Frank NuñezPerspectiva

Un “tanquecito” de Esperanza

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do 

PERSPECTIVA: “Te tengo un tanquecito de oxígeno”, solía decirle un colega ido a destiempo a sus colaboradores cuando quería entregarle un incentivo económico por sus servicios profesionales. Era una forma de ilustrar lo que significaba el aporte monetario para la salud económica, indispensable para la estabilidad emocional y la tranquilidad en todo el sentido de la palabra.

La sociedad actual, muy en particular la dominicana, amerita de “un tanquecito de esperanza”, ante el cúmulo de problemas que le amenazan con una tendencia exponencial, que van desde la crisis familiar, fenómenos climáticos, el auge de los desequilibrios mentales en la población hasta el drama migratorio de consecuencias complejas y contradictorias.

No ha sido simple coincidencia que tanto el fenecido papa Francisco como el sustituto León XIV hayan invocado la esperanza para motivar a sus feligreses de todo el mundo. El primero exhortó a vivir este año 2025 como “peregrinos de la Esperanza”, mientras el nuevo pontífice pide a los creyentes “dar testimonio de esperanza para un mundo que sufre tanto dolor por las guerras, la violencia, la pobreza”.

En el caso dominicano, un motivo para tener esperanza en que los males sociales pueden encontrar antídotos es que mucha gente que hace poco parecía estar indiferente ahora comienza a preocuparse, ante fenómenos perniciosos que se iniciaron hace más de una década y van creciendo de manera exponencial.

Esta misma semana el periódico matutino El Nuevo Diario publicó el pasado 23 de mayo un trabajo sobre crímenes horrendos ocurridos en el seno familiar, que nos parecen ocurrir en un país muy diferente a lo que históricamente ha sido la República Dominicana. El reportaje, con la firma del periodista Rafael Zapata, revela que desde el 2022 en el país se habían registrado 16 casos de asesinatos entre hijos y padres, cuatro de los mismos en los últimos cinco días.

En la misma fecha, el vespertino El Nacional que en menos de una semana se registraron dos parricidios en el Cibao, uno en Mao, Valverde y otro en Salcedo, provincia Hermanas Mirabal. Las publicaciones de los prestigiosos medios de comunicación demuestran que la tendencia de esos hechos sangrientos en el seno familiar es hacia arriba, lo que debe advertir a la sociedad que el derrotero que en se encuentra debe revertirse.

Y el derrotero no cambiará con la aprobación de nuevas leyes, como la que de manera peregrina recomendó una diputada que propone la creación de un “ministerio del Hombre”, cuando lo que debe hacerse es eliminar el de la Mujer para formar uno que se dedique a crear políticas que garanticen la existencia de la Familia como núcleo social, integrada por parejas de hombres y mujeres con un alto concepto de responsabilidad para ser padres y madres modelos de los hijos.

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Al recordarse el pasado 3 de mayo el crimen del niño José Rafael Llenas Aybar a manos del primo Mario Redondo Llenas y su amigo Juan Manuel Moliné Rodríguez, se destacaba la consternación colectiva de la sociedad que hoy parece acostumbrada a hechos que eran inconcebibles de la República Dominicana. Es como si estuviéramos viviendo en otra nación, con otra cultura.

Nada de lo que ha estado ocurriendo cayó del cielo. Muchas leyes creadas supuestamente para el bien han resultado malignas, incluida la Ley de lavado, cuyo precursor, el senador por Santiago Rodríguez, Darío Gómez, murió asesinado en diciembre del 2001 de manera inexplicable hasta ahora, por malandrines que se entendían bajo prisión en la cárcel de La Victoria. Carlos Collares, principal acusado, fue asesinado en su celda del mismo penal meses después.

Al aprobarse la ley de lavado, en el cuatrienio 2000-2004, República Dominicana era considerada un país puente del narcotráfico. La droga que llegaba de Colombia era enviada desde aquí a otros países. Entonces a los intermediarios en esas acciones ilícitas se les pagaba en efectivo. A partir de la ley comenzó a pagárseles en especie, lo que facilitó que el país pasara de puente a consumidor, con puntos en todo el país como el de Dajabón donde recientemente mataron cinco personas.

Otras leyes supuestamente proteccionistas de la mujer han incentivado la división de las parejas, aumentando el numero de madres y padres solteros, mientras los niños se crían por su cuenta, en casos más recientes orientados por la vía de las tables y los celulares.

Pero no todo está perdido mientras exista la esperanza. Esa esperanza se mantiene gracias a que cada vez es más creciente el número de ciudadanos conscientes de que el derrotero tiene que cambiar. Y para ellos se necesita que esas personas preocupadas se organicen y comiencen a luchar por el adecentamiento de esta sociedad. No es cuestión de leyes, sino de moral y ética social, temas que fueron desplazados de las escuelas como parte de las agendas que buscan destruir la familia y por tanto la sociedad, con la sana convivencia incluida.

Dentro de la esperanza, algunos ciudadanos han estado retornando a la lectura de libros moralizantes, que salen con auspicios de importantes entidades empresariales. Se busca que la juventud retorne a la lectura. Los libros que han salido y los esfuerzos por retornar a la lectura son motivos de esperanza de que pueda reorientarse la tendencia nefasta de los últimos años, promovida y estimulada desde las redes sociales. La obra Marileidy Paulino: Camino al sueño olímpico es un texto para la esperanza como muchos otros. No todo está perdido. Nos merecemos “un tanquecito de esperanza”.

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