Farid KuryPerspectiva

A propósito del suicidio de Reynaldo

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Nueve años atrás, el 24 de octubre de 2012, escribí un breve artículo en el cual intentaba analizar la conducta del dominicano frente al suicidio de cualquier individuo, sea este rico, pobre, poderoso o simple hombre del pueblo.

Lo escribí porque en esa semana ocurrieron dos suicidios cerca de mí. El primero fue el suicidio de un prestigioso médico en San Pedro de Macoris. Y el segundo fue el suicidio en El Seybo de mi amigo Gerardo Aquino.

Créanme que muy pocas personas creyeron en la versión del suicidio. En ambos casos se tejieron innumerables teorías, todas contrarias al suicidio.

Viendo, oyendo y leyendo las conjeturas levantadas ahora a raíz del suicidio de mi amigo y compañero Reynaldo Pared me llegó a la mente lo que entonces escribí. Y por ver la similitud en la incredulidad de las gentes he decidido reproducirlo. Aquí va:

«Recientemente un ex senador de El Seybo, mi amigo Geraldo Aquino, se suicidó; y en San Pedro de Macorís, la Sultana del Este, un doctor mató a su esposa y se suicidó.

He hablado con muchas personas sobre ambos casos y nadie cree en la versión del suicidio.

¿Qué explica eso?

Antonio Zaglul, prestigioso psiquiatra de origen libanés, formuló en los años 70 su teoría respecto a la psicología y psiquiatría del pueblo dominicano, sustentando el criterio de que, debido a nuestra historia llena de traumas, frustraciones, exterminio, miedos, sometimientos, agresiones del poderoso, el dominicano ha devenido en paranoico.

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Textualmente zaglul decía: «El dominicano es un ente depresivo con tintes paranoico».

Esa categorización forma parte de la personalidad del pueblo dominicano, y por eso hoy, aún en el siglo XXI, la mayoría de los dominicanos vemos siempre en los hechos unas segundas, terceras y hasta quintas intenciones.

Siempre estamos «chivos, broncos, alertas».

En uno de sus enjundiosos artículos Zaglul escribió lo siguiente: «A veces lo trágico se hace cómico. Veamos, por ejemplo, la lectura de un periódico por un dominicano. La noticia dice: fulano se ahogó. Pero él piensa: lo ahogaron. Perencejo se ahorca. El piensa: lo ahorcaron.

En fin, todas las muertes trágicas en nuestro país, suicidio, accidentes automovilísticos, etc., son asesinatos, hasta que se demuestre lo contrario.»

Y a veces, agrego yo, aún cuando se investiga y se demuestra que fueron suicidios, la gente sigue incrédula. Definitivamente, el dominicano no cree en nada ni en nadie y hasta de su sombra desconfía.

Así somos.

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