Farid KuryPerspectiva

Balaguer, Abbes y Ramfi

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: La muerte del dictador Rafael Leonidas Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961 encuentra al doctor Joaquín Balaguer, tras 31 años de ininterrumpida carrera en la burocracia estatal, a veces en cargos menores y otras veces en cargos de mucha relevancia, como presidente títere de la República Dominicana. El doctor, consciente de su papel de cortesano de la Era, lo desempeñaba con eficiencia y sin inconvenientes.

A lo largo de los años del régimen, Balaguer confrontó apenas un par de problemas menores con el Jefe. La primera vez fue cuando en España escribió un libro en el cual destacaba las condiciones de buen orador de Rafael Estrella Ureña, y la segunda, fue cuando, queriendo hacer galas de sus conocimientos históricos y enciclopédicos, se puso a pronunciar conferencias hablando dizque de la grandeza de Sevilla. En ambos casos, pudo sortear la furia del dictador y salir ileso. No se le retiró la confianza.

El problema ahora era sobrevivir a la muerte de Trujillo no solo políticamente, sino incluso físicamente. La muerte del Jefe iba a complicar el escenario nacional de forma tal que ni siquiera él, que era el presidente, podía sentirse garantizado. El país iba a ser sacudido por convulsiones sociales y políticas, dormidas por mucho tiempo, que pondrían a pruebas diarias la capacidad de maniobras y de sobrevivencia de todos los actores.

Balaguer tenía ante sí un escenario complicado. ¿Cómo sobrevivir a Johnny Abbes, que lo quería muerto, a Ramfis, pero sobre todo, a Héctor y Petán Trujillo, que no querían abandonar el poder? ¿Cómo sobrevivir a María Martínez, la viuda del dictador y madre de Ramfis, que en todo lo que Balaguer hacía veía traición e incentivaba a su hijo a proceder contra él? ¿Cómo sobrevivir a los planes de la Unión Cívica que querían el poder a toda costa, y sobre todo, de los gringos que querían hacer la transición democrática sin él?

La verdad no era fácil lidiar con ese paquete, ni siquiera para un hombre veterano y astuto como lo era Balaguer. Demasiado conflictos e intereses moviéndose con fuerza en el escenario. Pero lo primero era sobrevivir al jefe del SIM Johnny Abbes. Vencer a ese desquiciado que a la hora de intrigar y asesinar no conocía límites. Era conocida por todos la animadversión que sentían el uno por el otro. Balaguer lo despreciaba, y Johnny lo visualizaba como un intelectual peligroso y con vocación a la traición.

Balaguer no ignoraba que en Johnny Abbes tenía a un enemigo, y un enemigo peligroso, capaz de involucrarlo en la muerte de Trujillo y hasta de matarlo. En efecto, Abbes acarició la idea de vincularlo a los hechos del 30 de mayo. Y si no lo hizo con contundencia fue porque no encontró un campo fértil para una acusación de esa magnitud. Amén de que los acontecimientos también evolucionaron en su contra. Pero en una actitud muy sospechosa al menos rodeó la casa de Balaguer, sin su consentimiento, por elementos del SIM. Abbes estaba jugando su carta, que era sacar a Balaguer de la Presidencia y llevar a ella a Héctor B. Trujillo, con quien se sentía cómodo, y quería hacer todo eso rápido, antes de que Ramfis arribara al país desde Francia y tomara el control de las Fuerzas Armadas. El sabía que Ramfis lo odiaba. Para Ramfis muchos de los errores y excesos de su padre se debían a la influencia de Abbes. Con Ramfis en la jefatura de las Fuerzas Armadas y Balaguer en la Presidencia, era el fin de Abbes.

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Abbes no subestimaba a Balaguer ni a Ramfis. Pero no podía hacer nada para impedir lo que le venía encima. Balaguer jugaba su propia carta, que en primera instancia era ganar tiempo hasta que llegara Ramfis y juntos marcharle. Es lo que explica que cuando Abbes reclama medidas contra los complotados y sospechosos, Balaguer reacciona con inteligencia señalando que se debe esperar la llegada de Ramfis. Era un duro golpe a Abbes. Era como decirle ya usted no manda.

Dicho y hecho. Tan pronto Ramfis pisó tierra dominicana tomó control de las Fuerzas Armadas. El destino del ex cronista deportivo, convertido en siniestro asesino, estaba sellado. Balaguer y Ramfis iban a acabar con el hombre que al final del régimen de Trujillo simbolizó el terror. De hecho, Ramfis cuestionó su eficiencia como protector de Trujillo. Se lo increpó, y aunque Abbes dio unas explicaciones que pudieran analizarse como aquella de que él le dio al Jefe una lista con los nombres de los complotadores y que él podía cuidarlo de sus enemigos no de sus amigos, Ramfis no quedó satisfecho y no dejó de culparlo. Eso aumentaba su odio hacia él.

Cuenta el escritor Cándido Gerón, que en esos días Balaguer le preguntó a Ramfis «¿Y ahora qué vamos a hacer con Johnny Abbes?» y Ramfis le dijo: «Nómbrelo bien lejos como cónsul en Japón y cuando se dirija a tomar posesión destituyalo». El 6 de junio, apenas 7 días después de muerto el Jefe, fue nombrado en Japón. Salió un par de días después para tomar posesión de su cargo, pero estando en el aeropuerto de Nueva York presto a abordar el avión de la Pan An rumbo a Tokio recibió la noticia del decreto emitido por el presidente Balaguer cancelandolo. Jamás pudo volver, al menos públicamente, a Santo Domingo, ni vivo ni muerto. En la fuerza de los hechos, con la muerte de Trujillo murió también Johnny Abbes García, aunque su muerte física ocurriera en 1966 en Haití, junto a su mujer y sus dos hijas, una de cinco años y otra de dos años, incluso también a su perro, a manos de los Ton Ton Macoute por encontrarlo conspirando para matar al dictador Jean Claude Duvalier.  !Definitivamente perro huevero aunque le quemen el hocico¡

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