PerspectivaTony Perez

Vacunación y comunicación

Por Tony Pérez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVAEl ministerio de Salud Pública ha encontrado una gran muralla en su ruta crítica hacia la inmunidad de rebaño necesaria para contener la epidemia de la enfermedad por coronavirus (covid-19) que desde marzo de 2020 impacta al país. En la vuelta a la normalidad, sigue latente el riesgo de altos picos de mortalidad a causa de oleadas de variantes agresivas del SARS-CoV-2.

Fanáticos religiosos manipulados por pastores, creyentes en teorías de conspiración y escépticos se resisten rabiosamente. Representan un segmento determinante para lograr el objetivo de salud colectiva de un mínimo de 70% de inmunización. Faltarían unas 700 mil personas con el esquema completo.

Al menos ocho de cada diez enfermos llevados a unidades de cuidados intensivos (UCI) no han sido inoculados ni siquiera con una de las tres dosis recomendadas, según las autoridades.

Los inyectables creados en tiempo record por laboratorios del mundo buscan reducir las probabilidades de ingreso a las UCI y la caída en estado crítico, si la persona es contagiada.

Pero los resistidos, muchos con situaciones de comorbilidad (diabetes, cardiopatías, asma, nefropatías, cáncer), emplean cualquier cantidad de alegatos para justificar su irracionalidad. Desde la obediencia a sus dioses terrenales y  considerar que se trata de una simple gripe curable en par de días con tizanas, hasta calificar de invento de las poderosas farmacéuticas para enriquecerse más y sostener el inaudito discurso sobre un plan de los grandes países para manipular, si no eliminar, a la humanidad.

Son conductas reprochables e inaceptables porque no solo ponen en juego las vidas de los testarudos, sino de personas inocentes de su entorno. Y a eso no hay derecho.

El gobierno ha sido más que diligente en la compra temprana de los inyectables. Gracias a la disposición de su par chino, pudo adquirir grandes lotes de la Sinovac y adelantarse a muchos países en el inicio de la vacunación.

La pandemia fue declarada a finales de 2019. En República Dominicana, el MSP situó el arranque el 1 de marzo de 2020 con un turista italiano que se había hospedado en un hotel de la región este.

El 16 de febrero de 2021, las autoridades anunciaron la compra de 21 millones de dosis, pese a que solo necesitaban 15.6 millones para lograr la cobertura. Ese día comenzaron la inoculación del inmunógeno al personal sanitario para, a continuación, proceder a inmunizar a 7,8 millones  de personas mayores de edad.

Conforme la Dirección de Presupuesto, el gobierno ha 20 mil millones de pesos en la compra de 11 millones 515 mil vacunas, 7 millones 063 mil en pagos de PCR, 811 millones 600 mil pesos en pago a personal médico, 505 millones 600 mil pesos en pago de insumos, 2 mil millones 810 mil pesos para subsidiar a cinco millones 700 mil dominicanos, a través del Seguro Nacional de Salud (Senasa).

Un esfuerzo loable que, sin embargo, no ha concitado la correspondiente colaboración de la población.

A la fecha actual, los resultados de la inmunización debieron de superar el objetivo oficial.

En marzo, Cuba comenzó a aplicar a su personal de salud las vacunas que han inventado sus centros de investigación (Abdala, Soberana 02). Al 4 de noviembre reciente, su ministerio informaba que habían aplicado la primera dosis a 13,389.054 personas, desde los dos años de edad. 5,371,508 (49.52%) habían completado el esquema. Esperan alcanzar en breve el total.  Su población ronda los 0 millones, similar a RD.

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El país caribeño ha sufrido una oleada de la variante delta del SARS-CoV-2, que ha bajado drásticamente con la inmunización. Hasta el momento, ha registrado 8,261 decesos y 955 mil 498 positivos de la covid-19. Realizan hasta 100 mil pruebas PCR por día.

En República Dominicana han muerto  4,150 y 387 mil han sido infectados, de acuerdo al reporte oficial. Las pruebas PCR apenas han alcanzado en ocasiones el tope de 10 mil. Salud Pública se apresta a inmunizar a los niños y las niñas mayores de cinco años.

En el mundo han fallecido poco más de 5 millones de seres humanos, con 250 millones de infectados.

No hay dudas. El gobierno dominicano ha sido muy eficiente en la negociación de las vacunas Sinovac, Pfizer y AstraZeneca. No así en términos comunicacionales, área en la que ha evidenciado evidentes cojeras desde el primer día de la declaración de la epidemia en el país.

Se sabe de la rebeldía natural de la juventud y del alto porcentaje de conservadores y escépticos en la curva de adopción de cualquier innovación; sin embargo, los discursos respecto de esos grupos poblacionales fueron confusos o inexistentes.

A los jóvenes les dijeron que, en vista de su corta edad, el virus les pasaría como una gripe común. A los religiosos vulnerables nada les dijeron. Y unos y otros quedaron a expensas de la manipulación de los antivacuna, muy activos en las redes con discursos que los ignorantes parecen verosímiles. Ahora, aunque los argumentos para asumir tal conducta siguen siendo ridículos, la resistencia es más fuerte; el desafío para vencerla, mayor.

La razón principal de esa costosa falencia está en la politización de la epidemia, que favoreció discursos oficiales polisémicos y gran permisividad con las disposiciones para la prevención. El país celebró elecciones nacionales el 5 de julio de 2020.

Como si fuera poco, asumieron un enfoque marquetiniano a través del cual  consideraron la salud colectiva como una mercancía.

Diseñaron mensajes con criterios de la publicidad comercial, y, para difundirlos, prefirieron programaciones generalistas muy caras que tenían en su foco a los públicos identificados como más resistentes al cambio. Obviaron medios más baratos, pero más efectivos.

Y, para el proceso de vacunación, subestimaron la intermediación de líderes comunitarios que, por la cercanía, gozan de mayor credibilidad en sus entornos.

Lo autoritario primó sobre democrático, lo horizontal, en el entendido que “los consumidores” acatarían ciegamente las ofertas de los voceros mediáticos.

El gabinete de salud necesita retomar los celos con las disposiciones sobre sano distanciamiento, uso de mascarillas y lavado de manos. Lucen relajadas. Cada vez es mayor el número de empresas e instituciones que no colaboran.

Y, sobre todo, debe enderezar los entuertos comunicacionales porque lo frenan todo. Pensar el proceso desde los parámetros de la Comunicación en Salud. Se trata de salud colectiva.

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