
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: Todavía, en pleno siglo XXI, en la República Dominicana se pueden ver a personas arropadas por la mendicidad. ¡Qué es lo mismo decir: afectadas por la extrema pobreza!
La mejor prueba la tenemos en las calleas y avenidas del país, en cualquier ciudad o pueblo del territorio nacional. Por doquier usted puede ver a un infeliz mendigo solicitando una limosna o algo de dinero para saciar el hambre que lo abate
Ese mismo ciudadano andrajoso se conforma con que algún samaritano le dé un mísero peso, o unas cuentas monedas, que no llegan a esa cantidad, para llevarse a la boca sin importar que sea un pedazo de pan del más barato.
Es la realidad que afecta a un alto segmento de la sociedad…y lo saben empresarios poderosos y el propio Estado dominicano. Aunque -lo reconozco- hay excepciones en tan terrible regla social. Excepciones que la forman sensibles empresarios que hasta han formado entidades de beneficencia para ir en auxilio de los indigentes. Lo concerniente a la niñez desprotegida, que también tiene un futuro incierto, es tema aparte y que he analizado en otros trabajos.
Debo citar, porque fortalece este artículo, el criterio que tiene el presidente Abinader de la pobreza que abate a un amplio segmento de la población.
En el discurso de rendición de cuentas, correspondiente al año 2024 de su segundo período gubernamental, el jefe del Estado reveló que «la combinación de crecimiento económico y protección social ha permitido avanzar en uno de los objetivos fundamentales de nuestro gobierno: la reducción de la pobreza”.
Según el jefe del Estado, y lo manifestó con plena seguridad—con una firmeza que hasta sorprendió a funcionarios del gobierno y a la misma prensa—“entre el 2023 y 2024 la pobreza general se redujo en 4.02 puntos porcentuales y del 23 % al 18.98 %. Mientras que la pobreza extrema también disminuyó en 0.80 puntos porcentuales, bajando del 3.24% al 2.44”
Sin tener que hacer mucho ruido, hay que señalar que esas son—diría yo—las cifras frías que respecto a la pobreza (y la pobreza extrema) da a conocer Abinader.
Pero del mismo modo precisar que lo que se percibe en la práctica, en lo que el ojo colectivo observa, es otra realidad.
No obstante, igualmente exponer—y hacerlo con el mayor optimismo—que ojalá, dentro del mejor programa del Estado, sean aplicadas efectivas políticas públicas que den los positivos esperados resultados para que la extrema pobreza que acogota a las grandes mayorías nacionales sea definitivamente sepultada. Si así ocurre, Luis Abinader—tras terminar su segundo mandato— ¡se casaría con la gloria!