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¡Bienvenido al club, Bukele!

RELEVANTES/ Bienvenido Checo

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: “Todos los tiranos, pasados, presentes y futuros, son el resultado de la tolerancia del pueblo hacia la injusticia”. Friedrich Dürrenmatt.

Nayib Bukele ha cruzado el umbral, el Congreso salvadoreño, dominado por su maquinaria política, le ha concedido la carta que faltaba: la reelección presidencial indefinida, con sus 57 votos, quedó sellada su voluntad, la de gobernar por siempre, mientras vida tenga, un salto olímpico hacia el club de los que él mismo tildó de “dictadores”.

Porque sí, el presidente “millennial”, el del iPad en mano, peinado de barbero hipster y discursos de TikTok, ahora camina por la misma senda de Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel, Vladímir Putin, sí, los mismos a quienes no dudó en llamar “regímenes dictatoriales” desde su púlpito digital, hoy ellos le dan la bienvenida con un mate amargo y una banda presidencial que no se quita. Irónico, ¿no?

Desde siempre he dicho que Nayib Bukele no tiene ideología, no es de derecha, izquierda, centro ni mitad, lo suyo no es doctrina, es ambición, desde que fue alcalde de San Salvador (2015-2018), mostró que su obsesión no era servir al pueblo, sino servirse del poder, hoy se confirma, quiere quedarse en el trono hasta que se le agote el Wifi… o la historia.

Sin dejar de reconocer sus méritos

Bukele logró lo impensable, reducir homicidios a cifras históricas, recuperar el control de barrios enteros y dar un respiro a millones de salvadoreños, esa paz, hay que decirlo, fue conquistada a pulso, pero también a costa de libertades fundamentales, encarcelamientos arbitrarios, prensa reprochada y ridiculizada, bajo un estado de excepción (o Régimen de Excepción) que rige desde marzo de 2022, y que se ha renovado como quien actualiza el antivirus, cada mes, sin falta.

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La mesa está servida.

Mientras a Cuba, Venezuela, Nicaragua y hasta Rusia son linchados en foros internacionales por perpetuar el poder, Bukele probablemente será retratado como un “demócrata popular” que solo responde al clamor de su pueblo; veremos a Washington, Bruselas, las inservibles ONU y OEA, hacer lo que mejor saben hacer: nada. ¿Y saben por qué?, pues porque en este caso, es un “dictador bueno”, es un dictador de su agrado y lo mejor de todo «es que lo quiere su pueblo”, su represión es tecnológica y su discurso es pura eficiencia, además cuenta con una cárcel para “importar presos”.

¿Dónde está la coherencia?, ¿Cómo es que cuando Maduro cambia jueces y controla el parlamento, es un tirano, pero cuando Bukele hace lo mismo, es “una nueva forma de gobernar”? ¿Por qué el silencio con El Salvador y el grito con Nicaragua?, ¿Acaso el nombre del tirano cambia el calibre de la mordaza? ¿Hay dictadores buenos y dictadores malos?, ¿existe reelección sin límites buenas y reelección sin límites malas?

La respuesta es cruda: todo depende del color del cristal, o, mejor dicho, de los intereses del imperio, si al tirano se le puede sacar provecho, entonces es estadista, si no, es régimen dictatorial y narcoestado, así de hipócrita, así de cínico, así de doble moral y vara para medir.

Bukele ahora se sienta en la misma mesa que los que tanto criticó, el club de los eternos, los presidentes sin calendario, los que convirtieron el poder en patrimonio hereditario, ¿Será que el próximo paso es coronarse emperador? Tiempo al tiempo, mientras tanto, queda claro que la historia no perdona y siempre cobra.

“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Lord Acton.

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