Despedida a un buen papa

El fallecimiento del papa Francisco ha causado profundo dolor en todo el mundo, pues si bien su edad y condiciones de salud hacían presagiar un pronto final, la humanidad ha reaccionado con una natural tristeza.
Jorge Mario Bergoglio, argentino de nacimiento y en cuyo país desarrolló la mayor parte de su ministerio sacerdotal, fue un prelado muy humano, cercano y cálido.
En su amplio periplo por todo el mundo, cultivó relaciones con las diferentes religiones, incluyendo la máxima antagonista del cristianismo como lo es el islamismo.
Encaminó reformas en la Iglesia católica hasta donde es posible llegar en una religión demasiado arraigada en un tradicionalismo que se remonta a los primeros cristianos.
Francisco se abrió a sectores estigmatizados hasta la penalización como es la comunidad LGTB, y propició un mayor espacio para las mujeres en la Iglesia.
Tratándose de un Estado, Francisco no escatimó esfuerzos para contribuir desde su posición estatal a la solución de conflictos que ahora mismo generan grandes incertidumbres globales, aunque fue poco lo que pudo lograr.
El sucesor del pontífice tendrá por delante una tarea muy importante, pues aun cuando se tenga la intención de hacerlo, su obra necesariamente deberá ser contrastada con la del fallecido papa.