de finanzas en el mismo gobierno, y el tercero, aunque venido de las filas de la Unión Cívica, era alto dirigente del PRD y gozaba de mucho aprecio y apoyo.
Aunque sus campañas se desarrollaban en el seno del pueblo, el sistema de votación era cerrado. Era el famoso sistema de convención de delegados. Pronto se vio que la polarización se daría entre Jorge Blanco y Antonio Guzmán. Mi paisano, el dominico libanés Jacobo, no era real competencia. Estaba en tercer lugar.
El evento para elegir el candidato se celebró en octubre de 1977 en el local de la Asociación de Comerciantes Detallistas de Santo Domingo ubicado en el barrio Villa Francisca. El asunto estaba bien candente entre los seguidores de Guzmán y Jorge Blanco. En tanto los seguidores de Majluta, unos favorecían apoyar a Guzmán, y otros a Jorge Blanco. Ocurrió que Guzmán y su equipo se empeñaron en conseguir el apoyo de Majluta más que Jorge Blanco. Con Jacobo estaban los votos de ganar.
Guzmán y Jacobo negociaron esos votos y llegaron a acuerdos. Jacobo sería el candidato vicepresidencial de Guzmán en caso de este ganar la convención y ser el candidato.
Efectivamente, los delegados jacobianos obedecieron a su líder. Votaron por Guzmán, y con esos votos Guzmán se convirtió en candidato presidencial del partido del jacho prendido, llamado a ganar las próximas elecciones.
Guzmán, como se había pactado, escogió a Jacobo como su compañero de boleta. Esa fórmula era inderrotable. Capitaneado el PRD por el liderazgo y la estrategia de Peña Gómez derrotaron a Balaguer, y pese a los intentos de los balagueristas de dar un golpe de Estado no se pudo detener ni revertir el triunfo perredeísta. Contra vientos y mareas Guzmán se convirtió en presidente de la República y Jacobo en vicepresidente. La fórmula de la unidad puesta en práctica en la convención de delegados resultó efectiva.
Treinta y cuatro años después de esa convención, que se decidió por la alianza Guzmán-Jacobo, se produjo otro acontecimiento parecido. Fue la convención del 2011 entre Hipólito Mejía, Miguel Vargas y Luis Abinader, solo que esta vez no sería una convención de delegados, sino abierta. Al inicio se veía que Miguel ganaría fácil. El propio Miguel se visualizó inderrotable, en virtud de que había hecho una buena candidatura en 2008. Y a Hipólito lo veía como acabado, pese a que nuestra historia es testigo de que los ex presidentes solo están acabados cuando están en la caja y camino al cementerio. Se le olvidó que en este oficio nada es fácil y no hay victoria asegurada. Lo seguro es lo tragao, dicen los viejos, y en la política es donde más se ve ese sabio refrán. Hipólito empezó a subir y se colocó en posición de echar el pleito. Y tuvo una luz. Fue cuando entendió que debía procurar por todos los medios una alianza con Luis Abinader, que todas las encuestas colocaban, como Jacobo en 1977, en tercer lugar con más o menos 10 por ciento. Hipólito y Luis se aliaron y triunfaron.
Vencieron sorpresivamente a Miguel, y con ese triunfo fue tronchada la carrera presidencial de Miguel Vargas que iba en ascenso, y abierta de par en par la de Luis Abinader, dejando para los que ven los detalles en los acontecimientos una importante lección, y es la de que en muchas ocasiones el triunfo en un proceso comicial interno puede decidirse en una alianza.
En los momentos finales de una campaña interna, las candidaturas necesitan un empuje decisivo. Dado el endurecimiento de los votos, caracteristico de esa etapa, ese empuje no lo pueden dar la personalidad del candidato ni su mensaje, ni el trabajo de las tropas. Lo puede aportar, sin embargo, una alianza interna con fuerzas minoritarias, que pueden resultar la diferencia entre perder y ganar, como lo fueron las fuerzas de Jacobo Majluta en 1977 y las de Luis Abinader en 2011.