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Wessin y Balaguer: la aritmética del poder

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: ¿Cuántas veces hemos escuchado que en política los amigos de hoy pueden ser enemigos mañana, y viceversa, los enemigos de hoy pueden ser amigos mañana? ¿Cuántas veces hemos escuchado esta expresión: los políticos no tienen amigos ni enemigos, sino intereses?

Muchas veces. Pero se hace necesario repetirlas, porque hay políticos, amigos muchos de ellos, que no entienden, que se dejan aplastar por el pasado a la hora de diseñar el presente, y como actúan de esa manera se condenan al fracaso, ellos y su feligresía.

A la política se va a ganar, no a perder el tiempo. Quien no comprende lo que son los pasos tácticos, las alianzas, los acuerdos, está perdiendo su tiempo y haciéndoselo perder a sus seguidores.

En la historia dominicana abundan los ejemplos que prueban como los intereses políticos y la lucha por llegar al poder han unido y separado a cirios y troyanos.

Pudiera mencionar una docena de ejemplos históricos que ilustran lo dicho.

Pero tal vez el ejemplo más importante y reciente es la alianza en 1996 entre el presidente Joaquín Balaguer y el PLD, que en la segunda vuelta llevó a la presidencia de la República al doctor Leonel Fernández. Sin ese apoyo, sencillamente, el PLD no hubiese ganado.

Fue una alianza entre dos fuerzas políticas, ideologicamente antagónicas, al menos en ese tiempo, y además, el líder reformista había sido acusado en 1990 de ejecutar un fraude contra el profesor Juan Bosch. Pero los intereses políticos echaron a un lado ese antagonismo y posibilitaron la alianza. No se trataba de una alianza ideológica, sino política electoral en una coyuntura específica. Todo el mundo actuó con inteligencia y flexibilidad y se triunfó.

¿Por qué para algunos es tan difícil entender lo que para otros es simplemente la aritmética de la política o del poder?

He aquí otra historia. Es lo que ocurrió entre Elías Wessin y Wessin y el doctor Joaquín Balaguer.

Wessin y Wessin fue una de las figuras principales en el golpe de Estado de septiembre de 1963 contra el profesor Juan Bosch, y fue también un importante actor en la Guerra Civil de 1965. Joaquín Balaguer, en 1965, vivía exiliado en los Estados Unidos, tras ser echado del poder en enero de 1962.

Los acontecimientos evolucionaron de manera tan imprevista que al finalizar la guerra, con el acuerdo que instaló el gobierno provisional de Héctor García Godoy, Wessin y Wessin hubo de salir al exilio, mientras Joaquín Balaguer, que había retornado al país en plena guerra, ganó con el apoyo norteamericano las elecciones del 1 de junio de 1966.

Autorizado por el presidente Balaguer, Wessin y Wessin regresó del exilio en 1969. Pero en 1971 se descubre que el hombre, que tenía cierta incidencia en las Fuerzas Armadas, estaba conspirando contra el gobierno.

La respuesta de Balaguer fue apresarlo y llevarlo a la televisión, donde en una especie de un juicio frente al país, le dijo que era «un conspirador impenitente». Era una manera de recordarle su pasado de conspirador contra el gobierno constitucional de 1963. Los hechos no se borran. El pasado no se borra. Siempre están ahí.

Fue la noche del 30 de junio de 1971. Mientras lo señalaba con el índice derecho, en tono muy enérgico y teatral, el presidente Balaguer, que no era dado a abusar de las palabras, dijo: «He ahí un conspirador impenitente, que ha urdido una trama encaminada a quebrar el ordenamiento institucional de la Nación”.

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A seguidas divulgó fragmentos de la alocución grabada con que el militar anunciaría el derrocamiento del gobierno constitucional. Wessin, en condición de preso político, observaba sin inmutarse. En ningún momento quiso defenderse. Aquel acontecimiento fue todo un drama, un show, un espectáculo, digno de una corte romana, efectuado desde el mismo Palacio Nacional, donde el presidente Balaguer se la lució, y donde Wessin no podía ser más humillado.

Seis días después Wessin fue enviado al exilio, pero antes de irse declaró: «yo seré un conspirador vulgar como dijo Balaguer, pero no soy un criminal y ladrón». A ese nivel estaba la confrontación entre esos dos hombres.

Este destierro se prolongó hasta 1978. En su primer exilio, 1965-69, fundó el Partido Quiqueyano Demócrata (PQD), por el cual hizo un acuerdo en 1974 con el PRD, ya dirigido por el doctor Peña Gomez, y con el propio Movimiento Popular Dominicano, que también era parte del acuerdo, y fue postulado a la vice-presidencia de lo que se llamó el Acuerdo de Santiago. En 1978 mantuvo su alianza con el PRD apoyando «el cambio sin violencia» que representaba Antonio Guzmán.

Pero en 1986 todo cambió. El doctor Balaguer, metido en la pelea con posibilidades de ganar, se dedicó a construir su victoria. Se dedicó a sumar. El PQD no era un partido grande ni cosa parecida, pero tenía en el bolsillo chiquito, como diría Hatuey Decamps, unos 40 o 50 mil votos, y Balaguer quería esos voticos. Siendo, como acertadamente se autodefinió, un político de los pies a la cabeza, buscó la manera de reconciliarse con Wessin y logró su apoyo. Ambos echaron agua al vino. Se olvidaron de lo acontecido la noche del 30 junio de 1971 y se aliaron. Balaguer se olvidó incluso de que Wessin le había dicho ladrón y asesino. Lo que importaba ahora era triunfar, no las disputas del pasado. El PQD obtuvo, si la memoria me es fiel, alrededor de 40 mil votos, que fueron decisivos en el triunfo de Balaguer frente a Jacobo Majluta. Balaguer le llevó a Jacobo alrededor precisamente de 40 mil votos. Si Wessin y Wessin se hubiese aliado con Jacobo, el «turco» hubiese sido presidente de la República.

Ya en el gobierno Balaguer lo designó Secretario de Estado de Interior y Policía. Pero, en 1988, en una jugada política brillante, mediante el Decreto 191/88 fue reintegrado al Ejército Nacional y designado Secretario de las Fuerzas Armadas.

Esa designación no fue inocente ni casual. Balaguer visualizaba que la pelea en 1990 sería con el profesor Juan Bosch, con quien Wessin tenía serias diferencias. Y Bosch ni se diga con Wessin.Tener a Wessin en la jefatura de las Fuerzas Armadas era sin dudas un nensaje contra las posibilidades electorales de Bosch. Todo era tejido y diseñado minuciosamente por ese animal político, que nunca dejó que una posible victoria suya sea estropeada por pasiones ni resentimientos. El presente no se diseña en base al pasado.

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