Panorama

Intervención EE.UU 28 de abril 1965 cambió Revolución Constitucionalista en Guerra Patria

Por Frank Núñez

Redacción/eCorreo.do

SANTO DOMINGO: Derrocado el gobierno inconstitucional de Donald Reid Cabral e instalado interinamente en la Presidencia de la República el legislador José Rafael Molina Ureña, el 24 de julio de 1965,  se creaban las condiciones para el retorno al país del Presidente Constitucional Juan Bosch, quien debía asumir el poder para completar su gestión de cuatro años, avalada por su triunfo electoral del 20 de diciembre de 1962.

Una alianza del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), entonces liderado por Bosch, con la mayoría de la oficialidad militar, había preparado el terreno, aquel 24 de abril, para el retorno a la constitucionalidad sin elecciones, que era la consigna de la organización ganadora de los primeros comicios  libres celebrados en el país después de la decapitación de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Se evidencia que los que conspiraron exitosamente contra el triunvirato no sospecharon cuál sería la reacción del poder imperial norteamericano frente a la victoria de un pueblo hermanado con sus hombres de uniforme contra un gobierno de facto, que según se ha establecido, gozaba del agrado del presidente de los Estados Unidos Lindon B. Johnson.

Muchos aliados durante el proceso inicial de conspiración contra el triunvirato se dividieron tras la intervención norteamericana.

Probablemente los yanquis sufrieron un exceso de confianza en el férreo orden que impusieron cuando mancillaron la nacionalidad dominicana entre el 1916 y el 1924, infamia que dejó como herencia 31 años de dictadura, encabezada por uno de sus pupilos militares. De ahí que volvieran con prisa muy poco elegante a intentar reconstruir su “orden” resquebrajado por la ira popular.

Los obstáculos para el retorno de Bosch al país fueron innumerables, encontrándose, como es de conocimiento común, exiliado en Puerto Rico, Estado Libre Asociado a los Estados Unidos.

El gobierno estadounidense trató de frustrar a los militares constitucionalistas presionándolos, a través de su embajada en el país, a una rendición ante la oficialidad leal al gobierno de facto, concentrada en lo que se conoció como el Centro de Enseñanza Militar de las Fuerzas Armadas (CEFA), establecida en la Base Aérea de San Isidro.

Ante esos primeros escollos contra la vuelta a la constitucionalidad proveniente del poder imperial, comenzó a mermar numéricamente la fuerza militar de los constitucionalistas por el repliegue de los oficiales que empezaron a dudar de la posibilidad de la victoria frente un adversario tan poderoso.

Hombres y mujeres del pueblo, desde chiriperos, obreros y estudiantes, fueron ocupando los puestos de los soldados indecisos y vacilantes.

La actitud de líderes militares sindicados como balagueristas que conspiraron junto a los bochistas para derrocar el triunvirato, fue el retirarse de las acciones bélicas tan pronto se logró el objetivo inicial, que era la caída del gobierno de facto.

Fracaso yanqui en intentar rendir Constitucionalistas

En una de las últimas entrevistas concedidas por el jefe militar constitucionalista Miguel Ángel Hernando Ramírez sobre sus memorias de los hechos que siguieron al derrocamiento del triunvirato, refiere una reunión celebrada en la Embajada de los Estados Unidos, donde el embajador Tapley Bennet trató de convencer a los militares revolucionarios para que abandonaran la lucha.

Primero se produjo un bombardeo al Palacio Nacional por parte de las fuerzas del CEFA, a eso de las tres de la tarde del 27 de abril, con lo que buscaban amedrentar al flamante Presidente Molina Ureña y forzar la rendición. El ataque fue combinado por aviones de combate por el aire y barcos de guerra por el mar.

El Palacio fue desalojado por el Presidente y el resto del personal de servicio, procurándose desde entonces una salida diplomática al conflicto.

Luego se produjo la reunión en la embajada, recuerda Hernando Ramírez. En esos precisos momentos, la infantería del CEFA trataba de tomar la ciudad entrando por el puente Duarte, siento combatida por tropas constitucionalistas y hombres y mujeres del pueblo que se improvisaban como combatientes.

La opinión del embajador norteamericano

En la referida reunión con el embajador William Tapley Bennet participaban el Presidente Molina Ureña, “y un grupo de civiles, entre ellos Leopoldo Espaillat Nanita (Polín), pariente de él, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó y el capitán de navío Manuel Ramón Montes Arache, y otros militares”.

Se destaca que el embajador había retornado ese mismo día al país procedente de los Estados Unidos entrando por San Isidro. “Cuando llegó lo hizo con unas ínfulas tremendas de triunfalista, porque él apoyaba, naturalmente, a las fuerzas contrarias a nosotros, las gentes de Wessin y de Pimpo de los Santos, que era el jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea. Para no alargar mucho el asunto, en un momento dado, el embajador dijo: Ustedes son los culpables de esto, ríndanse o sigan peleando”.

Hernando Ramírez sostiene que le advirtió al embajador norteamericano que las fuerzas del CEFA, cuerpo del que había sido director, no tenían condiciones para vencer militarmente a las tropas constitucionalistas, puesto que tras su salida de allí se había perdido la disciplina debido a la politización.

“! Ah bueno, pues si Usted cree que es así, entonces sigan peleando!”, habría sido la respuesta del embajador Tapley Bennet.

“Caamaño se expresó más o menos en los mismos términos que yo. El embajador seguía con una actitud arrogante y Caamaño dijo: esto es una vergüenza, y le dijo unas cuantas cosas al embajador, agregando, yo no aguanto esto, se dio varias veces con el puño puesto en la frente, contra la pared, añadiendo: yo me voy a combatir, saliendo junto a Montes Arache para el puente Duarte”, dice Hernando Ramírez.

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Añade que al salir de la embajada se incorporaron a los líderes militares los coroneles Lora Fernández, Marte Hernández y otros oficiales y civiles, que tomaron el camino hacia el puente Duarte, donde se encontraba el entonces capitán Héctor Lachapelle Díaz, organizando las tropas sublevadas, que se unieron bajo sus órdenes al coronel Caamaño.

La Batalla del Puente Duarte

Hernando Ramírez, el oficial de mayor influencia entre los constitucionalistas después de Rafael Tomás Fernández Domínguez, antes de la incorporación de Caamaño, aseguraba en la entrevista, que tras la fallida reunión con el embajador de los Estados Unidos comenzó la histórica Batalla del Puente Duarte.

“Ahí comenzó la Batalla del Puente Duarte, pasaron unos tanques procedentes de San Isidro, y se los quitamos, el pueblo junto a los militares, pero más el pueblo, que actuaba resuelto, esperando que mataran algún militar, para coger el fusil de esa persona muerta y seguir combatiendo”, indica.

Refiere que ese 27 de abril, la Aviación del CEFA lanzó cohetes y destruyó unos camiones del Consejo Estatal del Azúcar (CEA) de transportar caña y los desbarataron, pasaron, pero posteriormente nosotros se los quitamos. “Cuando ellos vieron que no podían con nosotros regresaron, se retiraron, marchando a San Isidro”.

El líder militar constitucionalista, al recordar la derrota de las tropas del CEFA, la describe con las siguientes palabras: “Prácticamente era una retirada desorganizada. Nosotros, aunque han dicho ciertos historiadores y oportunistas, que ellos ganaron, imposible, imposible, no ganaron de ninguna manera, porque ellos retrocedieron, y se fueron, y cuando ya no podían más, el embajador americano, al otro día, viendo que esa gente eran unos blanditos, lo que le hizo saber a ellos, entonces ordenó la invasión norteamericana”.

Ante las fábulas que se han escrito contrarias a los constitucionalistas y reseñando una supuestas victoria de los contrarrevolucionarios, Hernando Ramírez argumenta que “el que está ganando no pide ayuda y los que pidieron ayuda fueron ellos, nosotros no pedimos ayuda a nadie, a pesar de que algunas personas como el coronel Benoit, dijo una mentira en ese momento”.

¿El Che Guevara en Santo Domingo?

La mentira a la que se refiere el general Hernando Ramírez, sostenida por Benoit, habría sido que “cuando me vio en el Palacio, me vio con el Che Guevara, que era quien dirigía las operaciones aquí en Santo Domingo. Unas veces lo niega, pero eso ocurrió, y lo dijo por televisión en presencia de todo el mundo, incluso esa versión circuló por todos los países a través de la prensa extranjera”.

Como en el 1916 el pretexto para el gobierno de los Estados Unidos intervenir militarmente a la República Dominicana fueron el incumplimiento de convenciones sobre la deuda externa y las constantes “revoluciones”, en 1965 ese poder imperial justificó su acción deleznable con su temor a que se instaurara en el país un régimen comunista como el que imperaba en la hermana República de Cuba.

La fábula del coronel contrarrevolucionario Bartolomé Benoit, de que vio al comandante de la Revolución Cubana Ernesto (Che) Guevara dando órdenes en el Palacio Nacional de la República Dominicana, aparentemente fue creída por el Presidente de los Estados Unidos Lindon B. Johnson, instigado por el embajador Tapley Bennet, y el 28 de abril de 1965 inició el envío de 42 dos mil marines bajo el mando del teniente general Bruce Palmer, con la misión de aplastar la Revolución Constitucionalista que buscaba reponer en la Presidencia de la República al Presidente Bosch, su legítimo titular.

De revolución democrática a guerra patria

La intervención militar norteamericana cambió la naturaleza de la lucha, que hasta el 28 fue una guerra civil entre dominicanos, militares y civiles, para convertirse en Guerra Patria, gracias a la valentía de los revolucionarios que heroicamente enfrentaron las intrusas tropas enviadas al país por el Presidente Johnson.

Era evidente que los propósitos de la Revolución Constitucionalista quedaron frustrados por las fuerzas interventoras, como 49 años antes, las tropas de esa misma poderosa nación frustraron el derecho del Presidente dominicano Juan Isidro Jimenes Pereyra a encabezar un gobierno constitucional en la República Dominicana.

Impedido Bosch de retornar al país por las mismas tropas de intervención, el PRD y las fuerzas constitucionalistas decidieron, orientadas por el líder en el exilio, convocar a las cámaras legislativas para escoger un Presidente Constitucional el 3 de mayo, selección que recayó en el coronel Caamaño Deñó, tomando posesión al día siguiente.

Cuatro meses de resistencia

Los constitucionalistas resistieron cuatro largos meses los ataques de las fuerzas interventoras, que pese a su colosal superioridad numérica y tecnológica, también registraban bajas, evidenciadas en el número de soldados que debían ser retornados muertos y heridos al territorio norteamericano y a los países que sirvieron de cómplices a los Estados Unidos.

Páginas de glorias han sido escritas por autores locales y extranjeros sobre la epopeya del pueblo dominicano enfrentado junto a sus honorables hombres de uniforme a las tropas foráneas que vinieron a frustrar sus sueños de libertad y redenciones políticas y sociales.

Una vasta documentación que debe ser conocida y estudiada por las jóvenes generaciones, demuestra que la intervención militar norteamericana traumatizó al liderazgo democrático de aquellos tiempos y retrasó el avance del desarrollo económico, social y político del país tras la decapitación de la dictadura trujillista.

La Democracia Representativa, preconizada como modelo de gobierno en América por los Estados Unidos, quedó desacreditada con la ocupación del 1965, dejando un saldo luctuoso superior a cinco mil muertos, facilitando el retorno de un trujillismo sin Trujillo al poder, encabezado por Joaquín Balaguer, el más aventajado de sus discípulos.

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