Farid KuryPerspectiva

Juan Bosch y Rómulo Gallegos

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: En su trajinar por el exilio, que duró 24 años, el profesor Juan Bosch conoció y confraternizó con muchos escritores, poetas, políticos y presidentes democráticos.

En 1938 Bosch salió de Santo Domingo hacia Puerto Rico, huyendo a las pretensiones del dictador Rafael Leonidas Trujillo de hacerlo diputado al Congreso Nacional, y desde ahí, por una casualidad de la vida, que al decir de Carlos Marx tiene una categoría histórica, llegó a Cuba. En el país de José Martí le tocaría fundar el Partido Revolucionario Dominicano, como una organización política antitrujillista, por lo cual iba, también, a estrechar vínculos con sectores de la clase política cubana.

Aunque Bosch fundó el PRD y organizó y encabezó muchas actividades antitrujillistas, en realidad él era un literato, no un político. Su pasión y su vocación era la literatura, no la política. El destino que siempre persigue, aun sin sus consentimientos, a los hombres, lo empujó a la política, sin dejar de ser, por suerte, al menos en esa etapa, lo que había sido desde muy joven: un literato de vocación y de oficio.

El Maestro supo combinar la política con la literatura. Hacía alta política y escribía con una calidad excepcional, como fueron sus cuentos y ensayos históricos. En aquellos años el profesor escribió mucho y bueno. Logró lo que muy pocos logran: cantidad y calidad. Cuba La Isla Fascinante, Bolívar y La Guerra Social, La Muchacha de La Guaira, David, Biografía de un Rey, El Oro y la Paz, entre otras obras, son de la cosecha de aquella época, de persecución, lucha política y creación literaria.

Su intensa actividad política y literaria, lo llevó a conocer a lo mejor de la política y la literatura latinoamericana. Conoció a poetas como Pablo Neruda y Nicolás Guillén, a revolucionarios como Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, a escritores como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Rómulo Gallegos y Miguel Otero Silva, a presidentes como José Figueres, Rómulo Betancourt, Juan José Arevalo y Luis Muñoz Marin.

De entre todos ellos hubo una relación muy especial con Rómulo Gallegos, quién además de ser un escritor de categoría, llegó a ser, como Juan Bosch, presidente de su país, Venezuela, cargo que ocupó por solo nueve meses, dos más que Juan Bosch. Y sería derrocado por las mismas razones que lo fue Bosch, que es por mantener una actitud de honestidad y no contemporización con sectores antidemocráticos nacionales y extranjeros.

Bosch conoció a Gallegos, que le llevaba 25 años, en 1945 cuando fue a Venezuela a dar una conferencia sobre la dictadura de Trujillo. Lo presentó Rómulo y desde entonces entre ellos hubo una gran amistad.

Lo dice el propio Bosch: «Yo admiraba a Rómulo Gallegos como escritor y lo apreciaba como hombre, lo quería como amigo y le agradecía mucho. Cuando fuí a Venezuela en el año 1945 a hacer propaganda política en contra de Trujillo como delegado del Partido Revolucionario Dominicano di una conferencia en el teatro Olimpia, y quien me presentó aquella noche fue Rómulo Gallegos, y luego tuvimos una amistad muy larga. El tenía condiciones excepcionales para ser querido».

Aunque Gallegos fue presidente de Venezuela, en verdad no fue, dice Bosch, «propiamente un político». La casualidad lo empujó al tumultuoso mundo de la política. Fue cuando Rómulo Betancourt, que sí era un político profesional, fundó el Partido Acción Democrática y quería una figura de dimensión nacional para presidirlo, y tuvo la visión y la habilidad de proponerle a Gallegos presidirlo. Éste aceptó, y luego las circunstancias lo llevaron a la Presidencia de la República. Pero Gallegos no tenía las aptitudes para las intrigas políticas. Ese no era su mundo. No era su vocación. El fue siempre un escritor, un escritor de condiciones excepcionales, de talla universal, que debió, al decir del autorizado profesor Juan Bosch, de ser galardonado con el Premio Nóbel de Literatura.

Te puede interesar:   De amenazas y peligros

Al respecto el profesor dice: «Es por ejemplo para mí inconcebible que Gallegos no recibiera el Premio Nóbel de Literatura de la lengua española. Es una cosa que no me explico porque ningún novelista ha hecho una obra tan numerosa y tan poderosa como la que hizo Gallegos. Gallegos tenía la categoría de un gran novelista de todos los tiempos…Me sorprendió siempre que a Rómulo Gallegos no se le diera el Premio Nóbel de Literatura…»

La amistad de Bosch y Gallegos fue tan profunda que cuando su esposa Teotiste falleció, y Gallegos se negaba a enterrarla, el único que pudo convencerlo a desistir de esa actitud fue Juan Bosch.

El propio Bosch narra ese extraño episodio: «Cuando Teotiste murió en México, estando ellos exiliados, Gallegos mandó a embalsamar su cadáver y lo retuvo en una habitación de la casa durante mucho tiempo. Se resistía totalmente a que sacaran su cadáver de allí…Esa aberración sicológica que se llama necrofilia, era amor, un gran amor…». Los amigos de Gallegos llamaron a Bosch y le dijeron que él era el único que podía convencerlo de enterrar el cadáver de su mujer. Bosch voló en seguida a México, y dice que «cuando llegó estaba Rómulo sentado en una mecedora, y junto a él el ataúd con el cuerpo de su mujer, y logré convencerlo de que debía enterrarlo, pero lograr eso no fue fácil. Gallegos me dijo: «Juan, yo no puedo negarme a lo que tú me pides; pero lo que yo voy a cometer es un crimen. ¿Cómo voy a permitir que a Teotiste la entierren?. Y yo le dije: «Pero si está enterrado Jesucristo, y está enterrado Napoleón, y Julio César «, y él se quedó callado, y de inmediato di la orden para que enterraran el cadáver».

Gallegos fue el gran ausente en la toma de posesión del profesor Juan Bosch como Presidente de la República en febrero de 1963. Ya no estaba en condiciones de salud para participar en eventos. Moriría seis años después, en 1969, a la edad de 85 años, y dejando para las futuras generaciones una copiosa y monumental obra literaria. La muerte de Teotiste lo abatió, lo arrolló, lo mató. Debió haber sido muy triste para el profesor no ver a su amigo en su toma de posesión. A Gallegos no se le dio el Nóbel de Literatura, como tampoco a Bosch. A Bosch se entiende porque la política le cambió el rumbo que llevaba en la literatura. Pero a Gallegos no se entiende. A nosotros la política nos arrebató un Premio Nóbel en potencia. Siempre quedará en algunos la duda de si valió la pena ese cambio de rumbo. Yo estoy convencido que no valió la pena.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba