Perspectiva

Dos grandes errores de Napoleón

Por Héctor Silvestre hijo

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Napoleón Bonaparte, Primer Cónsul (1799), Cónsul Vitalicio (1802) y emperador francés (1804), fue uno de los hombres más sobresalientes de su época. Genio en la estrategia militar. Político osado y audaz. Como gobernante, un estadista indiscutido.

A finales del siglo XVIII, antes de iniciar la exitosa invasión a Italia, Bonaparte inspiró a su ejército con las siguientes palabras: «Soldados: estáis mal vestidos y mal alimentados. El gobierno os debe mucho. Grandes provincias y ciudades serán vuestras. Allí hallaréis gloria y riqueza».

Como emperador, en menos de una década era el dueño absoluto de casi toda Europa Central y Occidental, imponiendo la fuerza del ejército más poderoso conocido hasta esos días.

Sin embargo, en el plano militar, Napoleón cometió dos grandes errores que anticiparon la caída de su imperio

1)   La invasión a España en 1808, en mi opinión innecesaria. España era un socio importante de Francia, a pesar de no pertenecer, de manera formal, al imperio napoleónico. Sin embargo, Bonaparte, seducido por las ambiciones, decidió invadir a su gran aliado. El emperador francés subestimó a los españoles e hizo un erróneo y equivocado cálculo: «Si aquello fuera a costarme 80.000 hombres, no lo haría, pero creo que no me harán falta más allá de 12.000», llegó a decir convencido de que sería una operación sencilla. El tiempo demostraría que estaba equivocado. En la Península Ibérica las consecuencias fueron desastrosas, ya que la agresión dio lugar a violentas insurrecciones que demandaron una gran cantidad de recursos militares y financieros que ocasionaron un significativo daño para el Imperio francés.

2) La invasión a Rusia, el 23 de junio de 1812, no tan solo infructuosa desde el punto de vista estratégico, sino que Bonaparte fue advertido repetidas veces. En Rusia las cosas no funcionaron como Napoleón pensó. El brutal invierno y la ausencia de provisiones jugaron un papel fundamental en la desarticulación del «Gran Ejército». Los rusos utilizaron una vieja estrategia llamada «tierra quemada» o “tierra arrasada” en la que no enfrentaban de manera directa a las temidas tropas de Napoleón, sino que se retiraban, pero al mismo tiempo dejaban todo destruido para que los invasores no pudieran aprovechar nada a su paso. Se calcula que de 650 mil soldados franceses solo regresaron con vida unos 40 mil. La herida fue muy fuerte y el ejército napoleónico ya no tenía las fuerzas suficientes para enfrentar a la Gran Coalición (Rusia, Gran Bretaña, Austria y otros) en la Batalla de Leipzing en octubre de 1813.

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Años más tarde, en su exilio, Napoleón describiría la invasión a España con estas palabras: “Esta maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido”.

Lo de Waterloo (Bélgica), el 18 de junio de 1815, fue una última jugada. Napoleón no tenía posibilidades. Él lo sabía, ¡pero se impuso su altivez! Fue un hombre muy hábil y eminentemente orgulloso.

Murió, desterrado, en la isla Santa Elena, bajo control británico, el 5 de mayo de 1821, posiblemente envenenado por los ingleses.

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