
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: El fracaso de las expediciones de junio de 1959 por Maimón, Constanza y Estero Hondo, y la crueldad con que fueron tratados los combatientes apresados, significó un duro golpe para el exilio dominicano. La frustración se generalizó, y la idea de que era casi imposible derrocar al dictador Rafael Leonidas Trujillo a través de una expedición militar reapareció.
Pero en el orden interno, la fracasada expedición repercutió en diferentes sectores de la sociedad dominicana. Se hizo evidente que el sentimiento antitrujillista no era exclusivo del exilio. También en el país existía ya, aunque en forma discreta, un extendido antitrujillismo. La gesta heroica, ciertamente, no pudo derrocar al régimen, pero lo sacudió. A causa de ella se generó, sobre todo entre los profesionales y estudiantes de las clases alta y media alta, un notable sentimiento de inconformidad y malestar, y empezó a agarrar fuego la idea de que la única manera de salir de Trujillo era con su eliminación física.
A lo anterior se sumó una crisis económica que contribuyó a profundizar las grietas del régimen. Esa crisis se manifestó en una enorme fuga de capitales, que obligó al gobierno a firmar el primer acuerdo de préstamo “stand-by” con el Fondo Monetario Internacional ascendente a 11 millones de dólares.
Pero además de los problemas económicos y de la inconformidad, la expedición provocó un hecho grave que puso a muchos sectores internacionales en marcha contra Trujillo. Se trataba del intento de asesinato del presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, ocurrido en la mañana del 24 de junio de 1960 en Caracas, cuando se dirigía a encabezar un desfile militar. La indignación se apoderó de América, y por todas partes se pedían acciones militares contra el tirano. Pero Betancourt no perdió los estribos y fue persistente en plantear que el problema con Trujillo no era exclusivo de él y de Venezuela, y por consiguiente, debía resolverse en la Organización de Estados Americanos (OEA). La OEA se reunió en Costa Rica del 16 al 20 de agosto. Establecida la responsabilidad directa de Trujillo en el atentado, se decidió condenar enérgicamente la dictadura y romper las relaciones diplomáticas con la República Dominicana e interrumpir parcialmente las relaciones económicas.
Todos los países, incluyendo Estados Unidos, cumplieron con esa resolución. Ocurría que Estados Unidos tenía otras razones para salir de Trujillo. La llegada de Fidel Castro al poder y el temor de que pudiese darse en la República Dominicana una situación similar a la de Cuba hicieron entender al gobierno norteamericano del presidente Dwight Eisenhower que el dictador dominicano debía marcharse. Durante años Trujillo había sido aliado de Estados Unidos, pero la nueva realidad mandaba sacrificar al viejo amigo. Su permanencia en el poder dificultaba la ejecución de una política agresiva contra Fidel Castro. Para muchos carecía de lógica luchar contra Castro por ser un dictador cuando Trujillo no era ni siquiera molestado. En consecuencia, para el gobierno norteamericano legitimar su política contra Cuba debía caer el dictador dominicano.
En principio el presidente Eisenhower trató de forzar su salida de manera pacífica. Pero El Jefe no entró en esa. Para él, vivir fuera del poder carecía de sentido.
Negado a todo trato medianamente razonable, no quedaba más que eliminarlo físicamente. Decididos a ello, los norteamericanos contactaron grupos dominicanos, que tramaban matar a Trujillo. Esos grupos tenían a su vez sus propias razones. Muchos de ellos habían sido protegidos del régimen. Pero Trujillo, en un exceso de imprudencias, manifestadas sobre todo después de las expediciones de junio de 1959, había asesinado a familiares de algunos y humillado a otros, lo que los había llevado a transitar por el peligroso camino del complot.
Esos grupos necesitaban un apoyo y lo encontraron en el poder norteamericano. Los norteamericanos necesitaban grupos internos capaces de complotar y matar a Trujillo, y los encontraron en ellos. Así es como funcionan las cosas en la política. Los intereses, no la ideología, unen y separan. Los intereses separaron a los norteamericanos de Trujillo y los acercó a los complotadores. Esa combinación de intereses y de alianzas facilitó el ajusticiamiento de Trujillo aquella noche gloriosa del 30 mayo de 1961 y el fin de su dictadura.