Fin de una presidencia opaca

Este lunes 20 de enero sobre las 10:00 de la mañana en Washington se verificará el final de una de las presidencias más opacas en la historia reciente de los Estados Unidos, cuando Joseph Biden abandone el llamado Salón Oval de la Casa Blanca, donde despacha el que por décadas se ha considerado el hombre más poderoso del planeta.
Este denominativo, dicho sea de pasada, pudiera ser sometido a discusión producto de los acontecimientos que se han precipitado sobre el “mundo nuevo”. Pero ese es otro cantar y contar.
Lo cierto que los Estados Unidos van a despedir este lunes a uno de sus mandatarios menos celebrados en al menos el último medio siglo, quizá rebasado por el fugaz paso de Gerald Ford en sustitución de Richard Nixon.
El veterano legislador de Delaware, vicepresidente de Barack Obama por 8 años, prefirió bajarse en muchas de sus acciones del legado de quien fuera su presidente para abrazar muchos de los lineamientos programáticos de Donald Trump, quien fuera su predecesor y ahora suceder, en un hecho inédito en la historia de los Estados Unidos.
Que se recuerde, ningún presidente de esa nación había sido sustituido y que cuatro años después es mismo le entregue el mando, dando un giro de 360 grados a la situación encontrada.
Este raro acontecimiento sucede este 20 de enero en Washington.
Pero más allá de ese hecho insólito, lo que realmente se resalta es la opacidad de la presidencia de Biden. Ha sido gris en muchos aspectos, irresoluto, falto de energía, en fin, incalificable.
No fue capaz de resolver uno solo de los conflictos, y cuando se marcha deja alcanzado un alto el fuego entre Israel y Hamas que de todos modos ya estaba pactado con la mediación de Catar y Egipto.
Ese cese de la situación sería parte de las primeras medidas del retornado Trump, quien tiene en su haber no iniciar ninguna guerra nueva en su anterior gestión.
Biden y los demócratas hicieron muy poco para resolveré la guerra en Ucrania; más bien, se dedicaron a empujarla abriendo un torrente sin final de ayuda al régimen de Zelensky, a sabiendas de que es una guerra sin futuro para el Ejército ucraniano.
En fin, la única confrontación bélica de la que Biden pudo sacar a Estados Unidos fue en las condiciones más vergonzosas después de Vietnam, cuando las tropas estadounidenses salieron de Afganistán a pura prisa y en medio de un impresionante caos que sembró serias dudas sobre el poderío militar.
Y lo peor es que la huida en estampida dejó a los afganos en manos de un régimen bárbaro como el los Talibán, que no respeta derechos de mujeres y niños; de comunidades de preferencia sexual distinta; de otras religiones, en fin, de nada civilizado.
Es un legado de escombros lo que deja Biden.