
Colaboración/elCorreo.do
PESPECTIVA: No hay antecedentes sobre un mandatario que a menos de dos años de su toma de posesión haya visitado cuatro veces a Pedernales, la provincia más distante de la capital, en la frontera sudoeste con Haití y eternamente desterrado por las autoridades nacionales, llena de gente empobrecida, por pacífica y porque la comarca ha sido catalogada como insignificante en términos electorales.
Luis Abinader (16 de agosto de 2020/16 de agosto 2024) lo ha hecho, y la más reciente ocurrió este 26 de mayo para dejar iniciadas obras fundamentales para el Proyecto de Desarrollo Turístico, como acueducto, planta de tratamiento y alcantarillado, la readecuación del muelle de carga (1957) en terminal de cruceros y el otorgamiento de 100 créditos para una iniciativa ovino-caprina.
Dice el adagio popular que “las oportunidades son calvas y hay que cogerlas por los cabellos”.
Y esa justamente ha de ser la motivación que lleve a cada pedernalense a empoderarse y tomarle la palabra al presidente, amén de ideologías partidarias y prejuicios. Eso así, sin dejar de vigilar para que los procesos se desarrollen como debe ser para evitar enclaves de lujo rodeados de miseria.
En un país presidencialista hasta el tuétano como el nuestro, ya quisieran otros pueblos tener esa frecuencia de viajes del presidente. Y más si es con los actores que le han acompañado.
Justamente, los repetidos viajes, la actitud de escucha del mandatario y las obras en curso son las que me convencen sobre una decisión irreversible de Palacio y empresarios locales y extranjeros para desarrollar el turismo en la región Enriquillo (Pedernales, Independencia, Baoruco y Barahona), utilizando nuestra tierra natal como buque insignia.
Pedernales es la séptima provincia más grande del territorio nacional (2,080 kilómetros cuadrados) y dista 307 a kilómetros del D.N. La población estimada es de 37 mil habitantes; 18,968 con derecho en las elecciones de 2020. El índice de pobreza del 54.4 por ciento. El desempleo avergüenza.
El desarrollo institucional es muy pobre. Se ve en la anarquía en el uso del territorio. La frontera es una compuerta abierta para el caos y la inseguridad. La realidad es dura.
Su potencial para el turismo sostenible es, sin embargo, alto. Salvo algunos emprendedores locales atrevidos, ningún gobierno había osado “meterle el pico”. Se diluyeron en excusas para hacer nada, pese a que había nichos y empresas factibles para impulsar más allá de la parcela 215A robada (362 millones de metros cuadrados).
El actual gobierno e inversores han olfateado las posibilidades de aquel mundo inexplotado. Y avanzan en esa dirección. Muy bien.
Hay que trabajar, entretanto, con obras puntuales en los dos municipios: Pedernales (la capital) y Oviedo. Lo he dicho sin parar.
El municipio cabecera urge ya el frente marino. Turismo debe comenzar sin más dilación ni justificaciones. Hay que comenzar a solventar el déficit de viviendas para eliminar los arrabales promovidos por políticos malos. El edificio de oficinas públicas es una vergüenza nacional; hay que dinamitarlo y construir uno nuevo. Las calles, las aceras, carreteras hacia las comunidades agrícolas y, el alumbrado eléctrico demandan atención urgente. Falta centros culturales, atención real para las instalaciones deportivas…
Nada de eso es imposible. Sobre todo si nos hemos decantado por el desarrollo turístico.
Alienta que el presidente Luis Abinader está pasando del discurso a la práctica y, de repente, a ratos luce la pasión de los verdaderos pedernalenses.
Lo acaba de demostrar al agregar a su agenda de la semana pasada, nuestra sostenida petición de un plan de titulación urbana y rural para los dueños reales de las tierras en ocupación hace casi un siglo, además de construir la carretera Aceitillar-Puesto Escondido, la antigua ruta de colonos.