Farid KuryPerspectiva

Apropósito de la declaración del Director de la PN

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Hace un buen tiempo escribí este artículo, que a propósito de la desafortunada declaración del Director de la Policía Nacional lo reproduzco íntegramente en esta columna semanal. Dicho artículo aparece publicado en mi libro «La travesía de la vida». Aquí va:

«Falso: las palabras no se las lleva el viento

Ignoro quién se inventó esta frase: “las palabras se las lleva el viento”. Lo cierto es que muchas personas, en el entendido de que ciertamente las palabras se las lleva el viento, viven hablando cualquier cosa.

Esas personas desconocen el valor y la repercusión de las palabras, y por eso cometen muchos errores, que al final inciden de manera negativa en sus vidas.

No señor, las palabras no se las lleva el viento. Al contrario. Cada palabra que uno dice o escribe impacta negativa o positivamente en nuestras vidas. Las palabras pueden beneficiarnos, pero también pueden perjudicarnos. Bien usadas, las palabras nos ayudan a construir, a edificar, a acercarnos a nuestras metas y sueños. Mal usadas, contribuyen a destruir lo ya construido y se convierten en un obstáculo en nuestro camino.

Las palabras ayudan a que te amen, pero también a que te odien. Ellas te generan empatía, pero también rechazo.

Las palabras reflejan lo que uno es. Por lo general, salvo los casos de las personas que saben fingir muy bien, las palabras expresan lo que uno piensa y siente.

Las palabras son como las semillas. Con ellas sembramos, y obviamente cosechamos lo que sembramos, aunque hay personas que erradamente creen que pueden cosechar algo diferente a lo sembrado. Quien siembra plátanos cosechará plátanos, no yucas. Quien siembra limones, cosechará limones, no chinas.

Así mismo funcionan las palabras. Ni más ni menos. Las palabras ofensivas, negativas, causan heridas, casi siempre difíciles de cicatrizar.

Las palabras abren puertas, pero también las cierran.

Aunque parezca un contrasentido, la gente tiende a evaluar a las personas más por sus palabras, que por sus hechos. Por las palabras la gente se forma una idea de como son las personas.

Dije más arriba que las palabras son como las semillas. Ahora voy a decir que también son como las matemáticas.

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Ellas suman, restan, dividen y multiplican. Todo va a depender de lo que hagamos con ellas.

Y eso es lo bueno de esto. Que depende de nosotros, y de nadie más. Por todo lo anterior, es fácil concluir que usadas las palabras no para dañar, ofender o causar heridas, sino para servir y ayudar, usted va sumando y construyendo una vida de éxitos y progreso.

Estoy convencido que hay una conexión entre la palabra y el éxito o fracaso.

En una ocasión, un amigo, fallecido ya, talentoso pero muy iracundo, me dijo: “Farid, tú no te imaginas las oportunidades que he perdido por mi forma de ser”.

Ese amigo decía la verdad. Su ira se descargaba en furiosas palabras en cualquier momento y contra cualquiera, y esa conducta, fue cerrándole muchas puertas, que muy bien pudieron estar abiertas de par en par para él. Sus palabras anulaban su talento.

Puedo poner un rosario de ejemplos de cómo una frase dicha en apenas  8 o 10 segundos termina arruinando todo un plan y todo un trabajo de años.

En las elecciones de 2012, en la recta final, Hipólito Mejía dijo que las trabajadoras de las casas de familias se robaban  los alimentos. Esa frase, dicha en apenas segundos, fue devastadora para él, en una lucha que estaba bastante cerrada.

Es algo que se da en la política, los negocios, el amor y en cualquier faceta de la vida.

Las palabras no son cualquier cosa. Es el instrumento que tenemos para comunicarnos, relacionarnos, convencer e influir en los demás.

La palabra es poder. Si usted quiere tener control de tu vida, debes tener control de tus palabras. Así de sencillo.

Los que con frecuencia les toca hablar en público o escribir deben conocer muy bien el valor de las palabras.

No por casualidad el Maestro Juan Bosch decía que las palabras son como el agua, cuando se derraman no hay como recogerlas.

Lo dicho queda dicho. Lo escrito queda escrito. Y generan consecuencias, negativas o positivas».

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