Frank NuñezPerspectiva

De votaciones, encuestas y presas

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Con amigos periodistas he comentado la resistencia de muchos ciudadanos a confiar en las encuestas, pese a la frecuencia con que esos estudios de mercado, especialmente los realizados por las empresas más prestigiosas, han acertado en el resultado de las urnas, desde que la Gallup, por solo mencionar la más emblemática, fue contratada por el desaparecido periódico El Siglo, en el que trabajaba como reportero un servidor, previo a las elecciones generales del 1990.

Confieso que estuve entre los que tienen sus reservas con las encuestas hasta que profundicé en el estudio de las estadísticas, con especialistas fogueados en las aulas universitarias. Así como para conocer la situación de la sangre de un paciente el laboratorista no necesita sacarle más que un cc, el investigador puede con una reducida cantidad de empadronados, escogido con el método aleatorio, deducir por donde andan las probabilidades confiables de triunfos y derrotas.

Con unas 1,200 personas tomadas al azar de un padrón de millones de votantes, se sacan los porcentajes de las aceptaciones y los rechazos. El método no ha fallado desde que se hizo popular en los Estados Unidos hace varias décadas, siempre que se respeten las normas de confiabilidad. Y si hay un país donde las encuestas debieran ser creíbles, ese es la República Dominicana.

Desde que se fundó este país en 1844, se han registrado etapas de polarizaciones y de concentraciones del voto. Durante los primeros vente años tras la proclamación de la Independencia Nacional, primó la polarización entre santanistas y baecistas. Muerto Pedro Santana tras endosarle la patria a España como si fuera una finca de su propiedad, Buenaventura Báez tuvo tan débil competencia que logró la difícil hazaña en su época de gobernar seis años sin contratiempos.

Como líder del Partido Rojo, Báez inició una polarización con Gregorio Luperón, líder del Partido Azul, etapa que culminó con la concentración del poder por Ulises Hereaux (Lilís), quien fuera la primera “presa” política que aglutinara durante más de una década las aguas de las fuentes contrarias. Asesinado el dictador puertoplateño mientras visitaba a su compadre Jacobo de Lara, en Moca, el 26 de julio de 1899, nació la polarización de los “bolos” de Juan Isidro Jimenes, con los “coludos”, de Horacio Vásquez, competencia que sobrevivió a guerras fratricidas y hasta a una ocupación militar de los Estados Unidos, desde el 1916 hasta el 1924.

Aunque muchos historiadores no lo señalen, lo cierto fue que la concentración del poder por Rafael Leónidas Trujillo Molina, en 1930, tuvo mucho que ver con la muerte del líder de los “bolos”, Jimenes, en 1919, dejando a los suyos como ovejas sin pastor, mientras los del rival coreaban engreídos “Horacio o que entre el mar”.

Otra tendencia en el devenir político dominicano es que después de un régimen prologado vienen etapas de caos y de recomposiciones de fuerzas. No fue la excepción tras el asesinato del dictador Trujillo en 1961. En el lustro siguiente hubo derrocamiento de gobiernos, guerrillas, fusilamientos, triunviratos, golpes de Estado, revolución y otra intervención militar norteamericana que cerró su agenda colocando en el poder a un fiel discípulo del trujillismo, Joaquín Balaguer, quien gobernó con puño de hierro durante doce años.

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Con los 12 años de Balaguer nació la polarización entre su Partido Reformista (PR) y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), primero liderado por Juan Bosch y luego por José Francisco Peña Gómez. La sangre derramada por los perredeístas para desalojar al líder reformista del gobierno en 1978 no fue óbice para devolvérselo en bandeja de plata en 1986, gracias a su enfermiza división.

La división de sus rivales fue magistralmente manejada por Balaguer, hasta el punto que cuando comprobó que su salida del gobierno era inminente, prefirió entregarle la banda presidencial al joven Leonel Fernández, del emergente Partido de la Liberación Dominicana (PLD), contra el líder perredeista Peña Gómez, que las encuestas daban con mayorías hasta la primera vuelta del 1996, cuando reformistas y peledeístas se unieron para vencerlo en segunda vuelta.

Peña Gómez murió de cáncer el 10 de mayo de 1998, y dos años después, su partido, con Hipólito Mejía como candidato, le llevó aproximadamente 25 puntos por encima al más cercano contendor, Danilo Medina, gracias a la división del voto que le dio el triunfo su compañero Fernández.

En el año 2004, muertos los grandes líderes de la política dominicana del siglo XX, Peña Gómez, Bosch y Balaguer, aguas de todas las fuentes se concentraron en la presa del PLD, por la crisis económica en que terminó su mandato el presidente Mejía, con quiebras de bancos, devaluación de la moneda, inflación y empobrecimiento generalizado de la población.

El escenario que reinó entre el 2004 y el 2016 fue de control casi total del poder en manos peledeístas. El espíritu de cuerpo, que fue siempre su diferencia con sus rivales, se resquebrajó hasta el punto de que su presidente y líder Leonel Fernández fue echado a patadas del PLD, ante la mirada sonriente del entonces gobernante Danilo Medina.

Dividido, el PLD perdió el poder y su hegemonía, dando surgimiento a la Fuerza del Pueblo, que hoy le disputa el primer lugar en la oposición. Esta vez en la gran “presa” que representa el joven Partido Revolucionario Moderno (PRM), con casi cuatro años de gobierno, la que recibe aguas de todos los litorales, como ocurriera con otras fuerzas en etapas anteriores, por lo que no debiera extrañarle a nadie que los encuestas lo sitúen por encima del 50 por ciento.

A quienes no creen en las encuestas les pongo el ejemplo de dos presas con sus embalses de igual capacidad por mitad, y en un momento, se saca el agua de una para verterla en la otra, sencillamente, una quedará literalmente seca, y la otra completamente llena o desbordada. Con los trasiegos partidarios de los últimos años, mientras el partido gobernante ha recibido casi todas las deserciones de los contrarios, a los últimos no ha emigrado casi nada.

Concluyo: Las encuestas son creíbles, siempre que respeten el método científico. Pero si usted persiste en no confiar en ellas, por lo menos preste atención al ejemplo de las dos presas que hemos planteado aquí. Pero en una próxima entrega seguiremos con el tema, mencionando al santo y la limosna. O como dirían otros, no solamente mencionando “al pecado”, sino también al “pecador”.

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